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Una obra de teatro con dinero de la Generalitat 'juega' con el Rey y Zaplana

La trama combina la Ruta del Bakalao, el Crimen de Alcàsser, y la política de los 90. En unas de las escenas aparece un "expresidente" manteniendo sexo con una chica vestida de fallera.

Imagen del estreno de la obra 'VALENCiANA' en el Teatro Principal de Valencia

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Una coproducción del Institut Valencià de Cultura (IVC) y la Diputación de Valencia, bajo el título 'VALENCiANA' (sic), que se ha representado en el Teatro Principal desde el 22 de mayo hasta este domingo 2 de junio y que después se va a poder ver en el festival Grec de Barcelona, ha sorprendido por su temática y por haber utilizado el dinero público del gobierno de Ximo Puig y del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona para 'cuestionar' muchas cosas.

Cuatro años después de que Puig comenzara a hablar del enorme 'déficit reputacional' en el que nos había metido el PP valenciano y de la necesidad de pasar página cuanto antes, esta obra refresca algunos de los peores tópicos con los que se nos asocia en toda España, y caricaturiza a todo un expresidente, Eduardo Zaplana, sobre el que, por cierto, de momento no pesa condena alguna.

Quienes han visto la obra comentan especialmente el episodio en el que uno de los personajes, presuntamente inspirado en un político valenciano de la época, mantiene relaciones sexuales con una mujer vestida de fallera. También ha llamado a la indignación otro pasaje, en el que se juega al doble sentido con el entonces Príncipe de España, "abanderado" en los Juegos Olímpicos de Barcelona, celebrados en 1992.

Escrita y dirigida por el dramaturgo catalán Jordi Casanovas, la obra teatral, inspirada en la sociedad valenciana de los años noventa, ha dejado un "curioso viaje" a los espectadores a partir de tres historias sobre la "demonizada" Ruta del Bakalao, la de un político "inspirado" en el expresidente de la Generalitat Eduardo Zaplana y la "corrupción moral" de ese estamento, y la investigación del crimen de Alcàsser. Un viaje por el túnel del tiempo en el que se ha presentado una Valencia festera, mediatizada y corrupta, sin ningún prejuicio, pero sobre todo, sin respetar la presunción de inocencia del expresidente del gobierno valenciano.

Ha sido un espectáculo de gran formato, por todo lo alto, que, igual que en las anteriores 10 producciones del IVC de la temporada, ha reforzado la línea de apoyo a una dramaturgia contemporánea que ha generado entre el público mucha reflexión y ha abierto el debate.

Una de esas reflexiones, la ha realizado el periodista Ferran Belda, uno de los más críticos con la etapa de Eduardo Zaplana cuando éste fue presidente de la Generalitat. En una columna publicada en el diario 'Las Provincias', Belda reflexiona sobre ese 'catálogo de horrores' que la obra ha mostrado sobre los medios, el político en cuestión y los cambios de paradigma en todo el territorio valenciano. Y, de esta forma, lanza una pregunta cuanto menos interesante: "¿Será consciente Jordi Casanovas de que nadie habría querido figurar en los agradecimientos del programa de mano si en lugar de informarse acerca de la gestión de Zaplana, Vicente Sanz, la RTVV, etc., hubiera querido elaborar un fresco sobre la Cataluña de los Pujol? Apuesten a que no".

Razón no le falta a Belda, porque los Pujol-Ferrusola también han marcado en Cataluña una delgada línea entre la familia, la política y los negocios y están imputados por delitos contra la Hacienda Pública y blanqueo de capitales a causa de los fondos ocultados en el extranjero sin declarar durante más de 30 años. Pero, claro, el tiempo es "cíclico" y parece que olvidamos que ahora vivimos momentos "similares" a los que ha retratado su propuesta artística estos días. Una vez más, habrá sido el espectador el que haya extraído sus conclusiones para releer el trasfondo que Casanovas, apoyado por el Institut Valencià de Cultura (IVC) y la Diputación de Valencia, ha querido plasmar.

De momento, muchos espectadores que han visto la obra la han calificado de "auténtico disparate" y han criticado la falta de sensibilidad del dramaturgo para mirar las cosas con más lupa.

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