La violencia invisible
Imagínense a un maltratador durante años ejerciendo violencia psicológica sobre la víctima y con una frecuencia diaria de ataque psicológico
De todos los tipos de violencia de género que conocemos la violencia psicológica o emocional es la más difícil de detectar y también de demostrar ante la justicia. No es visible como la violencia física, la cual deja signos externos evidentes en el cuerpo de la víctima y se suele prolongar en el tiempo con efectos devastadores para quien la sufre.
Imagínense a un maltratador durante años ejerciendo violencia psicológica sobre la víctima y con una frecuencia diaria de ataque psicológico.
Durante los primeros años de relación el personaje ficticio de Juan ejerció sobre la que llamaremos María, para mantener su anonimato, un tipo de violencia psicológica activa basada en criticarla constantemente, en insultarla, en hacerle comentarios despectivos, humillarla en público y en ocasiones utilizar amenazas.
Después, según nos cuenta angustiada María, empezó a aislarla en una “tela de araña”. Se sentía atrapada en las redes, hilos de araña que tejía su pareja, bloqueándola como persona, dejándola cada vez más pegada a la tela, siendo incapaz de tomar por sí misma decisiones, de buscar ayuda y apoyo porque se creía culpable y responsable de todo lo que le ocurría, se culpabilizaba y apenas dormía por la situación, lo que provocó que empezara a consumir gran cantidad de fármacos (tranquilizantes, contra el insomnio, la ansiedad…).
Pensaba que el problema de las discusiones con Juan era motivado por la falta de ineficacia e ineptitud de ella. Contaba cabizbaja que muchas frases las recordaba por la forma repetitiva que las había oído: “eres una inculta, no puedo mantener una conversación inteligente contigo”; “después de todo el día trabajando la comida está fría y asquerosa”; “eres una inútil, no sabes hacer nada”; “eres tonta, no te enteras”; “eres fea, no se para que me casé contigo”; “si tuviéramos un hijo serias una mala madre”, entre otras cosas peores.
No tardó en prohibirle salir con los amigos de una forma muy manipuladora diciéndole que prefería irse antes con ellos que estar junto a él. Luego le prohibió trabajar -siempre se había ganado la vida como cocinera, argumentándole que cuando él llegaba de trabajar muy cansado lo único que quería era estar con ella y que ganaba el suficiente dinero como mantener el hogar. Ella, por amor, lo dejó y se dedicó a las tareas domésticas. Y finalmente le casi ordenó no seguir viendo a su familia porque eran unos entrometidos y ejercían una mala influencia sobre ella y su relación.
Pero últimamente había ejercido una violencia psicológica pasiva o ley del hielo, es decir, cuando algo no le parecía bien o discutían sobre algún tema, él, como venganza recurría al silencio desolador durante días y semanas, la ignoraba como si no estuviera, como si fuera un espejismo, con la indiferencia la castigaba.
En su casa solo se escuchaba la televisión, como si no habitara nadie, no existía ningún tipo de comunicación, y cuando la había se dirigía a ella con gestos despectivos. María estaba anulada como persona, aunque tardó mucho en darse cuenta, no se consideraba una víctima como las que salían en los medios de comunicación.
De cara a la galería Juan era el hombre más simpático y agradable del mundo, incluso le habían comentado a ella la suerte que tenía al haberlo conocido.
Un día, de casualidad, asistió a una conferencia impartida por profesionales sobre violencia de género que le abrió un poco los ojos, y entonces decidió asistir al médico. Aquel día tuvo suerte porque aquel médico activó el protocolo de violencia de género de aquella gran población.
Recalcar que muchos casos son detectados por los servicios sanitarios gracias a la formación que sobre el tema reciben pero sobre todo a su gran implicación y vocación.
Señores y señoras, invirtamos en prevención para la lucha contra la violencia machista. No me cansaré de repetirlo.
*Grupo EmeDdona.