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Los gritos de los nacionalismos

La democracia no existe cuando no hay Derecho. Imaginen una sociedad en la que las protestas de una minoría (o de una mayoría) se impusiesen a la Ley

Los gritos de los nacionalismos

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El pasado viernes tuve la mala suerte de cruzarme con una de las marchas independentistas que salió a protestar contra la sentencia del Tribunal Supremo por la que se condena a varios políticos catalanes por un delio de sedición, entre otros. Digo mala suerte porque aquello de que ‘els carrers seran sempre nostres’ se cumplió al pie de la letra. Cortaron la Calle Colón de Valencia y tuve que bordear para poder llegar a la Estación del Norte. Pero bien.

A un lado de la calle Colón un par de centenares de manifestantes contra la Sentencia. Al otro un grupo de ultra derecha que, bandera de la Falange mediante, gritaba contra el primero de los grupos. Insultos varios, cara al sol y brazos al aire en señal de amenaza por ambas partes. Al final carga policial y algún agente herido. Besos a las banderas y manos en el pecho tampoco faltaron, pues al final los nacionalismos tienen estas cosas. Hablan de sentimientos y no de derechos.

Y es ahí, en el Derecho, donde está el quid de la cuestión. La democracia no existe cuando no hay Derecho. Imaginen una sociedad en la que las protestas de una minoría (o de una mayoría) se impusiesen a la Ley. Eso es lo que sucede por ejemplo en Culiacán (México), donde la detención del hijo del narcotraficante Chapo Guzmán ha desatado tal ola de altercados, muertes y secuestros que las autoridades han tenido que liberarlos.

Cuando eso sucede se habla de ‘Estado fallido’, en referencia a que un poder externo al del Estado es quien ejerce el poder de organización de la sociedad. La victoria del grito nacionalista –periférico o central, en insolidario en todo caso- sobre el poder judicial supondría la rotura de los consensos y las legitimidades sobre las que se asientan las sociedades democráticas.

El Derecho Natural (los derechos en abstracto) no puede imponerse por la fuerza al Derecho Positivo (la compilación de normas y la organización del sistema judicial), pues ello supondría volver a una sociedad donde el más fuerte es quien tiene siempre el poder. Lo Natural se ha de encauzar por lo Positivo.

El mundo independentista, así como quienes claman contra la Sentencia del Tribunal Supremo por considerarla escasa en cuanto a las penas impuestas, no deberían hacer otra cosa más que expresar sus quejas siempre desde el respeto y previo acatamiento público del fallo.

La justicia, aunque sea la imagen que unos y otros pretendan transmitir, no tiene en cuenta si las sentencias van causar más o menos alboroto en las calles, porque la justicia no sucumbe al grito. Por algo Iustitia, la diosa romana de la justicia, lleva los ojos vendados.

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