Un nuevo comienzo
La crisis del Covid-19 es nuestra nueva guerra, y una adecuada respuesta conjunta, nuestro nuevo Plan Marshall
Hoy se cumple el 75 aniversario de la capitulación alemana que puso fin a la 2ª Guerra Mundial en Europa, pese a que la guerra en Asía duraría todavía tres meses más, hasta la capitulación japonesa el 15 de agosto, pocos días después del lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
El fin del conflicto, que produjo decenas de millones de muertos y lisiados, además de dejar a otras tantas con sus hogares y negocios destruidos, no supuso el término automático del sufrimiento de la población, ni una garantía de avance hacia un futuro mejor.
El panorama era desolador para los supervivientes: cosechas perdidas, tejido productivo destrozado, infraestructuras y comunicaciones hechos trizas... A lo que se debe añadir la creciente desconfianza entre las fuerzas aliadas, con el inminente inicio de la Guerra Fria, ya que, concluido el conflicto, la Unión Soviética había comenzado un notable distanciamiento de sus socios, que ya advirtieron diplomáticos como George Kennan, célebre por su Telegrama Largo de 1946.
La Unión Soviética, con Stalin a la cabeza, toda vez que se había encargado de purgar a cualquier competidor, pretendía aprovechar esta destrucción y situación de necesidad para ampliar su zona de influencia, a costa de desmantelar para siempre los restos de las debilitadas democracias occidentales europeas.
Estados Unidos, con una boyante industria y sin haber sufrido ataques en su territorio, más que de modo relativamente testimonial, entendió el peligro y puso en marcha el Plan Marshall para rescatar a sus aliados. Por desgracia, este apoyo llegó tarde para los países del este de Europa, que además contaban con el problema añadido de haber sido liberados por las fuerzas soviéticas, que continuaban en su territorio y suponían una seria amenaza para su independencia, que no recuperaron hasta 45 años después.
El dinero no lo puede todo sin embargo, y la reconstrucción y estabilidad en Europa dependían de algo más: la reconciliación entre sus naciones. Repetir los errores del revanchista Tratado de Versalles de 1919, que fue el verdadero germen de la 2ª Guerra Mundial, estaba fuera de lugar para los estadistas franceses Robert Schuman y Jean Monnet y el alemán Konrad Adenauer. Asumieron sin tapujos que la paz pasaba por la colaboración y la confianza entre antiguos enemigos.
Aunque los recelos no desaparecieron en un día, el éxito de esta vía es innegable: Europa ha disfrutado de su periodo de paz más prolongado de la historia; paz que ha venido acompañada de un desarrollo económico y social sin parangón, dado que la Unión Europea es la única organización internacional de integración en que sus miembros ceden competencias estatales.
Ha habido sombras en los últimos años, especialmente en lo relativo a la crisis migratoria, que se cerró en falso, demostró una falta de coordinación y solidaridad entre socios, y alertó sobre el auge de tendencias totalitaristas en países miembros.
La crisis del Covid-19 es nuestra nueva guerra, y una adecuada respuesta conjunta, nuestro nuevo Plan Marshall; un nuevo comienzo. La situación tiene diferencias que deberían llamar a la esperanza: el tejido productivo y las infraestructuras siguen en pie, existe un razonable estado del bienestar y el elemento humano continúa también. Es hora de ser generosos y tener amplitud de miras, pensando en el largo plazo para continuar por la senda de la prosperidad europea.
*Abogado y politólogo.