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La columna de Motes: El inocente de la Gürtel

Mi amigo hacía TV. Nunca tuvo nada que ver con ningún aspecto vinculado al evento propiamente dicho. Su trabajo se centró, única y exclusivamente, en la retransmisión de la visita del Papa.

Luis Motes

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La inocencia es a veces más larga que la misma vida, pero solo si la vida no te pone de bruces ante la realidad. Hay quien nunca la pierde -afortunados- y otros nos vamos dejando jirones de la misma con el trasiego o la oxidación de la existencia. Esta que les quiero contar es una historia de la pérdida de la inocencia que afecta -si mis hermanos me permiten la licencia, que creo que sí- a mi otro hermano. Y es paradójico porque el protagonista de esta historia sigue siendo inocente. Lo es, sin lugar a dudas.

Les hablo de Antonio José De la Viuda González, que no es un personaje ni público ni conocido, pero sí un gran tipo. Personalmente conozco a casi todos los acusados de un juicio cuyas acciones en un asunto muy trasteado han quedado vistas para sentencia. Conociendo a Antonio como le conozco le dolerán los oídos porque es un talibán de la discreción. Él nunca jamás pretendió ni focos ni menciones en negrita y, sin embargo, a cuenta de las patologías del sistema dio con sus huesos ante tribunal de la Audiencia Nacional. Antonio es uno de los procesados en el conocido como caso Gürtel en su versión televisiva.

Antonio es víctima de un sistema que no protege al ciudadano en su derecho inalienable a la presunción de inocencia, sino que lo abandona al albur de los intereses políticos y los juicios paralelos que, en su caso, transformaron sus últimos 9 años de su vida en un infierno. 9 años con sus 4.380 días

Miren. Ahora que ya puedo, lo digo: Antonio es víctima del sistema, de un sistema que no protege al ciudadano en su derecho inalienable a la presunción de inocencia, sino que lo abandona al albur de los intereses políticos y los juicios paralelos que, en su caso, transformaron sus últimos 9 años de su vida en un infierno. 9 años con sus 4.380 días.

La única responsabilidad de Antonio De la Viuda, que en los tiempos que se han juzgado fue Director de Antena de la RTVV -para entendernos, el responsable de la emisión y la calidad de una tele- fue hacer su trabajo y estampar un visé en un informe técnico, tal y como hizo en decenas de ocasiones anteriormente. Como siempre, sin incidencias, anomalías y sin ninguna razón para no hacerlo. En el caso del expediente juzgado, sus subordinados, especialistas técnicos, jamás le indicaron que aquello tuviera la menor mácula, jamás intuyó ninguna irregularidad. Luego, en la fase de instrucción, esos mismos subordinados también le exculparon y luego llegó el juicio.

Paradójicamente, parece lógico, hasta para un profano que, si hay algún tipo de interés por esclarecer los hechos, se pregunte de nuevo durante el juicio al responsable del departamento técnico -su subordinado- sobre la presunta participación de su jefe, a la sazón mi amigo, tanto en ese, como en cualquier otro informe. Pues bien,no se hizo. ¿Por qué? Seguramente porque la arquitectura fiscal no se lo podía permitir. Eso en cuanto a sus subordinados.

Pero ¿Y sus jefes? Su jefe, el jefe de mi amigo, compañero de banquillo, cuando se preparaba la visita a Valencia del Sumo Pontífice, sólo le encargó que hiciera el mejor producto audiovisual que estuviera en sus manos. El mejor programa de televisión posible. Y a ello se dedicó en cuerpo y alma durante semanas: a hacer una retransmisión que fue sencillamente espectacular, recibiendo el reconocimiento social y profesional que merecía, premiada por la Academia de la TV de España en 2007 y seguida por un 62% de la audiencia en la Comunidad Valenciana a pesar de que el canal autonómico ofrecía en pool (gratis) la señal al resto de teles de aquí y de allá. Es decir, ni la Super Bowl. Eso hizo mi amigo. Asegurar una retransmisión excelente, garantizar la señal internacional extraordinaria y hacerlo con una factura de calidad homologable a cualquier TV pública en Europa.

Mi amigo hacía TV. Nunca tuvo nada que ver con ningún aspecto vinculado al evento propiamente dicho ni a su organización. Su trabajo se centró, única y exclusivamente, en la retransmisión de la visita del Papa y la programación de cadena. Ni decidió que se hiciera el evento, ni la modalidad de contratación de los soportes técnicos ajenos a la retransmisión, ni tuvo relación con la Fundación V Encuentro, ni decidió ningún aspecto ajeno al contenido de la emisión televisiva. Antonio, y su equipo (más de 300 personas), pusieron la mejor voluntad y todo su esfuerzo, en acometer un proyecto audiovisual que exigía una enorme responsabilidad creativa con la enorme presión ambiental y política del momento.

Le tomaron declaración una sola vez, en el año 2012. El juez Ruz, tras pedirle el abogado defensor el sobreseimiento, expresó de manera textual que no había indicios de delito en su actuación. Pero, como la sede judicial no era definitiva al haber varias personas aforadas en la causa, no podía hacer otra cosa que mantener la imputación.

A lo largo de la instrucción estos hechos fueron convenientemente demostrados pero, sin embargo, nadie libró a Antonio del calvario de seguir imputado durante 9 años. 9 largos años muerto en vida y prisionero de unas acusaciones falsas. Y llegados a este punto ¿qué le queda a Antonio? Le queda, entre otras cosas, la necesidad de compartir su percepción y su experiencia para despertar la conciencia de todo aquel que pueda sentirse identificado. Y estos son algunos detalles de su doloroso viacrucis.

