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La semana en que Ximo Puig desbarató su argumentario político de president

El máximo responsable del Consell ha sustentado su discurso en tres grandes cuestiones. Estos días ha adoptado decisiones que las ponen en entredicho

La rueda de prensa de cancelación de Fallas y Magdalena que pasará a la historia

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El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ha cimentado sus ya casi cinco años de mandato principalmente alrededor de tres líneas básicas: singularizar la Comunidad Valenciana del resto de autonomías, reivindicar la mejora de la financiación y atribuir a esta situación la imposibilidad de acometer inversiones en sectores clave, y achacar a anteriores gobiernos del PP los fallos o problemas "heredados". Esta semana decisiva, la que toca adoptar decisiones y no limitarse a la retórica, la que perfila o desdibuja a un gran líder, ha echado, en la práctica, al traste su argumentario de cinco años.

La singularidad de la Comunidad Valenciana no la ha demostrado en la agilidad en la toma de medidas para afrontar la crisis del coronavirus. Sus determinaciones han ido constantemente a rebufo de lo que dictaba Madrid o de lo que se anticipaban otras autonomías, como el País Vasco o Cataluña. Las circunstancias de la Comunidad Valenciana, donde se produjo la primera defunción por Covid-19 certificada, no son las mismas que las de la Comunidad de Madrid, cuya presidenta, al igual que el lehendakari, se adelantaban a las valencianas. Aunque sea por la rapidez de la propagación del Covid-19, según los datos oficiales.

El aviso desatendido de Vanaclocha

Puig suma a la expansión del virus la decisión crucial de qué hacer con Fallas y Magdalena. La subdirectora general de Epidemiología, Herme Vanaclocha, ya avisó el 26 de febrero de la posibilidad de suspensión de las Fallas. No hubo más respuesta por parte del Consell, que se ciñó al discurso oficialista de Madrid y de los acreditados expertos que durante semanas han estado repitiendo que el coronavirus era menos dañino que una gripe y que bastaba lavarse las manos bien y taparse con reverso del codo al toser o estornudar para protegerse o no contagiar.

Ese argumento lo repitieron hasta la extenuación todos los portavoces gubernamentales, y se seguía a pies juntillas en la Comunidad Valenciana, hasta que transcurrió la multitudinaria manifestación del domingo 8 de marzo. A partir de ahí cambió el discurso y los datos oficiales de transmisión del virus se dispararon, sobre todo en Madrid. Y mientras principalmente la comunidad autónoma madrileña empezaba a adoptar rápidas medidas de emergencia, los medios nacionales comenzaron a comparar sus restricciones con el ambiente lúdico prefallero que se respiraba en Valencia. La antítesis.

La suspensión: noticia nacional

Y las Fallas y su previsible suspensión se convirtieron en noticia nacional, sin que los colectivos de esta fiesta y los de la Magdalena hubieran recibido aviso o advertencia alguna durante estas semanas, desde la intervención de Vanaclocha que quedó en una especie de oasis de alerta. La suerte ya estaba echada, aunque ni asumida ni anunciada por quien tenía la potestad para decidir.

Con las Fallas convertidas en epicentro informativo, la suspensión pidiéndose a golpe de telediario estatal y la alerta disparada, Puig, en una comparencia definida por la especialista en comunicación no verbal Sonia El Hakim como una chapuza, asumía públicamente, a las diez de la noche del pasado martes 10 de marzo, el retraso de las fiestas valenciana y castellonses. Con el alcalde de Valencia, Joan Ribó, ausente de esta reunión y en la ópera, para acabar de rematar esta especie de vodevil.

Gestión de expectativas

Que suspenda la fiesta constituye una decisión comprensible en el estado de alarma actual y de cambio de discurso, pero, también, en la práctica, supone una pésima gestión de expectativas. Si el discurso de precaución lo hubiera alimentado desde la advertencia de Vanaclocha, la sociedad, y sobre todo el colectivo implicado, lo habría ido digiriendo, asumiendo y naturalizando.

En lugar de hacerlo así y de ir sembrando la posibilidad apelando al ejemplo de Venecia, el Consell prefirió eludir el tema y mirar hacia otro lado mientras los monumentos falleros se plantaban en Valencia y las mascletàes congregaban, con la anual costumbre, a decenas de miles de personas. Al final, en la práctica, fue Madrid quien decidió que las Fallas no se celebraran, con la aquiescencia de Puig y la ausencia de Ribó. La singularidad valenciana, o la capacidad de marcar su propia agenda al margen de convocar elecciones por su cuenta, ha quedado totalmente desdibujada.

Sin excusas

Por otro lado, hasta ahora, a lo largo de los cinco años de mandato, el Consell siempre se ha escudado en la "herencia recibida" y en la falta de financiación adecuada para eludir responsabilidades en el constante deterioro de la sanidad, con falta de plantilla e incremento de listas de espera en atención especializada y para intervenciones quirúrgicas, y las carencias crónicas en la educación, con recortes todavía vigentes entre el profesorado en horas lectivas y con unos barracones que se eternizan sin que sean reemplazados por construcciones estables.

No obstante, ante la crisis del coronavirus ni la "herencia recibida" de los gobiernos del PP -han pasado ya cinco años- ni la infrafinanciación podían atenuar una decisión que correspondía únicamente al actual ejecutivo autonómico. No podía eludirla ni atribuir sus consecuencias a otros factores. Debía demostrar que un gobernante, además de para exhibir su capacidad oratoria y para situar a sus afines en cargos de responsabilidad bien remunerados, ha de tomar decisiones.

El célebre escritor Paulo Coelho describe a la perfección ese momento que define o desdibuja a un responsable público: “Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio; En ese momento, no sirve de nada fingir que no pasa nada, ni disculparnos diciendo que aún no estamos preparados. El desafío no espera. La vida no mira hacia atrás".

El líder, quien lo tiene claro, lo demuestra, como bien lo reflejaba el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry al señalar que “el mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va". No obstante, en este caso, el retraso en adoptar decisiones recuerda a la sentencia del célebre empresario del automóvil de origen italiano Lee Lacocca: “Incluso una decisión correcta es incorrecta cuando se toma demasiado tarde”. La cronémica o gestión del tiempo, que explicaba Sonia El Hakim. Lo que diferencia la oportunidad de la inoportunidad. Y en tiempos difíciles resulta más necesario que nunca que quien gobierna se anticipe a los hechos y haga algo más que ocupar un cargo de representación.