La renuncia de Soler o cómo generar el efecto contrario en la comunicación
La imagen que puede quedar para quien no está metido en el cogollo político es que dimite un conseller en pleno preanuncio de recortes por parte del president
"¡Ha dimitido el conseller de Economía!", exclamó un amigo medianamente informado de política en una cena que compartimos este viernes. "Sí, ¿se ha ido alguien del gobierno, no?", replicó otro. Al percatarme de a qué se referían les expliqué que se trata del conseller de Hacienda, Vicent Soler, que ha dejado su acta de diputado pero sigue en el cargo. No sé si les quedó muy claro, porque ya no mostraron más interés y cambiaron de tema.
No obstante, a mí me ha inducido a reflexionar sobre una cuestión que me llamó la atención el mismo jueves del anuncio: la excesiva parafernalia para comunicar una renuncia secundaria. Algo no encajaba. No me cuadraba. Y en la cena del viernes acabé de comprenderlo.
Me explico. Esta misma semana también se marchó un diputado del PP, Adrián Ballester, de Les Corts, y su partido lo solventó con una nota informativa de tres párrafos. Días atrás lo hizo otro de Vox, David Muñoz, y su formación también lo despachó de la manera menos ostensible posible. En el primer caso se ha ido para centrarse en su labor en la Diputación de Alicante y en el segundo para dedicarse a la tarea docente que había abandonado. O eso han contado.
El conseller de Hacienda optó por una rueda de prensa para alumbrar más su renuncia, con el objetivo de que obtuviera mayor notoriedad. En la práctica, en su rol de diputado, tiene la misma importancia que los otros dos reseñados, que Ballester y Muñoz. Es uno más de 99. Por lo que realmente destaca Soler es por su responsabilidad como conseller, que mantiene. Lo verdaderamente noticioso hubiera resultado su abandono del puesto en el Consell, circunstancia que no se ha producido.
Sí, el otorgarle más realce a su marcha, con comparecencia ante los medios incluida, se basaba en la estrategia de destacar que se va para centrarse en su labor como conseller aquilifer, que emula al portaestandarte de las legiones romanas -en su caso portando la Senyera y no el águila, claro-, para reivindicar una financiación justa para la Comunidad Valenciana.
Pero ese segundo matiz queda más para su entorno, para el ámbito político y periodístico; en la ciudadanía cala que un conseller se marcha, que dimite. No llegan al detalle de diferenciar la doble vertiente de cargo del Consell y diputado que todavía mantienen algunos de sus compañeros. Aquí sí que supuso un ejemplo el cabeza de lista de Unides Podem, Rubén Martínez Dalmau, que para evitar esa suerte de esquizofrenia política renunció a su escaño parlamentario en junio. Otras no han seguido su ejemplo y siguen acaparando cargos.
Por tanto, Vicent Soler y su equipo convocaron, en la práctica, una rueda de prensa para anunciar una renuncia, un adiós, de un conseller. Sí, no a ese cargo en el Consell, insisto. Pero para gran parte de la ciudadanía que consume rápido la información, se ha acostumbrado a una política de idas y venidas de nombres en la política y desconoce esas duplicidades, Soler ha dimitido. Y lo ha hecho en unas semanas en las que también está chispeando en la ciudadanía el temor a que va a haber recortes en áreas sociales sensibles. Por tanto, ¿qué queda?, que un conseller (sea de Economía o de Hacienda) dimite cuando se van a producir recortes.
¿Enrevesado o puro y sencillo axioma en la era actual de la celeridad informativa? Para mis amigos no había duda: ha dimitido un conseller.