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Compromís; entre los fallos de estrategia y las dudas de liderazgo

La concatenación de caídas electorales y las controversias internas han alimentado un debate de liderazgo que hasta ahora no existía en la coalición

Marzà y Oltra

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El conseller Vicent Marzà no respondió directamente a la pregunta que le profirió Vicente Ordaz, moderador de la sesión de Nueva Economía Fórum de esta semana en la que el máximo responsable de Educación, Cultura y Deportes del Consell ejercía de ponente.

Le cuestionó si aspiraba a ser el candidato de Compromís a la Generalitat. Marzà primero señaló que se veía más volviendo a la escuela (es docente de profesión), para después recurrir a la manida respuesta de que estaría donde sus compañeros y compañeras quisieran. Todo ello tras haber contestado anteriormente que apostaba por más Compromís y no por menos coalición para impulsar su eje fundamental, el Bloc, del que actúa como destacado militante.

Bastó esa respuesta, la clásica de ponerse a disposición del partido aunque sin utilizar exactamente esas palabras, para que surgiera una segunda pregunta que pronto plantearon periodistas a los dos principales referentes y cargos orgánicos de Compromís: el president de Les Corts, Enric Morera, y la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra. Ambos contestaron con ciertas evasivas cuando les cuestionaron si Marzà podría ser el próximo cabeza de lista a la Generalitat. Esto supondría, en la práctica, reemplazar a Oltra en ese puesto y debilitar a Morera en la compleja ingeniería interna de Compromís.

Un circunloquio del conseller de Educación ha sido suficiente para zarandear el liderazgo en Compromís. En otras circunstancias ni se le hubiera planteado la cuestión ni su respuesta hubiera trascendido demasiado ni habría servido para proporcionar un nuevo titular, tres días después, en la rueda de prensa de la portavoz del Consell. Pero en la coyuntura actual, sí. Y si hoy surge el nombre de Marzà, en unos meses puede saltar a la palestra el del portavoz Fran Ferri. U otros. Como definió la ex de Podemos Sandra Mínguez, que hizo de telonera del conseller de Educación en el foro antes citado, "la política es una trituradora" (de personas o de nombres propios).

Sobrepasado

Compromís vive sobrepasado por los acontecimientos electorales e incurriendo en errores a los que estaba poco habituado. En una formación que destaca por dar tres, cuatro y todas las vueltas que haga falta a cualquier estrategia y movimiento, no resulta habitual la multiplicación de fallos electorales. Por el contrario, revelan que quizás ha perdido la capacidad para interpretar la calle, la percepción de la realidad.

Ahíto de poder tras cuatro años de gobierno, donde ha tenido cargos para repartir a diestro y siniestro entre unas bases muy poco habituados a mandar y sí curtidas en la oposición, no ha sabido ver su desgaste. Quedó pasmado con el adelanto electoral decretado por el president del Consell, Ximo Puig, y debilitado tras pasar de 19 a 17 diputados y, más dañino para su ego, verse superado por un Ciudadanos que siempre ha aspirado a ser su archienemigo. En cambio, ahora Compromís parece preferir a Vox como antagonista favorito.

Más aún, ver cómo Joan Baldoví se convertía de nuevo en su llanero solitario en el Congreso y perdía a sus tres compañeros por el camino electoral lo dejó tan noqueado como contemplar, atónito, que el acta de eurodiputado de Jordi Sebastiá también volaba en el fragor de los comicios de mayo. Y, en la misma disputa, el PSPV-PSOE le daba una buena lección de estrategia y le fagocitaba un amplio número de actas en los ayuntamientos. Valencia y Alzira se convertían casi en islotes en la provincia de Valencia como municipios dirigidos por Compromís de entre los grandes.

En este amago de zozobra, Gent de Compromís, la cuarta pata de la formación, constituida por un batiburrillo de independientes que prefieren no adscribirse ni al Bloc ni a Iniciativa ni a Els Verds, se disuelve y acusa a su matriz de "grave falta de democracia interna". Desde la dirección de la coalición prefieren ignorar esa rebelión interna. Incluso el alcalde de Valencia, Joan Ribó, se desmarca de esa corriente a la que estaba inscrito para arrinconar las críticas.

Más elecciones

En este contexto de debilidad y de cierta controversia intestina, llega un nuevo adelanto electoral que vuelve a coger con el pie cambiado a Compromís. Otra vez viene de manos del PSPV-PSOE, su socio prioritario. Si en abril lo hizo Ximo Puig, ahora repite Pedro Sánchez. Y la coalición de Morera, Oltra, Marzà y una larga retahíla de altos cargos acostumbrados ya al poder y sueldo institucional falla de nuevo en estrategia (quizás no hicieron el caso suficiente a Amadeu Mezquida, secretario del grupo municipal de Compromís en el Consistorio de Valencia y hábil ideólogo de la pasada campaña a las municipales de la capital).

En una precipitada decisión, con la clásica consulta exprés a las bases que simplemente busca la reafirmación, se alía con un partido, Más País, de raíz madrileña y sin tentáculos en el resto de España. Pensaban que se iban a anticipar a una corriente de moda pro Íñigo Errejón y se estrellaron de nuevo.

Ni dos ni tres diputados nacionales, como les auguraron algunas encuestas. Se quedaron con el sempiterno Baldoví, que parece condenado, como el Segismundo de La Vida es Sueño de Calderón de la Barca, que se preguntaba por la causa de sus males. En el caso de Baldoví, de su soledad en Madrid. Y, para que ardiera más su infierno electoral, su nuevo antagonista, Vox, multiplicaba por siete el resultado de Compromís, circunstancia que su cabeza de lista por Valencia, Ignacio Gil Lázaro, se ocupaba de recalcar para ahondar más en la herida.

Institucionalizado en el poder

La concatenación de errores de estrategia y caída de bruces ante la realidad electoral a lo largo de cinco comicios consecutivos en apenas medio año ha sumido en un mar de dudas a una coalición que ya se ha institucionalizado en el poder, algo que suele tener el defecto de adormilar las críticas internas con el reparto de cargos.

Además, puede haber perdido ese plus del que tanto se vanagloriaban algunos de sus referentes: de estar de moda. Las tendencias cambian, y lo que hoy es moderno mañana se transforma en antigualla. El pulso se capta con mucha actividad de calle y con la conciencia de que el poder (y los sueldos públicos y las prebendas que conlleva) es efímero. Acomodarse significa, tarde o temprano, perderlo. Y después cuesta mucho recuperarlo.

Que se lo pregunten al mismísimo Ximo Puig, con el PSPV-PSOE. O al PP, que está en ello, en recuperarlo. Porque Compromís todavía no se ha encontrado en esa tesitura: la de perder lo mucho ganado. Los próximos meses, con el congreso del Bloc de por medio, serán decisivos para el futuro de una coalición que oscila entre el valencianismo, el nacionalismo y algún tic proindependentista catalán. Aunque eso ya da para otro artículo, como la expansión (imposición en bastantes casos) del uso del valenciano como artillería electoral de futuro.

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