Mis crónicas desde el confinamiento: VERDE (o del Rey abajo ninguno)
La maniobra simultánea contra la Monarquía (¡VERDE! Ya saben, Viva el Rey de España) es de una bajeza moral, de una cobardía y de un riesgo para la estabilidad de España, sin precedentes.
Créanme que no soy monárquico. Lo fue mi abuelo paterno, pero carlista y requeté. Tal vez esos dos términos no digan gran cosa al lector joven (si lo hubiera) y tal vez poco les diga la referencia a Rojas Zorrilla, que si viviera cumpliría unos pocos más de cuatrocientos años. Tampoco soy D. García, claro está, y -miren por donde- luché de joven contra Franco hasta dar con mis huesos en un cuartel de la Guardia Civil. La Benemérita de la que hoy me enorgullezco.
Así que estas cosas no resultan tan sencillas como sugieren los estúpidos e irresponsables movimientos y eslóganes del gobierno y sus adláteres, científicos esbirros incluidos. Tampoco, es obvio, como pretenden los miles de ocurrencias fruto del enfado más que comprensible, que llegan en catarata a nuestros aparatitos “inteligentes” (más que los primeros lo son, sin duda alguna). Y en medio, nosotros, como “cagalló per séquia” (o “como puta por rastrojos” y que se ofenda quien desee, que no está en mi ánimo hacerlo a nadie), aunque confinados.
Cuánta contradicción subyacente suscita este aislamiento forzoso y forzado que los españoles soportamos con el corazón en un puño. En el puño socialista. Y sin rosa alguna por cierto, pese a que las dejen a la puerta de las farmacias los resignados floristas andaluces. Pregúntenle a Miguel Durán que, con su habitual ironía, no “ve” muy propias algunas medidas y lo ilustra con el amor de pareja y la movilidad urbana. O a los aplaudidos sanitarios que evidencian su ostracismo independiente y claman contra el buenismo letal que Sánchez practica.
¿Advirtieron al monarca de la cacerolada cuidadosa y subrepticiamente amañada por los mismos correctores institucionales de sus palabras?
La maniobra simultánea contra la Monarquía (¡VERDE! Ya saben, Viva el Rey de España) es de una bajeza moral, de una cobardía y de un riesgo cierto para la estabilidad de España, sin precedentes. Un viaje a Cuba absolutamente inoportuno, desplantes y gestos hostiles por doquier, apoyo cero ante insultos y reprobaciones institucionales que nunca un Jefe de Estado ha tenido que soportar. Hasta llegar al papelón de su dictada intervención de ayer en secuestrado apoyo de un gobierno que le tiene en la diana, y de la incierta temporalidad (o tempora o mores) que es la postrer añagaza del pinoccio que gobierna.
¿Advirtieron al monarca de la cacerolada cuidadosa y subrepticiamente amañada por los mismos correctores institucionales de sus palabras? ¿Qué clase de españoles son los que, como borregos, se apresuraron a seguirla? Díganmelo ustedes, que yo ando confundido con mis activos vecinos y toda esta suerte de esporádicas salidas al balcón?
¿Es de recibo que el infecto vicepresidente Iglesias arengue en contra del Jefe del Estado, impunemente amparado en la libertad de expresión que no admite cuando -raramente- cambia de sentido y le cae de lleno? El mismo que, inexplicablemente y de forma una vez más tramposa, conocerá –y utilizará en su ilegítimo beneficio- secretos de estado. ¿No se llama a esto traición desde Plutarco a Maquiavelo y Clausewitz? ¿No es objeto de cese inmediato en un Estado de Derecho? Social y democrático, of course.
¿De qué se cachondea ese Rufián que alardea de apellido y lo practica con denuedo de charlatán impenitente y obtuso? Más útil sería ayudando a sus antiguos compañeros de fatigas laborales -no creo que los recuerde desde que pisa moqueta- y renunciado a sus pingües emolumentos como diputado en las Cortes españolas (si así fuera salgo otra vez más al balcón y aplaudo hasta con las orejas)
El mantenimiento de Simón como oráculo científico -que tiemble Juan Joya (Risitas), porque éste lo manda al paro antes que el propio corona virus- el mejor indicador de la torpeza del Gobierno
Pero el cinismo institucional, la traición institucional a la altura de la famosa exclamación cesarista (el “tu quoque” que Suetonio creyó fábula, o la de las vergonzantes tragedias shakespearianas) le ha tocado perpetrarlo a la portavoza gubernamental (la portavoza andaluza, para seguir a la vez con símiles literarios y perversión lingüística) poniéndose de perfil como si los españoles fuéramos idiotas (cierto que no faltan motivos para pensarlo) y no supiéramos de las limitaciones constitucionales del Jefe del Estado y de su sujeción al gobierno de turno.
El blanqueo de Ábalos, todavía positivo en el Delcygate, y su gestión del transporte público desde la sala de mando, es factor de riesgo muy superior a cualquier vulnerabilidad ciudadana. Y el mantenimiento de Simón como oráculo científico -que tiemble Juan Joya (Risitas), porque éste lo manda al paro antes que el propio corona virus- el mejor indicador de la torpeza del Gobierno.
Pues así nos va y así se lo voy contando.