Caza, una actividad antisocial
Un agricultor que estaba podando viñas murió como consecuencia del disparo que recibió por parte de un cazador que, al parecer, lo había confundido con un jabalí. ¿Cómo pudo ocurrir?
La semana pasada un agricultor que estaba podando viñas murió como consecuencia del disparo que recibió por parte de un cazador que, al parecer, lo había confundido con un jabalí.
Ante esta situación, yo me pregunto ¿cómo puede alguien confundir a una persona con un jabalí? Sólo se me ocurren problemas de visión. Y ante esta cuestión, me planteo otra, ¿cómo se le puede conceder licencia para disparar un arma a alguien que no ve bien y no puede asegurar con certeza contra quien dispara?
Se podría pensar que tal vez haya sido no la falta de visión, si no la de visibilidad. Ante esto, evidentemente, las dudas vuelven a surgir. ¿Cómo alguien, en condiciones de visibilidad reducida, dispara sin tener la certeza de que lo hace a su objetivo? Y, ¿cómo alguien, que es capaz de apretar el gatillo, sin importarle saber con seguridad a quién dispara, puede tener licencia de armas?
Se mire como se mire, no hay justificación alguna a las vidas que todos los años sesgan quienes hacen de la muerte una forma de diversión. Las estadísticas hablan de decenas de personas muertas cada año en nuestro país.
Algunas de estas muertes se producen por disparos propios, o a compañeros, pero en muchos otros casos debemos lamentar que, personas totalmente ajenas a la caza, que tratan de disfrutar del monte o del campo de una forma pacífica, pierdan su vida a por disparos de cazadores.
He comenzado hablando de muertes humanas, aquellas que a todos deberían importar, independientemente de que en su círculo de consideración incluyan o no a los animales no humanos.
Y sin embargo, ni siquiera estas víctimas son suficiente motivo para que quienes nos gobiernan trabajen por poner fin a este tipo de violencia. Ni siquiera son capaces de no posicionarse del lado de quienes la practican.
Algunos, para lavar su conciencia y tratar de justificar lo injustificable, hablan de caza social, como si poner un calificativo edulcorado a la violencia en nuestros montes y campos pudiese justificarlo éticamente.
Pero no, la caza nunca será social. Porque no pueden ser sociales las muertes a tiros de personas que están en el campo podando árboles, recogiendo setas o dando un paseo en bicicleta.
No puede ser social que un reducido porcentaje de la población durante unos meses todos los años secuestre los espacios públicos privándonos a quienes queremos disfrutar de ellos sin deteriorarlos de nuestro derecho a hacerlo.
No puede ser social el coste de oportunidad de privar a las zonas rurales de explotar negocios sostenibles al aire libre durante la temporada de caza.
No puede ser social la contaminación de nuestros suelos y aguas con plomo, ni el vertido de los plásticos de los cartuchos en nuestros espacios naturales.
Como tampoco puede serlo la muerte de animales por diversión. Más de 21 millones de animales con muerte registrada al año, según los últimos datos del ministerio de agricultura.
Sin contar los que quedan heridos y mueren agonizando días después, los que pierden a sus madres y mueren por inanición y los perros que son ejecutados por no resultar ya interesantes como instumentos de caza.
¿Qué de social tienen los perros ahorcados, lanzados a pozos o con el cuerpo lleno de plomo? ¿Y el dinero y tiempo que miles de personas y organizaciones en este país dedicamos a dar un final digno a estos animales?
No. La caza no tiene justificación alguna.
Ni siquiera con la verborrea de filigrana con que algunos tratan de justificar su falta de empatía.
La caza ni ha sido, ni será nunca social. La caza, se mire como se mire, es una actividad antisocial.
*Coordinadora de PACMA en la provincia de Valencia.