A Antonio le tomaron declaración una sola vez, en el año 2012. En esa ocasión, Su Señoría el juez Ruz, tras pedirle el abogado defensor el sobreseimiento, expresó de manera textual que no había indicios de delito en su actuación. Repito: no había indicios de delito. Pero, como la sede judicial no era definitiva al haber varias personas aforadas en la causa, no podía hacer otra cosa que mantener la imputación, adujo el juez. Y así, hasta el final de la instrucción, 7 años más, con otros dos jueces que ni le pusieron cara y, con una fiscalía que necesitaba, a toda costa, escenificar la lucha contra la corrupción con acusaciones y condenas a granel. A peso.

A “pajera abierta”, como dicen en la tierra de mi amigo. Otro día hablaremos de la fiscalía y de cómo se instrumentalizan de forma inhumana las asunciones de culpa en una especie de mercado persa en el que la moneda o el trueque son los años de prisión al mejor postor, renunciando a su verdadero deber: hacer justicia. Hoy solo puedo leer hasta aquí.

Ocho años de instrucción, tres sedes judiciales, tres jueces, en el contexto de una causa mediática y politizada, son la muerte social y personal de cualquiera que tenga la desgracia de verse atrapado en semejante laberinto. Antonio vive de la caridad de sus amigos y de su familia

Ocho años de instrucción, tres sedes judiciales, tres jueces, en el contexto de una causa mediática y politizada, son la muerte social y personal de cualquiera que tenga la desgracia de verse atrapado en semejante laberinto. Antonio es un contribuyente. Bueno, ahora contribuye poco, ya que desde hace años vive de la caridad de sus amigos y de su familia. Por cierto, perdió a su padre, honrado empresario y exmilitar que nunca llegó a entender lo que le había ocurrido a su hijo.

Digo, subsiste Antonio con trabajos menores que, en los últimos tiempos, no le permiten llegar al

sueldo mínimo interprofesional. De hecho, ya ni le llega para hacer la declaración de la renta. Pero en 2012, e incluso antes del cierre abrupto y culposo del ente público Radiotelevisión Valenciana, Antonio era un profesional de prestigio, que tenía trabajos de máxima exigencia y ofertas

muy apetecibles sobre la mesa. En toda España.

Ser imputado en esta causa lo destruyó todo. Arrambló con su carrera profesional, pues nadie

quería contratar a un imputado en una causa tan turbia; y le destrozópersonal y emocionalmente, pues su mente era incapaz de entender que se le señalara por unos hechos delictivos en los que no había participado. Damos fe.

Mi amigo es un escéptico sobre la administración de la Justicia en este país. Somos legión. Por su lentitud, por la indolencia y los intereses cruzados… Por la conducta inapropiada de algunos de sus gestores. ¿Quién le devuelve a Antonio su vida tras su futura absolución? Porque es inocente.

Llegados a este punto ¿qué espera uno de la justicia? Pues espera, como ciudadano de un Estado de Derecho y como contribuyente, que se le defienda, por un lado, y que los delitos de los malos no queden impunes - que es lo que parece que sucederá aquí. Un caso como este es una condena en vida. Ser señalado en esta causa -o en otras de similares características-, es una pena real de destierro social. Uno pasa a convertirte en un apestado, en un indeseable, culpable de pasar por ahí

en un momento inadecuado. Da igual que no haya hecho nada, cuando el río suena, agua lleva. Y es entonces cuando el protagonista es lapidado socialmente. Te insultan por la calle, amenazan a tu familia, nadie te contrata, eres rechazado, la gente te mira mal…

Mi amigo es un escéptico sobre la administración de la Justicia en este país. Somos legión, querido Antonio. Por su lentitud, por la indolencia y los intereses cruzados… Por la conducta inapropiada de algunos de sus gestores. Porque al final de todo esto ¿quién le devuelve a Antonio su vida tras su futura absolución? Porque es inocente.

Aquí se asesina socialmente a personas. Porque un fallo de este tipo, supone una ruina emocional, familiar, social, laboral y económica, irreparables.

En su caso, comparto con él la amarga sensación de que, en este asunto de la Gürtel de la tele, quienes debían hacerlo no han trabajado lo suficiente y se ha desviado la búsqueda de la verdad en favor de un relato ejemplarizante -adhoc, de diseño- que pudiera servir para demostrar la eficacia de un sistema que persigue presuntamente la delincuencia. Visto desde fuera, puede ser una formula interesante, salvo que dañe la vida de alguien. Porque aquí se asesina socialmente a personas. Porque un fallo de este tipo, supone una ruina emocional, familiar, social, laboral y económica, irreparables.

Pregunta mi amigo Antonio sobre quién le devuelve la vida. Te respondo: nadie querido. Nadie te podrá devolver el daño que se te ha hecho en esta causa. Tu condena ha sido vivir señalado, siendo inocente. Y después, malvivir y hundirte lentamente en un trasiego de despropósitos. ¿Qué te queda amigo Antonio, hermano? Intentar ser positivo, no odiar, aprender, cuidar de los tuyos y dejar que te cuiden e intentar -y es la primera vez que me dejas escribir sobre ti en 9 años- que tu caso sirva para la reflexión, para que no confundamos la búsqueda de la verdad con la construcción de un relato interesado, para que luchemos contra la corrupción con toda el alma y los medios, pero con mejor puntería, evitando daños colaterales y víctimas innecesarias.

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