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Mercadillos y chiringuitos valencianos

La Agencia Antifraude, asentada en lo que fue solar de la Santa Inquisición (mire usted por dónde), y pagando un pastón de alquiler por el capricho, se ufana de contar con el ex juez Garzón.

El ex juez Baltasar Garzón

Publicado por
JM. Felix

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Confesaré al lector que me siga, que escribí sobre esta suerte de inmovilismo urbano que caracteriza la acción municipal, ignorando que Ribó reincidía en la exhibición de bragas y calzoncillos low cost en la plaza que lleva el nombre de la Institución que preside. La profusión de memes satíricos y una encuesta entre lectores de un diario local, atestiguan un alto desacuerdo de los valencianos en este caso específico.

Y aclararé, a petición de alguno, que no hay peor inmovilismo que el se practica mientras se predica lo contrario con fruición.

Se predica … aunque se practica también. Porque la otra cara de esta degradación de la calidad urbana -la cotidiana, la de la limpieza de las calles y jardines, del ornato público, de la seguridad y eficiencia del transporte público y de la policía municipal- es la necesidad del sostenimiento de los chiringuitos afines.

Esos que Vox denuncia sin ambages y es tan natural compartir con independencia del voto. Chiringuitos bien regados -algunos navegando entre tribunales- de proveedores cercanos y enchufados, muchos organizados en torno a la lengua (léase catalanismo) o la diversidad (a menudo priorizando las expresiones más radicales). Por no citar los más institucionales, derivados de empresas mixtas, corporaciones, consejos, agencias, agendas y observatorios diversos, nutridos –y de los que se nutren- los propios representantes y sus afines.

O chiringuitos anónimos, a la manera de esos mercadillos del agrado del edil en cap, vinculados a algunos medios y empresas de comunicación y toda una compleja red que va desde editoriales a productoras, desde fundaciones y asociaciones hasta profesionales o autónomos.

(Me maravilla como torea Puig el astado de la imputación de su hermano, por cierto).

Los chiringuitos que auspicia Marzá merecen mención aparte por la obsesiva especificidad en su catalanismo. Como son muchos, vaya por todos el de la ONG espía -prometo que no sé cómo se llama- experimentada ya en Cataluña en rondar los recreos infantiles. Una especie de bulling o acoso escolar, de raíz xenófoba, a propósito de la libre elección de la lengua por los niños, que debiera investigarse en estos términos.

El Consejo de Participación de la Agencia Antifraude es la última ocurrencia de este chiringuito mayor, caracterizado por su ineficiencia y la corta permanencia en él de sus directivos y especialistas.

La autodenominada Agencia Antifraude, liderada por un iluminado y asentada en lo que fue solar de la Santa Inquisición (mire usted por dónde), y pagando un pastón de alquiler por el capricho, se ufana de contar con el ex juez Garzón para su asesoramiento. Acreditaciones no le faltan: asesoramiento a Fernández de Kitchner, defensa de generales de Chaves y legitimación de Maduro, coordinación de la defensa de Assange y un largo etcétera. Esperemos que no aplique el caché que se le atribuye. El Consejo de Participación es la última ocurrencia de este chiringuito mayor, caracterizado por su ineficiencia y la corta permanencia en él de sus directivos y especialistas. Alguna razón habrá.

Y los chiringuitos menores, los de las magas, los artistas, las menciones y subvenciones, las ayudas y reconocimientos … pellizcos de monja.

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