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La Ruta del Grial, El Camino de Santiago, y el Desembarco de Normandía

Esta semana hemos conmemorado el Desembarco de Normandía, la gran operación naval que supuso el punto de inflexión que condujo a la derrota del nazismo.

Leopoldo López-Máñez

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Las películas contemporáneas (no las de propaganda de los años 40 y 50) y los testimonios de supervivientes hacen estremecer a quien, con un mínimo de sensibilidad, intente ponerse figuradamente en la piel de los soldados de las primeras oleadas, casi muñecos de pim-pam-pum a los que apuntaban desde sus garitas los alemanes apostados en las cinco famosas playas francesas.

Chicos de Arkansas o Nebraska, que un mes antes pastoreaban vacas, ahora eran carne de cañón, con escasísimas posibilidades de supervivencia. Desembarcar los primeros en Normandía era desembarcar los primeros de la barca de Caronte.

La víspera de la conmemoración del Desembarco -me resisto a llamarlo celebración, por mucho que Macron y compañía se deleitaran el jueves con trasuntos de las Andrew Sisters- los cónsules acreditados en Valencia se reunieron en la Catedral de Valencia. Muy simbólico. Las naciones, capitaneadas por el decano del cuerpo consular valenciano, Leopoldo López-Máñez, ante nada menos que el Santo Cáliz, y las autoridades locales civiles y religiosas.

Y en el discurso de López-Máñez descolló la llamada a la conciencia de todos porque “la paz no es algo evidente, no es un derecho adquirido, es una conquista de todos los días”. Un día antes que los líderes del mundo en la costa atlántica francesa.

Y en su recuerdo, los “60 millones de refugiados y migrantes que se movilizan actualmente por los distintos puntos del planeta huyendo de guerras, violencia y miseria, una cifra superior a las oleadas de refugiados y migrantes que produjo la Segunda Guerra Mundial”.

“Nos hemos olvidado de muchas de las lecciones que con tanto dolor y sangre nos dejaron los conflictos bélicos del siglo XX”, concluía López-Máñez ante los representantes de las tres administraciones valencianas, la Iglesia Católica, los colegios profesionales con sede en Valencia, y sus propios compañeros de los consulados valencianos.

Y ante el Santo Cáliz, cuyo Año Eucarístico Jubilar 2020 se presentaba en ese acto al mundo. No hubo disenso, al que tan acostumbrados estamos en la Comunidad Valenciana, seguramente porque en palabras del presidente de la Diputación de Valencia, la reliquia es “uno de nuestros símbolos”.

De hecho las instituciones se han comprometido a dar apoyo a las celebraciones que se programen para el año que viene, así como a la Ruta del Grial que se pretende promocionar, y que, en palabras del canónigo Jaime Sancho, puede llegar a convertirse en un nuevo Camino de Santiago, sólo que entre San Juan de la Peña (Huesca) y Valencia.

Un camino tachonado de la “paz, diálogo, y concordia” por las que abogaba en su discurso López-Máñez, un día antes del aniversario del Desembarco que inauguró el final de la guerra, la intolerancia, y el odio que padecieron muchas de las naciones convocadas esta semana en la Catedral de Valencia.

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