Por qué lo llamamos confinamiento y no encierro o reclusión
Ni mucho menos se trata de la palabra que mejor define la situación, pero tiene connotaciones que ayudan a sobrellevarla mejor que si pronunciáramos el término más preciso de reclusión
La palabra confinamiento tiene visos de convertirse en el vocablo de 2020 dentro del concurso anual que convoca Fundéu. Ha pasado de no tener prácticamente uso coloquial a transformarse en un término que hemos interiorizado, asumido y, sobre todo, expresado para hablar de la situación actual.
Y lo hemos hecho a base de repetirlo machaconamente el gobierno y de adaptarlo como propio la mayor parte de medios de comunicación en sus artículos y reportajes. De ahí a expandirse y a formar parte de nuestros diálogos cotidianos existe un trecho tan corto como imperceptible.
¿Y por qué confinamiento? Posiblemente por el mismo motivo que el ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero recurrió al eufemismo ´desaceleración' (transitoria) para evitar nombrar como correspondería a la crisis económica galopante que sufrió España a partir de 2008. O por idéntica razón a la que el gobierno de Mariano Rajoy repetía sin cesar la palabra ´ajustes´para aludir, sin citar, a los espectaculares recortes que acometió en 2012.
A base de salpimentar esos términos en todos los discursos de cada ministro, en cada tuit de la cuenta oficial del partido, en cada rueda de prensa y allí donde vayan los cargos del partido en el gobierno, consiguen que cale, primero en los medios y después en la sociedad general. Y lo hace de manera indolora y rápida.
De ese modo logra sustituir unas palabras con connotaciones negativas e incluso dramáticas por otras que edulcoran la realidad, que la hacen más digerible. Si a una crisis la llamamos desaceleración parece que resulta menos crítica en nuestra mente. Y si un recorte lo limitamos a un ajuste, nos hace sentirnos más cómodos igualmente.
Coyuntura desgarradora
La estrategia consiste en describir una coyuntura desgarradora, nueva, con un término que la dulcifique, que nos permita asumirla con menor dramatismo. Es el caso de confinamiento, una palabra que por su escasa utilización, en general, no nos retrotrae a entornos de tristeza familiar o de malestar interior.
No ocurriría esto si, por ejemplo, el gobierno hubiera optado por el vocablo reclusión, cuyo significado resulta más acorde a lo que vivimos y que consiste en "encierro voluntario o forzoso de una persona en un lugar". En este caso, en nuestro domicilio. Pero si habláramos de reclusión pasaríamos a considerarnos reclusos, y eso ya entraña una traslación mental a una prisión o penitenciaria. Por tanto, nos lleva a un lugar en el que no quisiéramos estar.
¿Y si usáramos el término encierro, que también describe a la perfección la realidad que padecemos? Esa palabra goza de numerosas acepciones, entre ellas la de clausura o recogimiento. Pero también la de prisión muy estrecha. Y de nuevo volvemos al matiz de cárcel o penitenciaria. Además, normalmente el encierro no suele ser voluntario. A alguien suelen encerrarlo. A los reclusos, a los cautivos.
La pena de confinamiento
Por el contrario, confinamiento describe peor la situación que experimentamos. Literalmente significa, en su segunda acepción, "pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al domicilio". Y eso no ocurre en la actualidad, porque ni vivimos en libertad ni mucho menos lo hacemos en un lugar diferente a nuestro domicilio.
Quizás se acercara a uno de los matices del verbo confinar, el de "desterrar a alguien, señalándole una residencia obligatoria", aunque tampoco atina, porque no hemos sido desterrados, sino que nos quedamos en nuestra propia residencia. Puede que la primera acepción del verbo, la de "recluir algo o alguien dentro de límites" (en este caso los de nuestra vivienda), fuera más acertada. Aunque bastante menos que reclusión o encierro, como hemos visto alguien.
Confeti o confitado
En cambio, confinamiento tiene el ´exotismo´de las palabras desconocidas por no proliferar su uso para la mayor parte de la sociedad. No nos entraña molestia interior alguna pronunciarla porque no nos conduce mentalmente a situaciones incómodas (en un futuro desde luego que sí que lo hará, porque nos retrotraerá a este presente de encierro). Más aún, nos recuerda a palabras como confeti, vinculadas a la fiesta, o a confitado, asimilada con alimentación. De hecho, en el popular programa ´El Hormiguero´ renombran confinamiento como confitamiento.
Por tanto, repetir confinamiento, aunque la situación nos esté llevando a un límite de agotamiento mental, económico y físico, nos edulcora la realidad, nos ayuda a asumir mejor esta reclusión forzosa y a que, de alguna forma, no la identifiquemos tan nítidamente con el encierro que supone en la práctica.