Elecciones 10-N: pase lo que pase, alguien morirá (políticamente)
En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces, afirmaba Churchill. En la noche de este domingo lo comprobaremos
"La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces”, afirmaba Winston Churchill, el que fuera primer ministro británico, escritor y prolífico autor de frases que han quedado para su posteridad. En las elecciones de este domingo, y utilizando el mismo sentido figurativo de Churchill, alguien morirá (políticamente). Porque alguien perderá. O quizás varios de los candidatos.
A estas alturas donde ya está casi todo dicho, quien más papeletas tiene de refrendar la sentencia de Churchill es el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Incluso ya cuenta con una sustituta oficiosa, Inés Arrimadas, a quien muchos de sus propios afiliados hubieran aplaudido como cabeza de lista ya para estos comicios. Las encuestas lo han sentenciado. Las hay que rebajan sus 57 diputados hasta 12. Y otras que se quedan en 35. No obstante, parece tan dramática su situación que tiene la posibilidad de salvarse perdiendo, pero no tanto. Le han vaticinado tal hecatombe, que quedarse con cualquier cifra que supere los 40 escaños podría salvar su liderazgo. Aunque posiblemente ya no sería el hiperliderazgo de ahora.
El segundo que también dispone de sus opciones de interpretar este dramático papel resulta el actual presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez. Sin duda, y ya de inicio, es el que más tiene que perder porque parte de una posición cómoda de ganador. Ese jugárselo todo al doble o nada puede quedarse en nada. Porque aunque gane, puede perder. Sobre todo crédito en su partido, que ahora copa Senado y gran parte del Congreso. Cuando senadores, diputados y otros cargos inferiores vean que sus escaños y salarios se evaporan por una mala decisión estratégica, aparecerán las dagas voladoras. Aunque también tiene muchas opciones de salvarse si se queda como está -y con él los cientos de cargos de su partido- o mejora. Puede ser nada. O puede ser doble.
Rivera y Sánchez parten con desventaja en esta pugna por evitar ser la víctima, sobre todo el primero. Pablo Casado cuenta, por el contrario, con la ventaja de que le fue tan mal en abril que, a tenor siempre de esa suerte de pitonisa que constituyen las encuestas, mejorar mejorará seguro. Otra cosa es cuánto mejore. Superar los 90 escaños ya lo venderá como un éxito. Y si Pedro Sánchez baja de sus 123 actuales, el triunfo se paga el doble. Por tanto, parece más a salvo que el resto simplemente porque fue el gran perdedor de abril y ahora prácticamente solo tiene margen de mejora. Todo lo que no fuera eso lo convertiría en la víctima propiciatoria de esta partida.
Pablo Iglesias también interviene en este juego de susto o muerte con una Unidas Podemos que ha sabido atajar la crisis interna antes de la campaña y dejar a contrapié a quienes, como Compromís, se adelantaron para apostar por su antagonista en la izquierda más allá del PSOE, por el Más País de Íñigo Errejón. No obstante, en un partido declarado feminista como el suyo, que ha ido perdiendo representación progresivamente, su única posibilidad de sobrevivir sin dar ya paso a Irene Montero o a nuevas actrices, consiste en aguantar los escaños o limitar la brecha de agua a la pérdida de menos de una decena de diputados y, sobre todo, en entrar en el próximo gobierno. Con esta última opción, aún perdiendo se salvaría si recoge finalmente su vicepresidencia o ministerio anhelado. Ahí está el andaluz José Manuel Moreno para atestiguarlo, que pasó de estar en las puertas del tanatorio político a convertirse en presidente de la Junta de Andalucía.
Santiago Abascal sí que tiene pocas o casi ninguna papeleta para ser el difunto político de esta historia. Los mítines masivos y las encuestas coinciden en que Vox subirá escaños. Ha pasado de ser conocido solamente por las referencias del resto en la campaña de abril a ser conocido porque la ciudadanía ya le ha puesto cara y ha escuchado directamente sus mensajes. Y eso parece que multiplicará sus escaños. Y aunque se quede como está, para un partido de reciente representación (que no de fundación) ya sería suficiente. Para Vox haber extendido su mensaje por toda España constituye por sí mismo un triunfo.
Estos son los cinco contrincantes que compiten por el preciado vellocino de oro de la victoria electoral. Veremos quién replica al legendario Jason y quien se queda por el camino en la búsqueda de tan mítico trofeo. Porque la tripulación de argonautas no solamente se limita a los citados, también hay otros, como Joan Baldoví, que repite por enésima vez como candidato de Compromís y que, de no mejorar su solitario escaño de abril, también podría tener los días contados. Porque quedarse como está sería un fracaso tras la coalición con Más País. O un error de estrategia del que tendrían que responder quienes la diseñan en su partido.
En cualquier caso, la historia de las elecciones del 10 de noviembre está por escribirse.