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Erase una vez que Pedro quería ser Felipe y Pablo el emérito de Juan Carlos (I)

Llevados por la envidia que a ambos les corroía, idearon un astuto plan que no era otro que primero mandar al exilio al rey padre.

Erase una vez que Pedro quería ser Felipe y Pablo el emérito de Juan Carlos (I)

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Jaime Navarro*

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Sí, padrecito mío que estás en el cielo. Sí, yo te contaré, que erase una vez que se era un viejo... pero que muy viejo país... en que los ministros del rey se habían cansado de servirle.

Sí, porque el primer ministro Pedro, pasaba las noches y los días pensando ante su espejito..:" Y ya ves tú qué tendrá este rey Felipe que no tenga yo...yo que tengo tantos trajes que me sientan como un guante... yo, que por donde voy, conquistando a todos y a todas siempre estoy... yo que tengo hasta un magnífico y raudo avión... no es justo...no es justo...que tendrá este rey Felipe, dime, que tendrá este rey, que no tenga yo...?"

Y el viceministro Pablo también consumía sus días con sus noches en obsesivas cogitaciones: " ay que ver este Juan Carlos...ay que ver, que amantes se gasta...jo, como está esta Corinna...es que no para el tío...ni con ochenta años...eso sí que son amantes y no mis correrías vallecanas con la Dina o la Vestrynge...y estas sí que son mordidas fetén de los jeques...ya te digo, y no mis tristes y casposas coimas caraqueñas o ayatolas...y de lo que al final, encima, y va y todo el mundo se entera..."

Y hete aquí, que un buen día, llevados por la envidia que a ambos les corroía, idearon un astuto plan que no era otro que primero mandar al exilio al rey padre, a un país muy pero que muy lejano, con la excusa de que muchos eran los escándalos de éste viejo rey. Y así una vez se quedara completamente sólo su hijo, el rey Felipe, intentarían poner a su pueblo en contra del mismo, mayormente exagerando y repitiendo hasta el infinito los asuntos del padre, que tanta envidia despertaban y en tanta gente -no sólo en la cabeza y en el negro corazón del viceministro Pablo-.

Y en este cruel propósito, también encontraron la firme ayuda del siniestro Conde Torra y del mercachifle Rufián, que no cesaban de arremeter contra el rey padre, olvidándose de criticar siquiera las andanzas de la familia de su virreyezuelo Pujol, que había vaciado las arcas del pueblo del condado catalán hasta hundir incluso la asistencia médica de los catalanes. Y hacer huír despavoridos a miles de comerciantes y de empresarios.

Y la tribu norteña de los proetarras, que todavía no había condenado siquiera los más de 800 asesinatos y las miles de extorsiones millonarias sufridas por innumerables comerciantes y empresarios vascos, que hicieron exiliarse del norte a cientos de miles; también ciegos de rabia acompañaban a Pedro y a Pablo, y a Torra y a Rufián, en esta cruel cacería contra el indefenso rey don Felipe.

no os perdáis el capítulo segundo...

Jaime Navarro, abogado especialista en estafas bancarias @jaimenavarroabo

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