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Revolución Valls

Si Rivera tomará nota de la actitud y valentía de Valls o si seguirá acudiendo a quitar lazos y poco más, es algo que aún está por ver

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Bajan revueltas las aguas en Ciudadanos de Barcelona, y no es para menos. Tras trece años de andadura en tierras catalanas al partido de Rivera –antes socialdemócrata y ahora liberal- le ha tocado, de refilón, decidir un gobierno destacado en importancia como es el del Ayuntamiento de Barcelona. Y la apuesta de su candidato, Manuel Valls, no ha dejado indiferente a nadie. La situación de partido clave entre el PSOE y la derecha se repite en gran cantidad de regiones y ayuntamientos. Toca mover ficha y por tanto situarse.

Elegir qué ser, si el líder de la derecha o el partido del centro, es hoy la gran cuestión frente a la que se sitúa Ciudadanos. El partido que nació en 2006 es ya un acto de primer orden en la política española y sus votos decidirán gobiernos autonómicos, provinciales, locales, y si me apuran hasta el Gobierno de España.

Pelear por la primera plaza de la derecha española, algo que ya sucede a nivel nacional en varias provincias andaluzas y catalanas y que se da prácticamente por hecho en tierras valencianas y madrileñas, tiene tres problemas.

El primero de ellos es la dificultad de articulación del discurso en el norte de España (donde en lugares como el País Vasco no tienen ni un representante, en Navarra, donde acuden diluidos en la marca ‘Navarra Suma’ o la siempre complicada comunidad gallega).

El segundo es el de competir con la gran estructura del PP a nivel provincial, un entramado de candidaturas en prácticamente todos los pueblos del país que le permite a los populares arrastrar junto a la papeleta local un gran número de votos autonómicos en muchas autonomías. Paréntesis. Armar una estructura municipal en muchas ocasiones a base de retales de PP, UPyD, PSOE y partidos localistas o regionalistas no siempre ha ido bien a Cs y ha poblado plenos y parlamentos de representantes que han acabado en los grupos de no adscritos, dejando gobiernos en muchos casos, como en la Diputación de Alicante, en manos de diputados que sólo responden ante si mismos.

Pero el quid de la cuestión y el tercer problema es el abandono del votante de centro. Optar por vetar al PSOE y echarse en brazos de VOX –aunque sea a última hora y a regañadientes- es una apuesta arriesgada y que sólo está encaminada a liderar la derecha, nunca el centro político.

A nivel del Gobierno de España a Cs le pasa algo parecido. Debe decidir entre ser el partido de centro capaz de pactar a derecha o izquierda en base a cuestiones programáticas y de paso evitar que los pequeños partidos y muy especialmente los independentistas, condicionen las políticas de todo el conjunto del Estado o si dejar en manos de quienes tanto dicen aborrecer la gobernabilidad.

Rivera tiene que decidir si quiere seguir yendo a Girona a quitar lazos o si prefiere hacer política, pactar medidas concretas con una fuerza progresista como el PSOE y dejar que el nacionalismo periférico al que tanto demoniza, no sea quien condicione cada paso del Gobierno.

En este contexto Manuel Valls, candidato de Cs en Barcelona, ha sido toda una revolución en las filas riverianas. Ha preferido dar sus votos a la fuerza de izquierda que lidera la aún alcaldesa Ada Colau, a bloquear la alternativa progresista que ella representa y permitir un gobierno independentista.

Si Rivera tomará nota de la actitud y valentía de Valls o si seguirá acudiendo a quitar lazos y poco más es algo que aún está por ver. ¿Se imaginan que dejan de lado el marketing y se arremangan y se ponen a hacer política? De momento a Ciudadanos siempre le quedará Valls.