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No pienses en un elefante

Lo confieso, yo también he caído en la trampa. Yo también he estado una semana debatiendo con amigos y desconocidos sobre el ‘pin parental’

No pienses en un elefante

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‘No pienses en un elefante’ es la famosa frase que utiliza George Lakoff para explicar a sus alumnos cómo los políticos meten su marco mental a la sociedad. Aunque no queramos pensar en un elefante, la simple mención de la palabra ‘elefante’ hace que todos visualicemos sin querer el animal de grandes orejas y larga trompa.

Y ya hemos caído en la trampa. Lakoff explica con el ejemplo del elefante como el Partido Republicano de EEUU vende mejor y cuela su marco mental a la sociedad mejor que el Partido Demócrata, pero en el caso español sirve perfectamente para ver cómo la izquierda en general, y el Gobierno sanchista en particular, nos cuelan sus mensajes y sus debates mientras tapan con ello lo que verdaderamente importa.

Lo confieso, yo también he caído en la trampa. Yo también he estado una semana debatiendo con amigos y desconocidos sobre el ‘pin parental’ y si los padres son los responsables de la educación de los hijos. Hace una semana casi nadie sabía que era eso del pin parental y para el 99,9% de la población no era ninguna preocupación.

Vox lleva esta propuesta desde hace meses en sus programas y en algunas comunidades ya se han aprobado o se aplican medidas similares. Y a nadie le importaba un comino. Hasta que la ministra Isabel Celáa soltó el elefante con frase lapidaria incluida.

Nos han engañado como han querido. Nos han metido un debate artificial que sólo sirve para encabronar a la sociedad y para dividirla en bloques antagónicos, para generar tensión social y desplazar el debate político de lo pragmático a lo puramente ideológico donde la izquierda se mueve como pez en el agua vendiendo que ellos son el avance social y la modernidad frente a todo lo demás que es ultra, facha, franquista y carca. Y mientras todos comprábamos el elefante del ‘pin parental’, el Gobierno socialcomunista ha hecho y deshecho a su antojo en todo lo que ha querido y ocultado sus primeros incendios.

Mientras todos nos rasgábamos las vestiduras sobre si la educación de nuestros hijos es de los padres o del Estado, el FMI rebajaba las previsiones de crecimiento de la economía española y alertaba de que caemos más rápido que el resto de países. Mientras mandábamos mensajes de watsapp a favor o en contra del pin, el Gobierno de Sánchez desviaba la atención sobre la obscena colocación de Dolores Delgado en la Fiscalía para convertirla en un brazo más del poder sanchista.

Mientras discutíamos en redes acaloradamente sobre el adoctrinamiento en las aulas, el Gobierno de PSOE-Podemos cambiaba de política exterior y permitía la apertura de embajadas catalanas o se prepara para rebajar las penas del delito de sedición para que todos los golpistas condenados salgan de la cárcel y puedan presentarse a las elecciones (tras haber prometido en campaña justo lo contrario, pero ya saben de la afición de Sánchez por mentir continuamente).

Mientras había una competición entre dirigentes de la izquierda y de Vox para ver quién la soltaba más gorda sobre el pin parental, nadie habla del verdadero escándalo de que haya una trama de prostitución de niñas en los centros públicos de menores de Baleares (gestionados por otro gobierno de PSOE-Podemos-nacionalista).

O de que Irene Montero esté colocando de directoras generales a activistas que dicen que la heterosexualidad es mala o que directamente presumen de haberse acostado con sus alumnas menores de edad cuando eran profesoras (esto es inaudito, imaginad que lo dijera un hombre y del PP…).

En definitiva, soltaron su elefante y nos pusimos todos a pensar en él en lugar de ver lo importante. Y vendrán muchos más elefantes, esto sólo es el principio. Ayer ya nos metió Carmen Calvo el debate absurdo de cambiar el nombre del Congreso de los Diputados o la Constitución para hacerlo inclusivo (en fin…), y luego vendrá de nuevo el aborto para las menores, Franco y demás debates puramente ideológicos que generan posturas radicalmente enfrentadas donde la izquierda vende su dicotomía social entre el progreso que dicen ellos representar y todos los demás que no comulgan que pasan a ser los ultras. En nuestras manos está no caer en sus debates, en sus elefantes, y hablar de lo que verdaderamente importa.