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Hasta el moño de Pablo Iglesias

La imagen pública de los políticos es determinante y tras ella hay una estrategia comunicativa. La periodista valenciana Raquel Martínez analiza los cambios realizados por Pablo Iglesias

Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno

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Raquel Martínez*

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Pablo Iglesias, el candidato ‘trabajador’ en campaña electoral

¿Sabía Pablo Iglesias que durante el debate electoral a cuatro iba a sudar? Sí. ¿Y que si alzaba los brazos se le marcarían los rodales en las axilas? También.

El vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias sabe (muy bien) que en un plató de televisión es muy probable que haga calor. Una persona que se ha ‘criado’ en los debates televisivos conoce estas consecuencias. Los focos, la tensión y una camisa de color azul claro iban a reflejar su sudor y él (o su asesor de imagen pública) quiso que toda España lo viese. Nada es casualidad.

Lo que aparentemente puede vislumbrarse como un error de estilismo en realidad es una estrategia. Para que hablen de él, lo imiten y en definitiva, sea el foco de atención mediático (prueba de ello es la caricatura que Miki Nadal hizo en Zapeando y se convirtió en viral).

Detrás de esa foto, son todo simbolismos: se le muestra como un trabajador incansable, que trabaja de sol a sol (y suda la camisa por su pueblo), alejado de los estereotipos e imagen de lo que él acuñaba como ‘casta’.

Debate ‘a cuatro’ en RTVE durante la campaña electoral de las elecciones generales de abril de 2019.

Siguiendo a Carmina Abad, consultora internacional de imagen, existen cinco factores de proyección que conforman la imagen pública: identidad, comportamiento, vestimenta, discurso y actitud

Todos ellos, en el caso del secretario general de Unidas Podemos apuntan claramente hacia una dirección única: una imagen pública potente y arrolladora.

Iglesias, el ministro ‘atípico’ en el Gobierno

Con la llegada al Gobierno de Iglesias su imagen pública varia. Pero no como se espera (o como el protocolo internacional dicta), sino que la estrategia de diferenciación persiste. Quiere denotar que él no es un político al uso, que no se preocupa por su indumentaria. Se pone traje, sí, pero no de su talla. Viste americana, sí, pero de Zara tras criticar duramente a su propietario, Amancio Ortega.

Detrás de ese laberinto indumentario de Pablo Iglesias todo es intencionado. Todo apunta, a que se busca poner el foco en su apariencia física en lugar de sobre sus acciones. Así, toda la atención pública se enfoca sobre algo superfluo, pero que sin embargo, copa titulares, búsquedas en Google y en definitiva, suscita interés.

¿Qué ha quedado en el imaginario colectivo del primer Consejo de Ministros de la legislatura? La apodada como pose de ‘vaquero’ del Viejo Oeste de Pablo Iglesias. Sin duda, el vicepresidente segundo del Gobierno se convirtió en icono de la jornada, mientras que del ‘contenido’ de la misma nadie lo recuerda.

La estrategia de imagen pública de Pablo Iglesias se adapta a cada nueva situación para captar la atención mediática y eclipsar al resto de políticos. No es casual que las principales búsquedas relacionadas en buscadores al introducir su nombre se relacionen directamente con su físico:

Comunicación política

En efecto, todo forma parte de un plan de comunicación transversal. Siguiendo a la consultora de comunicación política, María Barrios, los factores que influyen en la comunicación política son: contexto, marca personal, público objetivo, comunicación y evaluación. Y en efecto, en este caso se trabajan todos ellos, en función de cada paso de Iglesias.

El ‘padre del año’ y el ‘salvador’ del Covid-19

La última maniobra ha pasado por sustituir su icónica coleta por un moño. Su justificación del cambio de look, apuntaba hacia la ola de calor y hacia su papel de padre de dos niños pequeños que le tiran de la cabellera. Sin embargo, de nuevo, su imagen pública apunta hacia simbología.

Este cambio se produce en plena pandemia por el Covid-19, en agosto concretamente, donde en la opinión pública estaba en auge una opinión desfavorable de la gestión de la pandemia por parte del ejecutivo nacional. ¿De nuevo, casualidad? No.

El nuevo peinado del vicepresidente del Gobierno se asemeja al de un antiguo guerrero samurái. Esta figura despertada un profundo respeto por sus códigos de ética, además de protección. Trasladado al contexto actual, Iglesias se erige a sí mismo como el ‘salvador’ del pueblo ante la grave crisis sanitaria que atraviesa España.

En conclusión, si vemos, oímos y leemos sobre la apariencia física de Pablo Iglesias es porque su estrategia comunicativa así lo marca. Si estamos hasta el moño del moño de Pablo Iglesias es a propósito. Al margen de valorar si es favorable, o no, la sobreexposición mediática de la vida privada de los políticos, o de los egos, a día de hoy Pablo Iglesias es el diputado que mayor visibilidad mediática tiene. Y esto tiene un porqué.

Raquel Martínez, es periodista y socia fundadora de la consulta polítifca Martínez March

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