La ciudad no es para mí. Puerto y ciudad
El número dos del PP europeo, González Pons, defendió que la ampliación del Puerto puede poner en peligro La Malvarrosa. Una opinión que algunos empresarios han contestado con insultos.
Ha saltado a la palestra -y a la contienda preelectoral- un asunto sensible que debiera manejarse en términos más rigurosos de los que en estos momentos caracterizan la polémica. La curiosa coincidencia entre el jefe de los europarlamentarios populares, González Pons, y el alcalde de Compromís en preocupaciones medioambientales derivadas de la ampliación del Puerto de Valencia es el motivo. Y no es baladí.
Convendría enfriar el ambiente, o al menos no recalentarlo mediante el recurso fácil de descalificaciones de unos ni proclamas de otros.
Porque lo cierto es que se trata de una cuestión en la que lo esencial de la misma -guste o no guste- está ya hecho desde hace unos cuantos años. La ampliación del puerto de Valencia es una realidad fáctica a la espera de dos factores básicos, todavía sin decidir, el uso específico (de los muelles) y la movilidad urbana (acceso terrestre). Lo que, evidentemente, no es moco de pavo.
Puedo entender la utilización de lemas sencillos -manidos por cierto- como el “ciudad con puerto” versus “puerto con ciudad” o de comparaciones elementales con otros casos, Rotterdam, de los que se sirve María José Catalá, para hacer pedagogía acerca de su postura como jefa de la oposición en el Ayuntamiento del Cap i Casal. Pero no creo que haya nadie tan ingenuo que crea factible una “pinza” a los socialistas valencianos con esta palanca.
No dudo de las honestas intenciones de la europarlamentaria danesa Margrete Auken -grupo Verdes- que lo ha llevado hasta Estrasburgo para su debate, aunque me temo que no se maneje de manera estricta toda la información.
El “abrigo de las aguas” ya está hecho. Y previo a ello, mediante la “declaración de impacto ambiental” (DIA por sus siglas) correspondiente, se realizó un cuidadoso estudio ambiental del medio marino. Del comportamiento de las corrientes, de su flora y de su fauna relevante, incluidas las gaviotas. Y creo recordar que existe un riguroso -y costoso- levantamiento arqueológico, hecho por buzos y sofisticados sistemas de toma de datos y representación, reflejado en unacuadrícula del ámbito afectado.
Reconozco, sin necesidad de pronunciarme ahora al respecto, la legitimidad de un cambio tipológico para un desarrollo sensato del puerto, contemplado desde el modelo de ciudad deseado. Y reconozco que ello es potestad, tal vez prioritaria, de quien dirige la corporación municipal. Sin perjuicio de la indiscutible importancia del puerto también en el área metropolitana. Sin perjuicio de su influencia en la economía de la Comunidad Valenciana e incluso en la economía nacional. No en vano el nombramiento del presidente de la Autoridad Portuaria, el socialista Aurelio Martínez, es fruto del consenso entre los tres niveles de la Administración.
Descartado, al parecer, el turismo de cruceros que propugnara Rita Barberá como objetivo, el liderazgo en el tráfico de contenedores a lo largo del Mediterráneo -que la alcaldesa popular nunca cuestionó- es motor productivo que no cabe penalizar. Naturalmente sus posibles afecciones a la calidad del aire de la ciudad o a la movilidad urbana, deben ser -y serán- tenidas en cuenta.
No es a golpe de tuit ni de tópico la manera de discutirlo. Ni la precampaña electoral el momento para ello. MSC también debiera levantar su espada de Damocles. Y que prevalezca la calma y la razón.