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Colas e incertidumbre

Colas para comprar, colas para comer, para visitar museos; colas de parados, colas de muertos; colas y más colas de resignados ciudadanos que van perdiendo el nombre por un número.

Colas e incertidumbre

Publicado por
José María Lozano

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Entre las jugosas y sensatas respuestas que Felipe González -hace algunos años hubiera sido suficiente con decir Felipe- ha dado en el foro on line de Nueva Economía, moderado por su director José Luis Rodríguez, la más relevante ha sido la que ha denominado 'Metodología de pactos consecutivos', algo más que el manido e improbable Pacto de Estado, amagado por unos y otros más como un desiderátum vacío que como posibilidad real. Un método y un conjunto de herramientas y objetivos -es decir un procedimiento científico- que incluyea no sólo a gobernantes y oposición, sino también y necesariamente a los actores sociales (sic). La famosa, importante y, hasta la fecha, inane sociedad civil.

Arropado por un espléndido cuadro (prestado) de Eduardo Úrculo, al que ha querido hacer mención expresa en su interlocución, sin necesidad de explicitar su potente simbología de nuestra fructífera transición desde la dictadura a una democracia consolidada -que hoy parece acosada precisamente por los que más debieran preservarla- elegante, cercano e instalado en su asumida condición de

“jarrón chino”, apenas ha citado nombres mientras hacía un barrido entre líneas, de incoherencias, deslealtades y torpezas de conocidos protagonistas de la escena política que hoy nos toca soportar.

Tras todo lo ocurrido, y todo lo que está ocurriendo, la única certidumbre es la incertidumbre.

Su apreciación de que los ciudadanos ven con escándalo -cansados dijo el ex presidente- el alejamiento de la realidad de los debates parlamentarios, la distancia infinita entre el desacuerdo endémico y la violencia verbal y gestual de sus responsables políticos, y la renuncia congénita al encuentro y al consenso, a la “unidad de propósito”, sus pedagógicas menciones a Jacques Delors, Willy Brandt, Helmut Kohl y Angela Merkel, ahora que -afortunadamente; esto lo digo yo- le toca a ella presidir de turno la Unión Europea, y su admonición sobre la “interdependencia que no puede devenir en independencia” en razonada cita de lo que en otro momento llamó nacionalismos irredentos, confluyeron en un cartesiano principio: tras todo lo ocurrido, y todo lo que está ocurriendo, la única certidumbre es la incertidumbre.

A las colas del hambre -las que más nos avergüenzan- que atienden, por cierto, parroquias, instituciones de caridad cristiana, ONGs y diversas asociaciones civiles, se suman todas las demás en estos días. Ayer mismo pude ver las del Consulado de Marruecos y las de la tienda más fashion de ordenadores y smartphones en el laberinto urbano que de la calle Colón ha hecho el insigne Grezzi. Colas para comprar, colas para comer y hasta para tomar un copa, para visitar museos; colas de infectados, colas de parados, colas de muertos; colas y más colas de resignados ciudadanos que van perdiendo el nombre para sustituirlo por un número ante el regocijo de dirigentes inanimados (que carecen de alma) y satisfechos con su macabra obra.

Las colas de la ignominia que fungen como un indicador de totalitarismo incipiente y muy preocupante

Las colas históricas de los “paises del este” antes de la caída del muro de Berlín y del comunismo en Europa; las de la Unión Soviética hasta el relevo de la dictadura de Lenin y Stalin … por el estado autoritario y de dudoso ejercicio democrático del antiguo dirigente de la KGB Vladimir Putin; las de la Cuba de los Castro, las de la Venezuela (ese “estado fallido” para González, que blanquea permanentemente Rodríguez Zapatero) de Chávez, Maduro e Iglesias, las colas de la ignominia que

fungen como un indicador de totalitarismo incipiente y muy preocupante.

Esta incertidumbre de las colas es también, añorado Felipe, la única certidumbre que atisbo a contemplar en la obsesiva “nueva normalidad”, deficitaria de derechos ciudadanos y valores éticos que el Gobierno de Sánchez, se empeña en encasquetarnos, como en lecho de Procusto, decreto tras decreto, que “deben decaer” (sic) para recuperar en plenitud un Estado de Derecho que -nunca lo

hubiéramos pensado- amenaza con hacer agua en la España de la crisis sanitaria, como ocurriera hace ya veinte años en Caracas, sin que nadie entonces lo tomara en serio.

Sé que prometí segunda parte del figura del ministro Castells -da para culebrón- pero los acontecimientos se disparan y hasta en la Guardía Civil parece haber cola de cesados y dimisionarios. Mucha cola y mucha incertidumbre en esta pobre España que, hoy, lo es en sentido metafórico y tangible.

Superar la crispación (que lidera el propio gobierno y sus socios de oportunidad), el debate leal de proyectos sensatos no ideologizados y el respeto profundo al Estado de Derecho, parece receta sencilla. Otra cosa es la capacidad del cocinero para ponerse a ello.

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