La ciudad no es para mí: Hablar en plata (y en pesetas)
Quizás los chalecos amarillos del vecino del norte, pasen a la historia del XXI. Tal es la importancia del campo, además de lo obvio.
Escuché el otro día -creo que en el programa de Carlos Alsina en Onda Cero- contar en pesetas a agricultores entrevistados con motivo de sus protestas, “apretando” como les pidió el inefable Iglesias. Es decir, en milésimas (0,06) de euro.
La peseta, incluida en el Diccionario de autoridades de 1737, no se acuñó sin embargo, y precisamente en Barcelona por su denominación (peça, peçeta), hasta 1808 aunque con una pieza equivalente a 2,5 unidades. La definitiva, de valor unitario, se acuñó un año más tarde, si bien no fue la moneda de curso legal española hasta 1868, caducando oficialmente como tal el 1 de enero de 1999.
De unas pocas pesetas de diferencia en costes de producción o en el precio de venta a distribuidores y comercializadores -es decir, de unas décimas de céntimo de euro- depende la permanencia o extinción de sus cultivos.
Y ¿porqué los agricultores la siguen usando en sus complicadas cuentas para sobrevivir? Lo explicaron con crudeza, “apretando”: porque de unas pocas pesetas de diferencia en costes de producción o en el precio de venta a distribuidores y comercializadores -es decir, de unas décimas de céntimo de euro- depende la permanencia o extinción de sus cultivos. Y, como corolario añado yo, la reducción de calidad medioambiental, la despoblación rural -mal y mediáticamente llamada España vacía o vaciada- el deterioro del paisaje, la pérdida de biodiversidad, la disminución de los depósitos naturales de gases de efectos invernadero … y tantos otros perjuicios para la humanidad que el irresponsable abandono del campo conlleva.
No se ha producido, cuando escribo, la anunciada protesta -¿o será escrache?- ente el domicilio del vicepresidente de lo social (recuerden lo que él dijo del escrache ante el de Saénz de Santamaría cuando ella ostentaba esa condición) de los agricultores extremeños que, hablando en plata, tildan de frívolo su comportamiento y discurso.
La revuelta popular de los campesinos del XVI, en el Sacro Imperio Romano Germánico, inició cambios relevantes en el mapa geopolítico mundial que, seguidos por los reconocimientos de propiedad sobre la tierra que otorgó la Revolución Francesa en el XVIII, culminó con la Revolución de Octubre y la peculiar versión maoísta del XX. Quizás los chalecos amarillos del vecino del norte, pasen a la historia del XXI. Tal es la importancia del campo, además de lo obvio.
El pequeño detalle que me desconcierta, que no acierto a comprender, es que el Zar o el Emperador, mutatis mutandis, ahora y aquí, no es otro que el Gobierno (de no ser que le quieran colocar el marrón al Monarca en su permanente e indisimulado hostigamiento a la Corona). Y me asombra el cinismo de instigar contra uno mismo. Salvo muy perversas intenciones finalistas, claro está. Como me asombra el de UGT, sindicato mayoritario por ejemplo en el agro valenciano, tildando de terratenientes a sus propios asociados.
Hablando en plata y en pesetas, estas protestas del campo, le pueden costar un disgusto y una pasta al conjunto de urbanitas y niñatos que rodean y acogotan al presidente Sánchez. Y a él también.