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Mis crónicas desde el confinamiento: Chulería presidencial

La comparecencia que por estilo y duración, me evocó las peroratas castristas, plagada de datos, cifras y sofismas, hasta confundir causa con efectos y retorcer la realidad...

El presidente Pedro Sánchez en su última comparecencia.

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No se habían apagado los ecos de las cacerolas y alguna acusación grave lanzada a voz en grito contra el Gobierno, desde balcones que una hora antes aplaudían como cada día al personal sanitario y de servicios, y a las fuerzas de orden, cuando el presidente Sánchez irrumpía en nuestro confinamiento, ajeno al estruendo que envolvía el barrio valenciano de clase media que habito.

No lo esperaba. Pese a que la convocatoria recorrió ligera las redes sociales, a menudo acompañada de la correspondiente aplicación virtual -todo parece ser virtual ahora, menos la rabia; menos las muertes-, suele corresponder a los que ahora son objeto de protesta, la “emoción” del ruido subversivo y su soporte organizativo.

Poco le importó al soporífero mandatario que desgranaría -monitor mediante- el enésimo discurso autocomplaciente, en apariencia inspirado por su gurú Redondo, en situaciones extraídas de la numerosa y arquetípica filmografía de crisis en la Casa Blanca. En modo de comandante en jefe. ¡Qué paradoja!

La enfermiza y obsesiva costumbre de compararse, de referirse a sí mismo (como, donde y cuando sea), de hacer de todo, hasta de la tragedia, una Champion League, le hizo dar el traspiés autoritario de la regañina a los que le critican...

Habrá lector que considere esta crónica incompasiva en exceso y que, cual Ulises abducido, arguya el hipócrita llamamiento a la unidad que se repite como mantra gubernamental. ¡Faltaría más! Adalid de la mentira, agitador del conflicto y de la disolución de España, nunca llamará a las cosas por su nombre. Ni dirá lo que hace, ni practicará lo que dice. No es de mi interés sumarme a los profesionales del alarmismo -que los hay sin distinción de ideologías- pero menos aún, enrolarme en el buenismo progresista, ni militar en la obediencia de lo políticamente correcto. A nadie ofenderé por expresarme, con libertad y con la contundencia de la palabra, sin ánimo siquiera de sumar o convencer. Sólo por higiene mental, ahora que la física está garantizada.

Pensé titular “payasada presidencial”, mientras asistía a una comparecencia que por estilo y duración, me evocó las peroratas castristas durante mi época habanera de apagones y “chispetrén”, plagada de datos, cifras y sofismas, hasta confundir causas con efectos y retorcer la realidad para adaptarla a su modelo, con la determinación (y la crueldad) propia del lecho de Procusto. Erigido en oráculo, en profeta y salvador. Sin apearse de la primera persona que debiera emplear, solo para entonar el mea culpa. Ya habíamos oído a Duque, el ministro “botarate” y cercano, sacar pecho por el temprano trabajo de nuestros expertos de verdad y el caso omiso de Risitas (o Rizitos) y sus mariachis.

La enfermiza y obsesiva costumbre de compararse, de referirse a sí mismo (como, donde y cuando sea), de hacer de todo, hasta de la tragedia, una Champion League, le hizo dar el traspiés autoritario de la regañina a los que le critican (ya llegará el momento de ajustar cuentas, vino a decir; y conste que en eso estamos muchos de acuerdo) para acabar deslizando la muy peligrosa especie de la vigilancia interciudadana. Cuidadito que así empezaron las SS con los judíos, y los CDR cubanos con los “gusanos” disidentes (repudios llaman allí a los escraches institucionales contra la disidencia, Damas de Blanco incluidas). Tamaña imprudencia la de invitar a los españoles a denunciar a sus vecinos, e impropia de un dirigente democrático. La violencia institucional del Estado, en concurrencia con la justicia, ya vela por el orden público, más aún cuando nos encontremos, se quiera o no -presuma también de ello Presidente- ante el mayor recorte de la historia de la democracia. El de las libertades de los españoles.

Tal vez sea distinto el caso de los secesionistas juzgados, condenados y presos. Pescadores furtivos en este río revuelto y envenenado, habituados a navegar entre turbulencias y traiciones, estudian sacar tajada en nueva y sofisticada versión de árbol y nueces de imprescindible complicidad.

Cuando a la pregunta enlatada -conocida y consentida- de ESdiario, contestó con la retahíla de los meses del año, sin gesto de autocrítica, sin ánimo alguno de disculpa o de perdón, cambié el sustantivo del encabezamiento.

Largo, oscuro, vacío y casi intimidatorio … y con cacerolas por fanfarrias, que esta vez, mire usted por dónde, no se oyeron en la tele.

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