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Mandatos democráticos

La base de la alternancia política en democracia se basa, precisamente, en los cambios de opinión de la ciudadanía.

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Mandato democrático, el deseo de los ciudadanos, la voz del pueblo... son algunas de las frases tras las que se escudan políticos e instituciones para seguir adelante con proyectos que, incluso asumiendo que pudieran haber sido sustentados en origen por porcentajes importantes de la población, hace tiempo que ésta se lo ha pensado mejor.

El independentismo catalán, que nunca constituyó un frente uniforme, más que de cara a la galería y fingiendo bastante mal, siempre se amparó en los resultados de una consulta ilegal y, a todas luces, sin las debidas garantías, que ni siquiera obtuvo en ningún momento más del 50% de los votos del conjunto del corpus electoral en apoyo de su locura.

Cataluña tiene problemas más graves y mundanos relaciones con los servicios públicos y la seguridad ciudadana, que es lo que importa a la mayoría

El tiempo ha reducido todavía más dicho apoyo, en la medida que los más realistas y menos sectarios se han dado cuenta de lo inviable del proyecto y, además, Cataluña tiene problemas más graves y mundanos relaciones con los servicios públicos y la seguridad ciudadana, que es lo que importa a la mayoría. Han sido descuidados durante demasiado tiempo, anteponiendo la consecución de un objetivo delirante por el exclusivo interés de sus protagonistas de no acabar en la cárcel, no por el bien común.

En Reino Unido, sin poner en duda que el proceso fue limpio, a la victoria pírrica y desinformada del Brexit (siendo sinceros, el votante en favor de la salida lo hizo con el corazón, mientras el cerebro estaba de vacaciones), le ha seguido un proceso caótico y poco claro en que ya han caído dos premiers. El primero fue el propio Cameron, luego Theresa May y el tercero lleva pinta de ser apodado "el Breve", si se cumple el pronóstico de forzar la convocatoria de nuevas elecciones a una semana escasa del 31 de octubre, fecha límite autoimpuesta por Boris Johnson.

Tras tres años de absoluta incertidumbre y bloqueo en Reino Unido Unido, no es extraño que el británico medio desee ser preguntado de nuevo si todavía le interesa continuar con el Brexit o si, por el contrario, cabe abortarlo definitivamente; más aún cuando la perspectiva, no alarmista sino objetivamente realista, de supermercados y farmacias desabastecidos durante semanas o meses, más otras consecuencias financieras y laborales, ha llevado a los británicos a hacer acopio de alimentos y medicinas. Señal inequívoca de miedo ante una catástrofe cierta.

Jeremy Corbyn se ha ofrecido ya como nuevo primer ministro para sustituir a Johnson y evitar así una salida sin acuerdo, pero dado que no cuenta con una mayoría suficiente, de momento es una mera declaración de intenciones más que una posibilidad real.

Toca recordar a la clase dirigente, a la hora de seguir adelante con determinadas decisiones, que la democracia ya cuenta con sistemas para resolver estos problemas: nuevas elecciones, consultas populares (pero acorde a ley) o, pura y simplemente, sentido común.

No se escuden, pues, en mandatos democráticos que pueden no existir ya, si es que alguna vez existieron. La base de la alternancia política en democracia se basa, precisamente, en los cambios de opinión de la ciudadanía. No lo olviden.

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