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El Semáforo

La política española se ha convertido en una competición de aplausos y abucheos impostados, como el programa de TVE de los 90.

Sánchez aplausos

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En los albores de los 90 hubo un programa de televisión de TVE, obra del grande Chicho Ibáñez Serrador, que se llamaba El Semáforo. No sé si ustedes lo recuerdan, pero la lógica del programa era muy sencilla: una persona o grupo salía a hacer una actuación y el público respondía con aplausos o abucheos. Quién más aplausos se llevaba a lo largo de la noche, ganaba, y quien más abucheos pues quedaba como la peor actuación. Algo así como un Got Talent más rudimentario.

20 años después la política española se ha convertido en una réplica de El Semáforo. Hasta en esto fue un visionario Chicho. Una competición de aplausos y abucheos impostados. Si al menos salieran de forma espontánea… pero es toda una pose para ungir al líder de turno o ver quién hace más ruido.

La ceremonia de los aplausos de autobombo de Pedro Sánchez es el caso más ejemplificador de esta ‘deriva semaforil’ de la política. Que Sánchez es un ególatra ya lo sabíamos, y bien que se encarga Iván Redondo de hincharle el ego con la colaboración sumisa de los ministros y diputados socialistas. Estoy convencido de que hasta alguno sentirá vergüenza ajena por el vodevil, pero calla no sea que lo aparten de la poltrona.

Da igual saltarse las normas sanitarias por parte de quienes deberían dar mayor ejemplo de cumplirlas si se trata de aplaudir al líder. Aplaudirlo, por cierto, no sabemos por qué. Que sepamos, Sánchez no ha negociado la paz mundial y tiene encima de la mesa 45.000 muertos, cientos de miles de parados y un país preocupado por la crisis sanitaria y el hundimiento económico. No es un panorama para estar precisamente aplaudiendo.

Pero con el aplauso engañan y tapan esa realidad. Puede que piense que a usted Iván redondo no se la cuela. Que cualquiera con un mínimo de criterio sabe que la escena de Sánchez entrando en Moncloa con el pasillo de aplausos está más preparada que el montaje de un famoso. Pero esa escena la sacaron a bombo y platillo en todos los medios, hasta en los que se definen como conservadores, y la señora María o el señor Pepe que está en su casa y no entiende de comunicación política piensa que Sánchez es un gran estadista. Objetivo cumplido.

Como hemos dicho, en El Semáforo también había ruido y abucheos, no eran todo aplausos. Había quien competía por ver quién hacía más ruido. Y ahí tenemos a los colegas de Vox, que con Sánchez tanto monta monta tanto. Usted pensará ‘es que es su obligación hacer ruido contra este gobierno de ruina’. Sí, vale, pero en política se necesita algo más que ruido y eslóganes.

La última de esta política del ruido es la moción de censura condenada al fracaso de Abascal. Por cierto, que Vox no inventa nada nuevo, todo esto ya lo hizo Podemos en su día, hasta una moción sin posibilidades. Abascal y los suyos conseguirán los titulares de ese día de la moción y Sánchez se frotará las manos porque saldrá al estrado a hablar del ‘fantasma de la ultraderecha’ en lugar de la crisis sanitaria y económica. Aplausos cegados de los suyos y abucheos de los de Vox. Y así, un nuevo programa de El Semáforo español, mientras los ciudadanos esperan que unos y otros dejen los aplausos de autobombo y los abucheos sobreactuados y haya un debate serio de argumentos.

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