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El pacto de gobierno de Valencia se tambalea por el lado más insospechado

El PSPV pide una lógica que el alcalde Ribó no aplica. Luego, el PP hurga en la herida pidiendo al PSPV esa misma argumentación para otros casos que ya no le benefician

Los tiempos de sonrisas tras firmar el pacto han vuelto a dejar paso al distanciamiento

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H. G.

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Una pedanía es una entidad local menor dependiente de un municipio, que cuenta con alcalde propio. No es una localidad independiente, pero sí que tiene un rango mayor que un simple barrio por el hecho de disponer de esa alcaldía. Suele estar alejada del grueso del núcleo urbano. En la ciudad de Valencia existe una quincena de pedanías con regidor propio. Una de ellas, la más populosa, Benimàmet, ha logrado zarandear al equipo de gobierno bastante más de lo que había conseguido el fraude de la Empresa Municipal de Transporte (EMT) o las discrepancias sobre la ampliación del puerto en los meses anteriores.

En tiempos de mayorías absolutas de partidos suele coincidir la votación del vecindario de esas pedanías con la del conjunto de la ciudad. No obstante, en etapas de pactos como la que vivimos el pasado mandato y este, no tiene por qué. De hecho, el alcalde es quién decide el nombre de su homólogo pedáneo. Y el de Valencia, Joan Ribó, después de medio año de mandato, ha tomado la determinación de una alcaldía rotatoria en Benimàmet con el PSPV, la formación más votada en este espacio que linda entre Paterna y la ciudad del Miguelete. Y lo ha hecho sin negociación.

El PSOE-PSPV, que había preferido mantener un perfil bajo desde que las larguísimas conversaciones con Compromís para cerrar en julio, casi in extremis, el pacto de gobierno, ha saltado por medio de su portavoz y vicealcaldesa, Sandra Gómez, y ha pedido una reunión urgente del denominado Pacte del Rialto, nombre con el bautizaron los dos socios de gobierno a su acuerdo y que surgió ante la pregunta de cómo denominarían a esa entente, algo que, realmente, es innecesario.

La lógica del PP

El PSPV reclamaba la alcaldía de Benimàmet aduciendo ser la formación más votada en esta pedanía. Esa misma lógica la ha aplicado ahora el Partido Popular al emitir un comunicado en el que adelanta que llevará a pleno que en cada pedanía el alcalde o alcaldesa pertenezca al partido que haya obtenido más respaldo entre sus vecinos en ese ámbito geográfico. Es decir, que no sea el primer edil quien lo determine de manera directa, sino que, al igual que ocurre en entidades locales, no menores, lo escojan sus moradores.

La propuesta de la portavoz del PP, María José Català, implicaría que su partido gobernara en casi la mitad de las pedanías, ya que obtuvo más votos que el resto de formaciones en Massamarrochos, El Palmar, Poble Nou, Borbotó o el Perellonet. Y que el PSOE se quedara, efectivamente, con Benimàmet. Sin más, porque el resto recaería en Compromís.

La alcaldía pedánea puede resultar, para quien la dirija, una bicoca (curioso que ese sinónimo de 'algo fácil' provenga del nombre de una batalla) o un auténtico suplicio. En la práctica, poca capacidad de decisión tiene. Más bien ejerce de mediador, aunque si no tiene éxito en su intermediación puede verse obligado a elegir entre su vecindario o su partido.

Enfrentamientos y promociones en Compromís

Así ocurrió a principios de año con el alcalde de La Punta, Ignasi Vázquez, de Compromís, que se rebeló contra su coalición por permitir la ampliación de la ZAL del puerto de Valencia. O con Anna Batlle, alcaldesa de El Saler, en octubre, tras acusar a la edil Luisa Notario, de su misma formación, de coartar su libertad de expresión.

En cambio, en otros casos, como en el de Lucía Beamud, igualmente de Compromís, la alcaldía pedánea de La Torre-Faitanar el pasado mandato le ha servido para promocionar a un puesto destacado en la la lista municipal de su partido y a entrar como concejal de Valencia, con lo cual pasa de un puesto casi honorífico a otro altamente remunerado, como es el de edil.

Esta discusión ocurre en un contexto en el que las pedanías no viven por su mejor momento. Alejadas del cogollo del casco urbano, los problemas de dotaciones o de transporte, con asignación limitada de autobuses de la EMT y en la mayoría de los casos sin metro o tranvía, se multiplican. Y en las pedanías del sur, como Pinedo, El Saler o El Perellonet, la indignación vecinal se ha desatado ante la decisión de acortar la única carretera que las enlaza con Valencia, lo que asegura mayores retenciones y retrasos.

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