Ximo Puig cumple su año I del Botànic II: del reparto de cargos a la pandemia
Repaso a 12 meses que empezaron con distanciamiento político y en los que el nombramiento de cargos, la campaña de las elecciones nacionales y la pandemia han acaparado al president
Ximo Puig ha cumplido su primer año como president de la Generalitat en su segunda legislatura, lo que casi equivale a afirmar que ya suma un lustro de máximo responsable de la Comunidad Valenciana si contamos desde 2015, cuando el denominado Consell del Botànic fraguó su primer pacto. Ahora, hoy, ya hemos alcanzado el año I del Botànic II.
Tras las complicaciones que surgieron para suscribir un pacto que contentara a los tres socios, incluida a una Unides Podem que ya reclamaba su cuota de poder y no limitarse a contemplar o fiscalizar desde la barrera, como en el Botànic I, Puig trató de pulir el resquemor que había provocado tanto en Compromís como en la formación que dirige Pablo Iglesias el adelanto electoral. Como arrojaron los resultados del 28 de abril, la estrategia le había salido redonda al PSPV-PSOE, que sumó cuatro escaños más que 2015; mientras que la coalición compromisaria perdió dos y el grupo parlamentario podemista bajó en hasta cinco diputados. En cualquier caso, juntando el trío conseguían mayoría en Les Corts.
Apretando para la investidura de Puig -hoy hace un año- y con un reparto al alza de puestos, con alrededor de un 35% más de altos cargos y de casi un 60% de asesores respecto al anterior mandato, compensaron en cierto modo, aunque el diputado nacional de Compromís, Joan Baldoví, ya se ocupó de aclarar esta semana que su partido sigue sin olvidar aquel adelanto electoral no consensuado.
El president de la Generalitat justificó el incremento de tantos puestos a cargo del erario público afirmando que servirían para mejorar la gestión y aduciendo una recuperación económica respecto a 2015. Lo hacía casi a la vez que dejaba abierta la puerta a repetir como candidato en 2023 a pesar de que había logrado reeditar su rol de secretario general del PSPV-PSOE en 2017 aderezando su campaña con el mensaje de que la de 2019 sería la última vez en la que se presentaría.
El tiempo determinará si será así o no. En cualquier caso, sí que ha conseguido el hito de convertirse en el primer presidente autonómico valenciano que adelanta las elecciones y que aprovecha de esta forma la oportunidad de singularizar los comicios autóctonos del resto de los regionales de España.
Llegó la calina estival con una sucesión de nombramientos de altos cargos, que se fue prolongando en los meses sucesivos (todavía queda alguna dirección general vacante), con un Consell que mantenía su núcleo duro (además de Puig y Oltra, Barceló, Climent, Bravo, Soler o Marzà) y con nuevos consellers (España, Mollà, Pérez o Pascual), además de un segundo vicepresidente, Dalmau.
La revisión de la financiación...¿para cuándo?
La resolución a la ya sempiterna reivindicación de la financiación justa quedaba solapada una vez más. En este caso por la campaña electoral de las generales de noviembre y por la vorágine independentista catalana. Y con las elecciones y la posterior investidura de Pedro Sánchez a principios de enero, el tiempo siguió pasando hasta que comenzó a atisbarse lo que iba a llegar mientras la consellera de Sanitat no respondía a las advertencias.
El golpe de realidad a la sociedad lo propinó con una de las comparecencias más complicadas, sino la que más, de Puig, posiblemente desde que alcanzó la presidencia del Consell hasta ese fatídico 10 de marzo. Sí, el anuncio de la suspensión de Fallas y Magdalena. "Salió a las diez de la noche, con todas las fallas plantadas, a leer un papel y sin admitir preguntas. Para eso no hace falta ser president", resumió con elocuente contundencia la experta en comunicación no verbal Sonia El Hakim.
A partir de ese luctuoso martes, en el que la presencia de los vicepresidentes y de algunos consellers y la llamativa ausencia del alcalde de Valencia, Joan Ribó, salpimentaron la intervención de Puig, se desató el vendaval sanitario que arreciaría las semanas posteriores.
Al principio el president dejó que fuera la consellera de Sanitat quien asumiera el protagonismo, con intervenciones deslavazadas, en las que negaba constantemente la evidente falta de material y que llegaron al límite de la parodia al justificar los numerosos casos de contagio en personal sanitario en cuestiones como "viajes".
Puig asumió las riendas del problema cuando designó un grupo ajeno a Sanitat con el objetivo de comprar equipos de protección para el personal sanitario, que debía de conseguirlo a toda costa y a riesgo de caer en alguna de las estafas que se produjeron en un mercado internacional colapsado. También con la iniciativa de los misteriosos hospitales de campaña, cuya finalización se anunció en un plazo de dos semanas y que se han ido alargando en el tiempo.
Llegó el jarro de agua fría de la realidad de las fases con dos suspensos, en la práctica, consecutivos
Las fotos del continuo aterrizaje de material de prevención y las cifras de fallecimientos y contagios en la Comunidad Valenciana, que no exhibían en exceso el calado del drama al lado de las existentes en otras autonomías, aliviaron la presión para el Consell y reforzaron la figura de su máximo responsable.
Hasta que llegó el jarro de agua fría de la realidad de las fases. La decisión del Gobierno de establecer etapas por autonomías en la evolución ha dejado por tres veces en evidencia a la Comunidad Valenciana. La primera ocurrió a principios de mayo, con el intento frustrado de pasar a la fase 1 y con la respuesta de una enigmática comisión de expertos de dejar el territorio valenciano en el infierno de la fase 0.
Hubo que esperar hasta el 18 de mayo para transitar por esa segunda etapa, después de una aguerrida campaña del president de la Generalitat dejando entrever que el suspenso recibido obedecía más a cuestiones que poco tenían que ver con la sanitaria.
Después vino la segunda desilusión, cuando, tras insistir en que pediría de inmediato el pase a la fase 2, a última hora se retractó y dejó a miles de hosteleros con las mesas preparadas para abrir y sin poder hacerlo. Ante la posibilidad de un nuevo suspenso, el máximo responsable de la Comunidad Valenciana optó por no comparecer.
Y llegamos hasta el presente, ya en fase 2, como Barcelona, Madrid y Castilla y León, las autonomías más rezagadas en esta carrera por recuperar la vitalidad.
Y llegamos hasta el presente, ya en fase 2, como Barcelona, Madrid y Castilla y León, las autonomías más rezagadas en esta carrera por recuperar la vitalidad. A la cola del pelotón y mientras la mayor parte de España disfruta de la fase 3. En este caso no hubo suspenso ni precipitación de anuncio de presentarse. Ya no se habla de una gestión "de matrícula", como llegó a afirmar la consellera de Sanitat para asegurar que la Comunidad Valenciana superaría la fase 0 sin problemas.
Ahora el molt honorable prefiere recurrir al término "prudencia" o a "Dios y el gobierno mediante" para anticipar el pase a la fase 3 el lunes próximo. ¿Ha sido una cura de humildad? Quizás se trate, en la práctica, de una lección que le queda a Puig de su primer año del Botànic II. Ante un imponderable como una pandemia resulta muy atrevido sacar pecho. Otra lección posiblemente suponga el conocer mejor a sus socios del Consell y sus reacciones en los momentos críticos vividos.
En cualquier caso, termina un año frenético para el president de la Generalitat, lo que le proporciona una buena ocasión para hacer balance.
Por lo demás, tan solo desearle Feliz cumpleaños.
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