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La negación del luto como estrategia

Enciendes la televisión y las personas fallecidas no son más que una estadística diaria, sin caras, sin nombres, sin historias detrás que contar

Pedro Sánchez no cambia su vestimenta ni estos momentos de luto nacional

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En una crisis tan grave como la que estamos viviendo, a mucha gente le sorprende que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, haga todas sus apariciones públicas con traje azul marino y corbata roja como si estuviera en una situación cotidiana. En la comunicación de crisis es importante no sólo lo que se dice, el contenido, sino también el cómo: los gestos y la vestimenta.

Por eso nos choca tanto que a la ministra de Trabajo o al ministro de Transportes les entre la risa floja o se dediquen a hacer bromas en un momento tan grave. Y sorprende todavía más que Sánchez se resista a optar por una vestimenta más sobria o de luto ¿Estará el presidente pasando por alto algo tan básico en su comunicación?

En absoluto, que Sánchez no opte por la corbata negra no es en ningún momento un despiste o un fallo de comunicación. Es una estrategia totalmente deliberada. Un producto de marketing como lo es Pedro Sánchez nunca deja su ropa al azar, y menos aún en un momento tan crítico como este en el que todas las miradas están sobre su persona. Esto es más evidente si tenemos en cuenta que el presidente no ha tenido problema en exhibir ese luto, con lazo negro junto al logo del PSOE incluido, ante atentados terroristas cometidos en el pasado, como los islamistas de París. ¿Por qué ahora niega ese luto?

La negación del luto no es más que una obscena pretensión de la comunicación del Gobierno por quitar importancia a una situación que ya ha ocasionado 18.000 muertos. Todo lo que tiene que ver con la magnitud de la tragedia que estamos viviendo, que a nivel de víctimas sobrepasa cualquier atentado, accidente o catástrofe sufrida en España desde la Guerra Civil, se intenta reducir para que el ciudadano de a pie no tome verdadera conciencia de la tragedia. Toda la comunicación del Gobierno y de sus satélites mediáticos, especialmente de las televisiones regadas para tal fin de millones públicos, va encaminada a ese camino.

Enciendes la televisión y las personas fallecidas no son más que una estadística diaria, sin caras, sin nombres, sin historias detrás que contar. Ya no es que no nos enseñen foto de la tragedia, es que ni siquiera hay en televisión testimonios que transmitan el dolor por un familiar o amigo fallecido. La impersonalidad total busca esconder la tragedia, el luto, y quitarle importancia, todo reducido a una simple cifra.

Curioso que pase esto cuando ante otras tragedias teníamos entrevistas en directo de familiares afectados llorando ante las cámaras. Incluso la retransmisión en directo de cómo se llevaron a Excalibur, el perro fallecido por ébola. En aquel momento las televisiones sí se esforzaron en poner cara y ojos a la tragedia de un perro muerto.

Toda esa impersonalidad se acompaña de noticias de dulcificación de la situación. Ves el telediario y parece que el confinamiento sea una fiesta, algo súper divertido. Los médicos bailan y aplauden en las UCIs y hasta TVE ha hecho una comedia para mostrarnos lo bien que nos lo pasamos. No, no es divertido llevar más de un mes encerrados, perdiendo el trabajo y viendo pasar la vida. Una cosa es el necesario mensaje de esperanza que toda sociedad necesita para salir de una crisis, y otra bien distinta una realidad edulcorada chachi piruli.

Lo negativo, por cierto, sólo sale para hablar de lo que pasa en otros países, como EEUU o el Reino Unido. Ahí no hay problema en sacarnos hasta imágenes de una fosa común para que veamos la magnitud de la tragedia. O en explicarnos con pelos y señales las cagadas que han cometido sus gobiernos en la gestión de la crisis. Ahí la tragedia sí es dura, descarnada, porque ahí gobiernan los malos malísimos Trump y Boris Johnson. Algunas televisiones dedican más tiempo a analizar los problemas de esos países que los de España, donde no pasa nada malo y quién ose criticar es un facha bot de ultraderecha que no quiere arrimar el hombre.

Pero cuando uno intenta ocultar el dolor y el luto para vender una situación menos grave, lo único que consigue es postergar el duelo, no acallarlo. El dolor tarde o temprano acabará saliendo por algún lado. Y por eso surgen personas como Enriqueta Cuchillo que le ponen cara, voz y ojos, y con su testimonio que va circulando más rápido que el propio virus por los watsapp y las redes sociales desmonta todo este mundo de piruleta de feliz cuarentena del tándem Gobierno/TV. O de repente a un medio le da un ataque de periodismo y decide mostrar la cruda realidad, como las portadas de El Mundo con fallecidos, muy duras sí, pero reales de lo que está pasando ahí fuera, y se cae todo el castillo de naipes de azúcar.

La negación del luto como estrategia, en mi humilde opinión, es un error, y los acólitos de Sánchez podrán decir que el luto da igual, que es secundario o que lo importante son las medidas que se anuncian, pero ellos mismos son plenamente conscientes de su propia falacia porque el luto lo han practicado en otras ocasiones menos graves que esta. Al final, el dolor acaba saliendo a la superficie. Y 18.000 personas es mucho dolor como para taparlo.