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El discreto retorno de Alarte que el president Puig no acaba de explicar

En dos semanas no se ha visto actividad del ex secretario general socialista en el cargo que su nuevo jefe y ex rival le ha asignado. Eso sí, ha entrado en el círculo de confianza

Jorge Alarte ha vuelto a un cargo público

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H. G.

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Reapareció y se mantiene en una discreta dilución. La vuelta a la escena pública del ex secretario general del PSPV y aspirante a presidir la Generalitat, Jorge Alarte, sorprendió por inesperada y por, aparentemente, inexplicable. Han pasado poco más de dos semanas desde su nombramiento un ya lejano -por la voracidad de los acontecimientos presentes- 4 de septiembre.

Ese día aparecía publicado en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV) el decreto de presidencia para asignar esta dirección general a un militante socialista que, encabezando la candidatura de su partido a dirigir la Generalitat, obtuvo 33 diputados, diez más que Ximo Puig en 2015 y seis más de los que tiene la bancada socialista en la actualidad.

Eran otros tiempos, desde luego, cuando no existían ni Ciudadanos, ni Unides Podem ni Vox y con Compromís y EU sumidos en un papel testimonial que incluso les obligó a sumar fuerzas para lograr representación. En cualquier caso, ahí queda su registro.

Alarte logró la secretaría general del PSPV-PSOE imponiéndose en unas primarias en las que compitió con el mismísimo Ximo Puig. Sucedió en los albores del otoño de 2008. En un partido asolado por la desmoralización debido a las sucesivas derrotas ante el PP y la insuficiente oposición de su antecesor, Joan Ignasi Pla, Alarte emergía como un alcalde joven (una especie de Carlos Fernández Bielsa o Jordi Major en la actualidad), procedente de la comarca con más afiliados del PSOE, l´Horta Sud, e imagen de un grupo otrora poderoso conocido como G-4.

Lo integraba junto a la alcaldesa de Quart de Poblet, Carmen Martínez, ahora portavoz de sanidad socialista en Les Corts; el que fuera primer edil de Xirivella Josep Santamaría, luego diputado nacional y después desaparecido de la primera línea; y otro joven alcalde, en este caso de Benetússer, José Enrique Aguar, en la la actualidad presidente del partido Contigo Somos Democracia.

Alarte dejó la alcaldía y se centró en una causa en la que duró poco y en la que sumó un reducido grupo de afines (Josep Moreno, en la actualidad jefe de gabinete en Cullera y a quien dejó como diputado autonómico; Salva Broseta, por quien se partió algo más que el pecho para que fuera candidato a la alcaldía de Valencia, y poco más). Su legado desapareció poco después de que Alarte, en 2012, dejara de ser secretario general y le sucediera quien ahora ocupa este cargo y el de presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Con él al frente el PSPV logró el ansiado objetivo de recuperar el mando del Consell. Lo hizo 20 años después y sin ser la fuerza más votada.

Pero eso ya es más que historia. Como su dedicación exclusiva a la abogacía, o su intentona de lograr escaño en el Senado. El presente de Alarte lo constituye su vuelta a la política en un cargo de representación en tiempos de pandemia, cuando la faceta de relaciones públicas presencial ha quedado sustituida por los webinars o las sesiones de Google Meet. De hecho, en las dos semanas que lleva ocupando el puesto no ha salido una nota informativa de la Generalitat relatando alguna actuación suya. Ni tan siquiera el propio Alarte ha tuiteado la actividad que desempeña. Tampoco ha puesto su cargo en su perfil en Twitter. Eso sí, acompaña a su nuevo jefe a algunos encuentros selectos, de alta confianza.

Desde el entorno de Puig han intentado destacar el nombramiento como un refuerzo orgánico del presidente de cara al próximo congreso, como que aglutina a miembros destacados del partido. "Ha sido una iniciativa de Ximo para demostrar e insistir en la unión del partido", apuntan a EsdiarioCV desde el círculo del máximo responsable del Consell.

"Se trata de un gesto más simbólico. No cambian las fuerzas en absoluto, ya que Alarte hoy en día no arrastra", matiza un destacado dirigente del partido avezado en congresos. Su perfil no parece que encaje al dedillo con el cargo. Ni tampoco queda claro hasta qué punto hace falta que alguien ocupe ese puesto ni sus funciones.

En esa misma dinámica, el presidente de la Generalitat no se ha molestado en explicar por qué lo ha escogido. Aunque quizás no haga falta. Como especificó sin reparo alguno la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, las elecciones de altos cargos del Consell son políticas. Y qué más propio del criterio político que nombrar a un compañero de partido para un puesto a cargo del erario público.

Sea como fuere, el ex alcalde de Alaquàs ha retornado a la primera -o segunda, depende de cómo se considere una dirección general- línea política en calidad representante del Consell de Ximo Puig, su rival en el pasado y ahora patrón que lo ha recolocado. Eso sí, en sus dos primeras semanas en el cargo -posiblemente demasiado pronto para valorar- ha obrado con la misma discreción que en el pasado reciente, cuando no ejercía de relaciones públicas. Pasando desapercibido. Aunque estando ya en el cogollo.

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