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Mis crónicas desde el confinamiento: Gobierno de concentración

Haría bien el ensimismado Presidente tomando alguna nota. He apreciado un cierto cambio de registro, una empatía tibia, un amago de humildad, un acercamiento al adversario...

Mis crónicas desde el confinamiento: Gobierno de concentración

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Andaba yo recopilando información para escribir esta enésima crónica de mis entretelas (celebraremos juntos la última si todavía me soporta algún lector), cuando se ha sustanciado la “amenaza” de nueva comparecencia de Sánchez a través de la caja tonta, con el presagio inevitable de que será mil veces reproducida -a favor y en contra- por diligentes “influencers” domésticos, y profusamente difundida en las muy activas redes sociales. Distinguiendo, con dificultad, entre lo

cierto (poco) y lo falso (casi todo lo es), la información objetiva y la legítima opinión, el grito de impotencia y el de supervivencia (que a menudo coinciden y se identifican).

He de reconocer que he apreciado un cierto cambio de registro. Hasta donde su propia y patológica personalidad (“mi carrera política”) le permite, una empatía tibia, un amago de humildad, un acercamiento al adversario, y un tímido movimiento de rectificación, la han caracterizado esta vez. Y no abusaré del recurrente “tarde y mal”. Hoy apuesto por el “mas vale tarde que nunca”. Aunque

sin pamplinas ni olvidos, vigilantes y memoriosos.

No esperaba yo que Sánchez nombrara la bicha, es decir los Pactos de la Moncloa, con tanto desparpajo

Este asunto de la concentración ha saltado a la palestra en los últimos días y no esperaba yo que Sánchez nombrara la bicha, es decir los Pactos de la Moncloa, con tanto desparpajo, apenas blindado por un par de breves llamadas telefónicas (y una tercera, por lo sabido, no atendida) a la oposición. A quien emplaza, por cierto y a la vez, a aparcar críticas y diferencias en pos de una beatífica unidad. Rara manera de anunciar, o confesar, preteridos consensos.

Recordaba algún sesudo y reciente artículo de opinión reivindicando gobierno de unidad nacional sin evitar un tono utópico, y una multitud de memes, airados unos, buenistas otros, señalando sus presuntas necesidad y eficacia. Cuando me he encontrado con el curioso y nuevo manifiesto -ya encabezó Joaquín Leguina con Redondo y Borbolla otro, sin éxito, en noviembre pasado contra el

pacto de gobierno- que Vozpópuli aireó ayer, añadiendo de su propia cosecha el calificativo, hoy tan al uso, de fascista a los oprobios del estado de alarma que contiene un razonado escrito.

Amparados en su común conocimiento de la economía, esa gobernanza de la casa y de la tierra, en su acepción primigenia, cuatro mayores -ancianos, sin eufemismos- discrepan del confinamiento salvaje, deslizan denuncia de criminalidad responsable por los fallecimientos, mientras abren una vía de epicúrea esperanza. Me sorprende la firma de Juan José R. Calaza, conocido discrepante en la doctrina oficial del euro. Menos, la del profesor Andrés Fernández Díaz, antiguo colaborador de Adolfo Suárez y permanente servidor público. Nada, la de socialistas de pro y larga trayectoria como el citado Leguina y Guillermo de la Dehesa.

Porque haría bien el ensimismado Presidente (cuántas veces nos lo recuerda … o se lo recuerda a sí mismo; no sé, es como si no lo asumiera más que en lo superficial) tomando alguna nota. Quizás ya lo ha hecho a la vista de lo hoy escenificado. Quizás, incluso, todo forme parte de una maniobra de inteligencia marginal. Aunque no lo creo así.

Me asombra que se fabrique material tan repugnante como el de la nauseabunda marca “spanish revolution. Así son, aun con el agua al cuello.

Me asombra que, a la vez, esa maquinaria propagandística que desde palacio se controla y en la que participan, entusiastas, TVE y los llamados medios afines, fabrique material tan repugnante como el de la nauseabunda marca “spanish revolution”. Y cito, de nuevo, la fábula de la rana y el alacrán. Así son, aun con el agua al cuello.

Mientras, el pobre Simón nunca llora porque, como el de la canción popular, “él no es de esta pirroquia” y la consellera de Sanidad de Puig balbucea en un sillón que reduce a la nada su estatura política, ríe histérica y torpemente la “trabajadora” ministra Yolanda Díaz. Más seriedad por favor. Y más compromiso.

Hemos entendido el mensaje. Volverán las oscuras golondrinas … Y los “hombres de negro” que, esta vez, nos encontrarán de luto nacional.

"Hoy, no sé si al Alba, ha muerto Aute".

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