La infinita estupidez
La infinita majadería humana, pues, se ha encarnado en este caso de la publicidad del Día de la Madre, en dos altos cargos de Compromís. Ociosos
Tan pronto vi la publicidad de El Corte Inglés, dedicada al Día de la Madre me dije que el anuncio iba a crear polémica. No por mí ni para mí, que me pareció del todo correcto y adecuado el homenaje que se les quería hacer a ellas, a las madres. A todas las madres. Pero las hay que tienen hijos que por mor de extraños vericuetos políticos terminan teniendo una responsabilidad ejecutiva en asuntos públicos.
Y que, una vez apoltronados, sin grandes asuntos que resolver ni tener que vérselas con responsabilidades de cierta enjundia, deciden adquirir notoriedad a base de hacer el gilipollas. Qué razón tenía don Alberto Einstein cuando decía que “el universo y la estupidez humana son infinitos, aunque de lo primero no estoy seguro”.
La infinita majadería humana, pues, se ha encarnado en este caso de la publicidad del Día de la Madre, en dos altos cargos de Compromís. Ociosos—porque de no estarlos se habrían dedicado a solucionar problemas de mayor calado en vez de crear otros nuevos—decidieron saltar a la fama, aunque fuese a costa de quedar como lo que han demostrado ser, una pareja de estultos.
Y para que no hubiese dudas dijeron que el tal anuncio había llevado a la Dirección General de Comercio y Consumo de la Generalitat Valenciana a abrir un expediente sancionador contra la empresa anunciante porque puede "fomentar el estereotipo de madre que resigna a las mujeres a cumplir con su papel de 'buena madre' basado en la entrega, por encima del resto de identidades", como si ser una buena madre no fuese buena cosa. Mala cosa, según ellos.
Y por eso, ponen en marcha el expediente "a efectos de valorar su posible calificación como infracción de las normas de protección de las personas consumidoras", después de haber recibido un toque de la Secretaría Autonómica de Inclusión e Igualdad, por el que se les solicitaba se analizasen las posibles consecuencias de una publicidad que a su entender "fomenta el estereotipo de la madre que resigna a las mujeres a cumplir con su papel de 'buena madre' basado en la entrega por encima del resto de identidades que la conformen".
Para que no haya dudas del alcance de la majadería de la mentada Secretaría Autonómica, insisten en que "es necesario romper los estereotipos patriarcales que someten a la mujer a su vertiente de madre sobre el resto y trabajar para acabar con la presión social a la que las mujeres, desde pequeñas, sienten acerca de la maternidad".
¿Qué tiene la imagen de la modelo de estereotipada? La señora no mira directamente al objetivo, ni falta que le hace. Observa de soslayo como si quisiera seguir con su mirada a alguno de sus hijos que debe estar cerca, o a otra persona o cosa de su interés. Su rostro encarna madurez y juventud al mismo tiempo.
Es, permítaseme decirlo sin propósito piropeador –líbreme el cielo y véame libre de condena alguna—una mujer guapa o interesante, según la personal percepción del observante. Aparenta ser resuelta. Y lo mismo se trata de la ejecutiva de una importante empresa, que está al frente de un buen puñado de hombres que la tienen por jefa. Su maquillaje apenas es perceptible porque no necesita resaltar ni disimular unos rasgos y contornos definidos y en su caso, bellos. Y, además, es madre porque ha sabido conciliar con éxito su papel como profesional y como mujer.
En definitiva, que se trata de la imagen de una señora que por fuerza tiene que molestar a todas aquellas otras, del todo distintas a la del anuncio que, desgarbadas y desaliñadas, porque entre otros abandonos corporales desdeñan depilar los traicioneros vellos de aquí, allá o acullá, tampoco peinan con alguna gracia sus cabellos o guedejas a menudo grasientas; ni visten con cierto estilo, de modo que por no verse reflejadas en ella arremeten contra ella con semejante saña a la utilizada por estos altos cargos autonómicos. En fin, cosas veredes, amigo Sancho.