Mis crónicas desde el confinamiento: La vida primero
Todo lo demás son pamplinas. Se llamen pactos de la Moncloa o coronabonos, se pinte como se pinte. Porque ya se han pintado de luto los corazones de los españoles.
Me he esforzado, querido lector, por encontrar un titular de “unidad” y consenso … pero ni por esas. Hasta mi mascota virtual dice que le suena a Trump (con o sin mascarilla). Y es que a mi mascota virtual se le ha pegado la poca vergüenza de Sánchez y su gobierno. Unidad, pero en torno a mi, consenso con lo que yo proponga …
Y ahora un nuevo mantra: la “desinformación”. ¿Desinformación? … anda ya. Desinformar es no informar, no informar de cifras reales y planes ciertos; no informar de errores e indecisiones; no informar de peticiones y ofrecimientos; no informar de las intervenciones completas de Casado, de Abascal o de Edmundo Bal (el Abogado del Estado que debiera avergonzar al presidente con su simple presencia en la Cámara); no informar de la verdad cotidiana simplemente.
Desinformar es enhebrar discursos tan largos como vacíos para irrumpir en los hogares del odioso confinamiento; decir una cosa y hacer la contraria; llamar bulo y odio al menor atisbo de crítica; retorcer el lenguaje hasta el maltrato; citar la muertes por cifras y no por almas
Desinformar es no informar de que el himno de España suena todas las mañanas en IFEMA entre aplausos; no informar de la planetaria asesoría de Leire Pajín en el Comité científico; del ascenso a Subdirector General y correspondiente subida de sueldo del execrable Simón; del nombramiento de asesora de la vicepresidencia amiga de la hija de Verstrynge; del de embajadora "observadora permanente” en Washington de Carmen Montón (de máster fraudulento y nefasta gestión sanitaria en la Comunidad … ¿peor que la de Barceló? … ¡análoga!).
Desinformar es pretender borrar la hemeroteca, la videoteca y hasta el NODO (que por cierto asemeja cada vez más a la TVE); enhebrar discursos tan largos como vacíos para irrumpir en los hogares del odioso confinamiento; decir una cosa y hacer la contraria; llamar bulo y odio al menor atisbo de crítica; sustituir la memoria de la herida todavía abierta por la histórica; retorcer el lenguaje hasta el maltrato; citar la muertes por cifras y no por almas; comparar EEUU con España y “olvidar” que nuestra población es siete veces inferior.
Desinformar es injuriar a la presidenta de Madrid en sede parlamentaria; es mentir con respecto al acuerdo empresarial con la renta básica; es ocultar entre risas histéricas el número de ERTEs; es titubear sobre el concepto de pandemia; es hablar de la reducción de las apuestas, del consumo de combustible, los muertos de carretera (¿cuándo toca hacerlo del previsible aumento de natalidad de finales de año y principios del próximo?); o es dejar de hacerlo del estado de salud (Dios la proteja) de Carmen Calvo y de todos los afectados de rango político o próximos a ellos.
Toca expulsar del gobierno a los ministros de Podemos, por traidores a España o por incompetentes. Toca expulsarlos como medida propedéutica y como emergencia sanitaria.
Desinformar es también, querido ministro filósofo en cap del Mando Único, señor Illa, usar el término “preveyendo”, autoconstatando su precariedad intelectual ya tan demostrada.
Así que déjense de truquitos con el Whatsapp ajeno y de reactivar la Junta Nacional de Censura -¡les pone tanto el franquismo!- y (hoy sí, déjeme escribirlo Director) váyanse a la mierda.
Toca expulsar del gobierno a los ministros de Podemos, por traidores a España o por incompetentes. O por ambas cosas a la vez. A Iglesias el primero, por sus indisimuladas e ilegítimas ambiciones, por el vergonzoso y permanente espectáculo que muy ufano protagoniza. A su señora Montero por convalecencia imprudente prolongada. A la gallega Díaz, por torpe, mentirosa y autoritaria. A Garzón por simple y a Castells -¿no había uno con ese nombre?- por desaparecido. Toca expulsarlos como medida propedéutica y como emergencia sanitaria.
Todo lo demás son pamplinas, se llamen pactos de la Moncloa o coronabonos, se pinte como se pinte. Porque ya se han pintado de luto los corazones de los españoles. Porque era la vida primero, pero lo es, ahora, la muerte.
Merecemos pasar a la fase de alivio. La expulsión de Podemos del Gobierno resultaría un indicio, como el gris oscuro, o los topos y listados blancos sobre negro de los lutos convencionales, como cuando acompañábamos y enterrábamos dignamente a nuestros muertos.