El insulto de Iglesias a la inteligencia de los españoles: Quosque tandem
Estos exabruptos totalitarios son la evidencia palmaria de su indigencia moral y de su pobreza intelectual. Y el peor de sus insultos: el insulto contra la inteligencia colectiva del pueblo
Jamás imaginé que recurriría a la primera oración de la más conocida (vulgar) de las famosas catilinarias para intentar acercarme a describir la situación que estamos atravesando en España. Esa mezcla entre verdad universal, que otro vulgarismo más reciente -“piove, porco governo”- nos recuerda, y pretendida cita culta de raíces tan antiguas, la hace hoy y aquí tan oportuna como impertinente.
Mucho se ha escrito sobre el senador romano Marco Tulio Cicerón cuyo nombre simplificado ha servido de sinónimo de guía en el lenguaje coloquial, aun a sabiendas de su definitiva ejecución por el poder constituido con el que permanentemente mantuvo una estrecha relación de connivencia o de desafección. Triste final de un largo y accidentado proceso.
La información averiada que la SER ofreció del inexistente desliz de Felipe VI ofreciendo su mano a Sánchez con motivo de la apertura de fronteras con Portugal, cuando realmente señalaba al presidente su sitio, comprada de inmediato por radios y televisiones sin mayor verificación e inmediatamente olvidada entre la montaña de mentiras oficiales u oficiosas que van más allá de lo simplemente falso, es tal vez uno de los más recientes indicadores del agotamiento de la paciencia de la razón. El episodio lo completó la descansada posición del mandatario español mientras sonaban los himnos nacionales de ambos países.
Felipe VI ha demostrado durante los momentos más difíciles su presencia allí donde la ausencia absoluta del Gobierno: hospitales, morgues, víctimas y sus familiares, centros de trabajo y la propia calle
No cupo posibilidad de rectificar -o de repetir, más probablemente- en el Funeral oficiado en La Almudena en el que la ausencia de la Presidencia del Gobierno (y la institucional del PSOE) más que una bofetada al Jefe del Estado, ha sido la constatación del profundo desprecio de este gobierno por las víctimas de la pandemia que, naturalmente, cursan como el dato incontestable (y el indicio de criminalidad) de su propio fracaso. Un gobierno fracasado y de fracasados como bien explica un
cotidiano argumentario en las redes sociales al que ya me he referido en ocasiones anteriores (“… el éxito de España es su derrota”) que exhibe su vaciedad moral y su ineficiencia en un carmen perpetuum de neologismos huecos y banales, hasta llegar a culpar a los populares del resultado negativo para la presidencia económica del eurogrupo que, todos y por razones obvias, deseábamos para Nadia Calviño y del que el único responsable es el propio gobierno.
El obsesivo y torpe esfuerzo de Iglesias por ocultar su repugnante participación activa en el affaire de la tarjeta de móvil de su ex asesora, y su hipócrita llamada a la naturalización o “normalización democrática” del insulto, lejos de abundar su teoría conspirativa de las cloacas estatales, lo ha colocado precisamente en el núcleo duro de la inmundicia.
Podemos con el vicepresidente a la cabeza, se ha lanzado ya a la inadvertida e inexistente alarma social que supone para los españoles la Monarquía parlamentaria y, en consecuencia, al calentamiento de la idea de abdicación del Rey
De manera que, por elevación, y con la complicidad necesaria de la “inquietud y la perturbación” presidencial -amén de su reciente preocupación por la inviolabilidad del Jefe del Estado- Podemos con el vicepresidente a la cabeza, se ha lanzado ya a la inadvertida e inexistente alarma social que supone para los españoles la Monarquía parlamentaria y, en consecuencia, al calentamiento de la idea de abdicación del Rey.
Sabedores como son de la distancia de sus pretensiones con la sensibilidad social de los españoles, constatada por la cercanía que Felipe VI ha demostrado durante los momentos más difíciles que hemos venido atravesando -no sólo en la crisis sanitaria sino también en la crisis de españolidad- y su presencia allí donde la ausencia absoluta del Gobierno (hospitales, morgues, víctimas y sus familiares, centros de trabajo, y la propia calle) es también la denuncia tácita de la cobardía de éste.
Ni globos sonda, ni cortinas de humo. Estos exabruptos totalitarios son la evidencia palmaria de su indigencia moral y de su pobreza intelectual. Y el peor de sus insultos: el insulto contra la inteligencia colectiva del pueblo español.
No lo lograrán, les espera su propia Pistoya, incruenta aunque contundente. ¿Hasta cuando pretenden seguir abusando de la paciencia de los españoles de bien?