¿Tu madre tiene abrigo de piel? A la mía se lo arrancaron
Siempre me ha parecido de una crueldad extraordinaria criar o cazar animales para arrancarles la piel con la que vestir la más despiadada de las vanidades
Todavía recuerdo cuando, siendo adolescente, me compré con los ahorros que tanto me había costado reunir una camiseta y un póster. Ambos compartían la misma imagen, la de un zorrito, acompañada de un texto que decía “¿Tu madre tiene abrigo de piel? A la mía se lo arrancaron”.
Nunca he olvidado ni la cara de ese animal ni esa sentencia tan contundente como cierta.
Y es que siempre me ha parecido de una crueldad extraordinaria criar o cazar animales para arrancarles la piel con la que vestir la más despiadada de las vanidades.
Han pasado décadas desde entonces y desgraciadamente, todavía hay quién se siente superior por cubrir su cuerpo con la piel que ha costado la vida a decenas de animales y lo que bajo mi punto de vista es más grave, todavía se permite en este país que éstos vivan confinados en diminutas, oscuras y mugrientas jaulas para ser, tras una vida de miseria, despellejados.
Más de treinta granjas dedicadas exclusivamente a la cría de visones salpican nuestro territorio. Y estos días una de ellas, ubicada en la provincia de Teruel, ha sido foco de atención tras el contagio de COVID-19 de siete de sus catorce trabajadores a través de un paciente 0, externo a la explotación.
Parece ser que estos empleados podrían haber contagiado a alguno de los visones, ya que algunos de los test realizados a los animales resultaron positivos así que, como medida preventiva, sin ningún tipo de certeza, el Gobierno de Aragón ha decidido la ejecución de esos casi 100.000 animales.
Es probable que, desde una perspectiva donde el ser humano es el centro del universo, esta medida es la más apropiada. Eliminemos cualquier posible riesgo para los seres humanos, aunque no esté probada la existencia del mismo. Exterminemos a aquellos que consideramos peligrosos, si son distintos a nosotros.
Este discurso, que margina a quienes son de otra especie por el simple hecho de serlo, es tan arbitrario que coincide con el que absurdamente y por suerte, menos aceptado, se aplica a determinados a grupos de personas, como desgraciadamente seguro que has leído o escuchado, no en pocas ocasiones. Si a quien es diferente pensamos que nos puede causar algún problema, aunque no esté probado, vamos a criminalizarle.
Lo que sí parece evidente es, por una parte, que los visones fueron contagiados por las personas trabajadoras de la granja. Y por otra, que a los animales no se les ha dado ninguna oportunidad. Se les podría haber puesto en cuarentena y haber permitido su recuperación, ya que al parecer, sus síntomas son mucho más leves que en personas y no se ha constatado su mortandad.
Pero es más fácil y barato gasearlos y tirarlos a la basura que tratarlos con un mínimo de dignidad, aunque ésta nunca antes se les haya ofrecido.
Una vez evidenciada de nuevo la falta de empatía de nuestras administraciones hacia los animales, sería deseable que, aunque como consecuencia de un temor no confirmado, ya que tanto les preocupa que estos animales puedan ser foco de contagios, tomen ejemplo de otros países que ya adoptaron hace tiempo esta decisión debido a la crueldad de esta industria, y cierren para siempre todas las granjas peleteras.
En momentos complejos como el que vivimos se presentan oportunidades para avanzar y abandonar actividades que nos empobrecen como sociedad. Una de estas prácticas éticamente inaceptables consiste en arrancarles la piel a otros, para ponerla sobre la nuestra.
*Coordinadora provincial de PACMA en Valencia