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Embajada: Celaá, la amiga de los ricos

Premiar el esfuerzo es el único camino para sacar al pobre de su pobreza.

Embajada: Celaá, la amiga de los ricos

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Considerar elitista a la educación concertada es tanto como decir que es mejor que la pública. Si es así, lo suyo sería que la pública mejorase la calidad de su enseñanza y no al revés. Pero ya se sabe que le izquierda, en su afán por hacernos a todos iguales, siempre opta por serrar por lo bajo. Es decir, para que no haya ricos y pobres, que sean todos pobres. Para que no haya listos y burros, que sean todos burros. Para que no haya buenos y malos, que sean todos malos.

Conste que la Ley Celaá no pretende cerrar los colegios concertados, lo que hace es prohibir las cuotas que pagan los padres, que en principio es voluntaria pero que a la hora de la verdad es obligatoria. Eliminar esa cuota es tanto como cerrar los colegios concertados porque no podrán hacer frente a sus gastos. Así es que me ocurren dos opciones: una que los concertados se privaticen y que sólo accedan a ellos los hijos de los ricos. Dos, que el curso que viene cierren voluntariamente todos los concertados y que el Gobierno se busque la vida para reubicar a los miles de alumnos de la concertada.

En cualquier caso, perderán los de siempre, los más inocentes e indefensos: los chavales, sobre todo los de las familias más desfavorecidas. Quien pueda pagar una buena educación para sus hijos, lo hará, el que no, se conformará con la pública que, a decir del propio Gobierno, es peor que las otras.

Premiar el esfuerzo es el único camino para sacar al pobre de su pobreza. Despreciarlo es el mejor camino para que el niño de familia bien mantenga toda de por vida su posición en la élite social sin habérselo ganado.

En fin, cosas de la nueva política y su cortedad de miras.