Juzgan a un educador de un centro de acogida por presuntos abusos a una menor
La Fiscalía solicita una pena de cinco años de cárcel, pero el acusado ha negado los hechos
La Audiencia de Valencia ha juzgado este jueves a un educador social para el que la Fiscalía pide cinco años de prisión por, presuntamente, abusar de una menor en el centro de acogida Niño Jesús de la ciudad, en el que trabajaba.
En su escrito de acusación, la fiscal acusa al procesado de un delito continuado de abusos sexuales, que se habrían producido en fechas no concretadas comprendidas entre finales de 2016 y enero de 2017, cuando el acusado, mientras hacía el turno de noche, se introducía en la habitación de una de las menores -una chica de catorce años de edad en esa época- y creyendo que estaba dormida, le daba "masajes por la espalda hasta las piernas, le cogía la mano y se masturbaba". El acusado ha negado los hechos y la defensa ha pedido su absolución.
En el transcurso de la vista y antes de la comparecencia de la víctima, la juez ha pedido disculpas a la menor por "haberla tenido esposada" antes de entrar a la sala, incumpliendo el estatuto de la víctima, por razones que se desconocen. La niña, que en la actualidad tiene 17 años, ha relatado que se llevaba bien con el acusado, tenía confianza con él y le contaba cosas de su vida o le pedía consejo pero "nunca imaginaba que le haría eso".
La menor ha explicado que la castigaban porque ella y algunos compañeros "nos levantábamos por la noche, hablamos y hacíamos ruido" y ha añadido que desde el centro veían que ella "era la más problemática". Asimismo, ha asegurado que la mantuvieron en una habitación en solitario "uno o casi dos años".
En su comparecencia, la joven ha reconocido que le pedía muchas veces a su educador que le hiciera masajes en la cabeza "porque le ayudaba a dormir". De hecho, uno de los testigos, trabajador en el mismo centro, ha confesado que la joven también le pidió en alguna ocasión que le realizara algún masaje pero que él se negó para evitar situaciones comprometidas.
En uno de esos momentos, según el relato de la víctima, el acusado "cuando creía que estaba durmiendo" la empezaba a masajear y "se iba haciendo pajas". Tal y como expresó en su declaración en la fase de instrucción, "llegaba a correrse ya que notaba como si tuviera mocos en la mano", algo que ocurrió durante "al menos diez ocasiones" en un periodo de tiempo que incluía el verano "porque llevaba pantalones cortos".
Preguntada por el abogado del presunto agresor sobre por qué no hacía nada, teniendo en cuanta su carácter "explosivo" -tras los incidentes violentos descritos con otros monitores-, la joven ha precisado que se "quedaba en shock y no sabía qué hacer".
La chica ha continuado explicando que le contó lo sucedido a su novio -quien ha apoyado esa versión-, pero que no quería que saliera a la luz, ya que ni la propia directora del centro la creía, aunque la responsable de la residencia ha manifestado que nunca habló con ella de este asunto. La madre de su expareja la hizo denunciar y habló también con la Policía.
Testimonios de los policías
De hecho, dos de los policías nacionales que la localizaron en una de sus fugas han corroborado -a pesar de la confusión en el nombre de la víctima del informe que se redactó en su día- que la menor les contó que no quería ser reingresada en el centro porque "le estaban haciendo la vida imposible" y se echó a llorar diciendo "que estaban abusado de ella". Uno de los agentes ha explicado que esta situación era vox populi en el centro y por eso lo comunicaron a sus responsables. El otro de los policías testigos en la causa ha comentado que en el momento en el que trasladaron a la niña de vuelta a la residencia, uno de los amigos de la menor comentó que el educador en cuestión "conocía a gente que era influyente".
En su turno de palabra el acusado -exmarido de la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra- ha explicado que la menor estaba más nerviosa de lo habitual cuando la castigaban «por droga o lo que sea» o por llegar a altas horas de la madrugada al centro y la separaban del grupo en una habitación individual. El procesado ha matizado que, para relajarse, le masajeaba el cuero cabelludo, tal y como la menor le decía que hacía su padre.
A partir de ahí, el acusado ha asegurado que "no tenía un trato especial con ella" porque el centro de acogida en el que trabajaba "no era un spa", y por tanto, no era una práctica habitual. En su relato, ha destacado que la conducta de la niña empezó a cambiar e incluso tuvo enfrentamientos con otros educadores -le lanzó un extintor a uno de ellos, motivo por el que el trabajador acudió a la Fiscalía de menores en 2017-. El hombre ha comentado ante el tribunal que él también había tenido problemas con la menor porque le pidió el teléfono móvil y al no dárselo, se enfadó. "Los críos se enfadan y te echan la culpa de todo", ha expresado.
Asimismo, ha defendido que la distancia entre la habitación individual y la colectiva era mínima, que es obligatorio que las puertas estén siempre abiertas y que la menor solía dormir con alguna luz encendida. Del mismo modo, ha defendido que la menor "fantaseaba" y solía mentir: "tendía a contar algo como si fuera cierto". Tras recibir la llamada de "un colega" para contarle que la niña estaba comentando por el centro que le estaba "metiendo mano", el entonces novio de la menor quiso hablar con él del asunto, a lo que el educador contestó que le gustaría hacerlo con tranquilidad.
El acusado cree que en su lugar podría estar otro y considera el centro de menores "un espacio protegido". "Siempre he querido proteger a los menores, espero seguir haciéndolo", ha zanjado.
Credibilidad
Entre los testigos también ha comparecido la directora del centro de menores, que ha explicado que las noches que la joven regresaba "fumada" a altas horas de la madrugada dormía sola «por respeto a los demás". La responsable de la residencia ha asegurado que se enteró de los hechos al recriminar a una trabajadora social externa que le diera dinero a la chica -unos 300 euros que su padre le transfería- teniendo en cuanta que se trataba de una joven que se fugaba constantemente y que no podía controlar su 'consumo'.
La propia trabajadora social ha admitido que le dio «total credibilidad» a los abusos, al tiempo que ha confesado que la joven «obtenía un beneficio» si no denunciaba los hechos: "estar fugada". "Vas contando esto por ahí y consigues que te protejan por ello", le dijo la asistente.
Una psicóloga de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas que se entrevistó con la niña ha expresado ante el tribunal que no tuvo posibilidad de investigar la veracidad de los abusos porque la menor no los mencionó en su conversación. Tampoco cuando le preguntó de manera abierta por problemas en el centro.
Así pues, la fiscal pide para el acusado una orden de alejamiento, inhabilitación especial y una indemnización de seis mil euros por los perjuicios ocasionados a la víctima. El Ministerio público considera los hechos probados, amparándose, además de en lo detallado su escrito, en un informe pericial que dictamina que los hechos son creíbles. «Pero no por eso tiene que ser ciertos», ha añadido la defensa, que ha incidido en la contradicción de la Fiscalía, que hacía referencia a masajes en la espalda y no en la cabeza, como han coincidido los afectados.
Además, el letrado ha querido terminar recalcando que en los dos meses en los que sucedieron presuntamente los hechos, la menor apenas pasó cinco días en el centro -al estar fugada-, y el acusado también disfrutó entonces de un periodo vacacional. Tras cerca de tres horas de sesión, el caso ha quedado visto para sentencia.
Desde la Conselleria de Igualdad han transmitido que en todo momento actuaron en colaboración con la Fiscalía según los protocolos que se activan en estos casos "y siempre pensando en el interés de la menor".