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Arrimadas lo tiene todo menos mensaje; Igea falla en que no es Arrimadas

Ciudadanos afronta un fin de semana decisivo para su supervivencia, ya que elegirá a la presidencia y al equipo que lo dirigirá en un futuro muy incierto

El equipo de Arrimadas en Valencia

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Inés Arrimadas, portavoz de Ciudadanos en el Congreso, arrasó en la elección de compromisarios a la asamblea general de su partido, que se celebrará los días 14 y 15 de marzo, y posiblemente ganará en las votaciones para escoger la futura presidencia de la formación, que se desarrollan este fin de semana. Lo hará frente a un rival de cierto peso, el vicepresidente castellanoleonés Francisco Igea, y ante un tercer contrincante que parece un convidado de piedra; Joaquín Aparici, quien ya quedó excluido del debate en la web del partido.

Y Arrimadas vencerá porque resulta la candidata, por sus características, casi perfecta: con tirón, altísimo grado de conocimiento a nivel nacional, capacidad oratoria contrastada, carisma, arrestos para enfrentarse a sus rivales, telegenia... Ciudadanos ha contado con la suerte, o la habilidad, de la que pueden presumir muy pocos partidos, de disponer de un plan B, de una líder igual o incluso con más tirón popular que la persona que se ha ido.

Hasta aquí todo evidente para la inmensa mayoría de cargos, afiliados y simpatizantes, que se encomiendan al posible gancho de Arrimadas -reafirmado con su histórica victoria en Cataluña que se vio ligeramente empañada por renunciar a competir a la Generalitat desde el Parlament, aunque hubiera perdido- para salvar la marca y el futuro de un partido que bordea el precipicio del hundimiento definitivo.

¿Qué falla?

Pero algo falla. Y es el discurso adoptado por Arrimadas: el mismo que repitió hasta la saciedad su expresidente, Albert Rivera, y que provocó que su partido acabara desquiciando a gran parte de su anterior electorado y se derrumbara de 57 a 10 escaños. Parecen clonados o una mera continuidad. Un discurso que parte de sus orígenes en Cataluña y que prima esa visión catalanocentrista de antagonista del independentismo sobre cualquier otro factor que pueda tener más enganche o pragmatismo en el resto de autonomías, sobre todo las que no son la madrileña.

Ese mismo discurso que implícitamente también reconoce al PP como "socio preferente" -¡Qué gran error esa expresión para un partido que se presupone de centro!-, que golpea sin tregua al gobierno socialista y que considera "crear baronías" -otro tópico peyorativo- el hecho de permitir que la afiliación valenciana, gallega o murciana -con una idosincrasia distinta a la catalana- pueda escoger a sus dirigentes provinciales.

Arrimadas ha alargado en estos cuatro meses el mismo discurso estridente de Rivera, que chirría entre gran parte del electorado de centro. Y mantiene idéntico tic presidencialista en un partido que ha pasado de multiplicar sus afiliaciones a perderlas, que ya ilusiona lo justo. Ahora no le sobra base ni aspirantes a militante o a cargos.

La coyuntura resulta distinta y más bien la supervivencia de Ciudadanos pasa en la actualidad por empezar conservando lo que tiene. Y para ello un factor fundamental lo constituye la capacidad de ilusionar e implicar. Y eso no se logra únicamente feminizando la cúpula del partido.

Inés versus Paco

Por tanto, Inés anima como figura, como política, y no tanto por el mensaje continuista con un ominoso pasado cercano. Frente a ella tiene a un líder castellanoleonés, Francisco Igea, con un discurso bastante más centrista, alejado relativamente del PP, que procede de la España real, no exclusivamente catalana, y que insiste en dar más poder de decisión a las autonomías. Y que queda totalmente opacado por el carisma de Arrimadas. Lanza un mensaje de cambio respecto a la línea que llevó del éxtasis electoral al más sonoro de los fracasos, un argumento con peso lógico, pero carece del grado de conocimiento, tirón popular y respaldo de la cúpula que exhibe Inés.

Momento decisivo

Esta pugna se produce en un momento extremo para Ciudadanos, que se juega en el envite ni más ni menos que su supervivencia. Y gane quien gane este fin de semana tampoco la tendrá garantizada, porque la o el vencedor deberá rearmar la formación, ilusionar a las bases y, sobre todo, recuperar la marca como producto electoral ganador. Todo ello en un lapso de tiempo corto para que las primeras previsibles fugas a otros partidos no se conviertan en desbandada.

¿Qué es mejor: una líder con un discurso que se ha demostrado agotado o un candidato con un mensaje que cambia el de la dinámica negativa pero que carece del carisma de su oponente? La militancia de Ciudadanos lo determinará en un plebiscito que puede no haber servido para nada en unos meses si quien gana no sutura heridas con rapidez y, sobre todo, motiva a las alicaídas bases.