El Valencia, cautivo y desarmado (3-1)
Un estadio con la fuerza de El Sadar tumba al anodino equipo de Celades, que se adelantó con un gol de Rodrigo. La expulsión posterior del delantero hundió al Valencia
Sánchez quiso exhumar a Franco y lo resucitó. Quiso vengarse y le escribió un poema. Cautiva y desarmada, la democracia ha vuelto a perder por su culpa. Todo se vuelve en contra cuando es el odio lo que nos mueve.
Tiene mucha menos importancia, y ya nos perdonarán el paralelismo. En el caso del Valencia, cautivo y desarmado, el proyecto empieza a romperse por las costuras, después de tanta decisión motivada por el rencor. Derrota en Pamplona y la confirmación de que este equipo deambulará en tierra de nadie esta temporada.
Salía Celades de inicio con Jaume Doménech, Correia, Garay, Paulista, Gayá, Kondogbia, Parejo, Cheryshev, Soler, Gameiro y Rodrigo Moreno. El 4-4-2 de Marcelino. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas.
Osasuna empezó con mucha más intensidad. No en vano, 30 partidos consecutivos lleva sin perder en El Sadar. Eso sí, como el fútbol es imprevisible, en el minuto 15, jugadón de Gameiro, que sale en carrera por banda derecha, amaga con el centro y manda a Raúl Navas al suelo, se mete el francés conduciendo a placer dentro del área y saca el pase de la muerte para que Rodrigo Moreno, en área pequeña, empuje a puerta vacía. 0-1, que fue un espejismo.
En el 29, el propio Rodrigo fue expulsado por un manotazo fortuito. Es su sexta expulsión en el Valencia, que, para ser un delantero, es una cifra muy alta. El equipo de Celades quedó noqueado y, en el 33, Oier empata tras un rechace de Jaume. El Valencia quedó desordenado y deseando que acabara la primera parte, temeroso de Dios, del mismo modo que el conductor del helicóptero se elevaba ante la Cruz, pero se mantenía, respetuosamente, por debajo de su altura.
En el minuto cuatro de la segunda parte, centro sublime de Roberto Torres desde banda derecha, al segundo palo, y allí Rubén García gana en el salto para cabecear a la red. Olía la sangre Osasuna y buscaba cerrar el partido cuanto antes. Necesitaba Celades dar un golpe de timón que cambiara ese panorama.
A 10 para el final, cayó el tercero de Osasuna. Centro desde banda derecha, se estira Jaume, el balón se queda suelto, lo agarra Estupiñán y lo pone en la escuadra. Y así acabó el partido para un Valencia que pagó cara la expulsión de Rodrigo.
Difícilmente este equipo podrá ilusionar esta temporada. No por su entrenador. No por sus jugadores, sino porque la derrota es el único destino que conocemos mientras nos ciega la rabia y el odio, como le ha ocurrido a la entidad desde el verano, a pesar de que Marcelino se hubiera ganado el despido a pulso.
Y así ocurre en todos los órdenes de la vida. Qué tremenda torpeza. Qué irresponsabilidad. Quisieron exhumarlo y lo resucitaron.