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La catarsis valencianista desde dentro: reacciones de todo tipo

Las 48.000 personas congregadas en Mestalla disfrutaron de una jornada inolvidable marcada por los vítores y las loas a los artífices de la gesta.

Los jugadores mantean a Marcelino: la euforia fue total

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El capitán Dani Parejo asomando la cabeza por la trampilla del avión al aterrizar o el jefe con mando en plaza Marcelino manteado por sus pupilos en el clímax de la celebración. Y es que una más que ansiada celebración no se entiende sin dejar imágenes icónicas para el recuerdo.

"Quiero dar las gracias de todo corazón a nuestros seguidores. No hay nada más importante que saber que hemos hecho feliz a mucha gente", en esos precisos términos se expresaba el propio Marcelino García Toral ante un coliseo valencianista a rebosar. Sí, el mismo que hace exactamente cuatro meses le había poco menos que puesto la cruz... pocos, no obstante, recuerdan ahora mismo aquella racha interminable de empates.

"Esta plantilla tenía menos experiencia que la del Barcelona, pero mucho más corazón", aseguraba un exultante preparador asturiano destacando la bravura con la que sus pupilos encararon un encuentro a priori casi inaccesible para algunos. "Ha sido una temporada en la que hubo que saber sufrir para después disfrutar", concluyó entre el éxtasis de los aficionados.

Poco antes, Mestalla ya había experimentado las más agradables sensaciones con el discurso del capitán. "Nosotros ganamos en el campo y vosotros en la grada por goleada", aseveraba un emocionado centrocampista blanquinegro pese a que el infortunio en forma de contratiempo físico le impidió concluir sobre el césped la final. "Me gustaría recordar a los valencianistas que ya no pueden estar aquí", añadió entre los aplausos de una enfervorecida hinchada que valoró en gran medida este punto de su alocución.

Este orden inversamente proporcional a lo cronológico nos retrotrae indefectiblemente a uno de los momentos cumbre de los fastos: el de la aparición del trofeo que acredita al Valencia CF como campeón de la Copa del Rey por octava ocasión. Santi Mina y Gabriel Paulista no iban a tardar en erigirse como almas de la fiesta desde ese ansiado instante.

Especialmente ingenioso se mostró el central internacional con la canarinha, como si su impecable demostración de saber estar ante Messi y compañía le confiriera esa potestad. Primero los compañeros se vieron obligados a casi arrebatarle una copa que no hizo ni ademán de soltar desde el traslado anterior; para luego soltarse con cánticos rememorando el gol que, con el descuento prácticamente consumado, servía para eliminar al Getafe previa intervención del joven jugador azulón Hugo Duro que evitaba involuntariamente la sentencia de los suyos y originaba la posterior contra che.

Fueron casi tres horas de festejos. Un baño de masas como pistoletazo de salida a una gran etapa. Los días de júbilo amenazan con instalarse en Mestalla.

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