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Sí, sí, sí... ¡La Copa que once años esperábamos ya está aquí!

Barcelona 1 - Valencia 2. La temporada del Centenario estaba guionizada. Sólo así se entiende un epílogo tan maravilloso como el de destronar al Barça de Messi en un partido memorable.

La piña inicial de los campeones

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El Valencia es justo y merecido campeón de la Copa del Rey 2018-19. Si ayer en EsDiarioCV comentábamos en la previa los porqués a la hora de confiar en los de Marcelino, éstos no han tardado en salir a la palestra durante 90 minutos para la historia. Pese al 10 contraído como calificación final de la competición por el propio Marcelino y sus hombres, la apoteosis no llega sin sufrimiento. Hoy no fue una excepción.

Una inevitable sensación de lamento recorrió los corazones de los miles de valencianistas presentes en el Benito Villamarín - y de otros que no pudieron estar - cuando Piqué, sobre la misma línea, abortaba un gol cantado de Rodrigo a los cinco minutos. Pero el FC Barcelona sería en la noche sevillana tan vulnerable como ayer apuntábamos...

Al tremendo error de Lenglet en la acción anterior le seguirían otros, aunque el gol que ponía en ventaja al Valencia CF únicamente cabría atribuírselo al mérito propio. Un fantástico envío medido de Gabriel Paulista hacia el costado izquierdo permitía a Gayá profundizar, para que el pase de la muerte del lateral lo mandara Gameiro a las redes de Cillessen en una perfecta maniobra del francés (0-1 min. 21). Los de Marcelino plasmaban en el marcador ni más ni menos que las coordenadas que el juego estaba siguiendo: las de la superioridad valencianista frente a un aturdido Barça.

Messi no aparecía, entre otras cosas, porque el cuadro che sabía cómo inhabilitar su conexión con Jordi Alba; algo que al margen de cerrar el principal caudal ofensivo culé, servía para perpetrar esos contragolpes marca de la casa. Precisamente en uno que tuvo ese preciso origen, Coquelin buscó la profundidad que el desmarque por banda diestra de Carlos Soler le proporcionaba para lanzar la progresión de un interior valenciano que se valía de la posición adelantada del propio Alba. Su centro lo iba a impulsar Rodrigo a la red en la jugada que ahondaba ya de forma casi definitiva en un éxtasis blanquinegro que perdurará durante tiempo (0-2 min. 34).

El cuadro blaugrana, mejor dicho Messi, tardaba en encontrar vías hacia el marco de Jaume. Sólo un disparo desde la frontal marca de la casa del astro argentino lograba inquietar a un arquero valenciano que, no obstante, reaccionó rechazando de manera brillante. Los dos tantos de ventaja en el intermedio explicaban el gran despliegue valencianista; a la par que eran, entre otras cosas, el preludio de una noche inolvidable.

La entrada de Malcom - incomprensible su ausencia en el once con las bajas de Suárez y Dembelé -, unida al aumento en la intensidad barcelonista obligaban al conjunto de Marcelino a recular. Pero todo el peligro se seguía circunscribiendo a Messi. Una genial pared del rosarino con Malcom propiciaba que la madera jugara a favor del Valencia. Era el día que un histórico club centenario merece después de años de sinsabores. Todo confluía en torno a lo mismo.

Y continuó encajando a la perfección a pesar de que llegó lo previsible: el gol de Messi que acortaba distancias; aquello que hace aun más bonito un logro tan ansiado. El Valencia sobrevivía al mejor futbolista del mundo simplemente porque, hoy por hoy, es mejor como conjunto en líneas generales.

Parejo no podía continuar por llegar límite de su capacidad física; extenuación que también terminaría por pagar un Gonçalo Guedes que marró dos oportunidades - una de ellas con el marco vacío - cuando el Barça ya andaba descompuesto sólo a expensas de la heroica. Sin embargo, los héroes de hoy únicamente podían vestir de blanquinegro. Unos héroes que serán agasajados por Mestalla en el año del Centenario y con todos los honores. ¿Alguien podría haber soñado con un mejor guión?