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Camps. Lo prometido es deuda

Al final de tanto esperpento, el jurado popular dictaminó inocencia, para monumental enfado de acusaciones, fiscalía y sorpresa de la presidencia de la Sala.

Camps. Lo prometido es deuda

Publicado por
José María Lozano

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El título de esta reflexión viene a cuenta de mi reciente compromiso de ocuparme monográficamente del presidente Camps. Pero también con la deuda que, a mi juicio, muchos valencianos mantenemos con él desde que se le colocó en la diana de todas las invectivas jurídicas para acabar con una trayectoria política indiscutiblemente brillante y de grandes réditos para su propio partido.

Deuda de reconocimiento y, si me apuran, compasión. Por tópico que resulte, estos métodos extraños de obtener mediante la insistencia en la denuncia mendaz lo que no arrojan las urnas parece procedimiento de éxito para la izquierda española que, de esta manera, logra colar sus falsarios “relatos” en la opinión pública y, finalmente, en el electorado.

Que pregunten a Rajoy o al propio Rey Juan Carlos sobre la eficacia de tan espuria metodología.

Y es deuda, también, con el opúsculo inédito que con el título “Crónica de un esperpento”, resultó de las notas que a diario fui tomando en el popularmente llamado juicio de los trajes, que naturalmente ha salido recientemente a colación con motivo del séptimo sobreseimiento de una nueva carga jurídica, esta vez en relación con la visita papal a Valencia.

Había mandado a toda mi agenda un mail llamado TODOS CON FRANCISCO CAMPS con el siguiente texto “El próximo lunes, el 12 del 12 a las 12, el Presidente elegido de forma mayoritaria el pasado mes de mayo por el pueblo valenciano, se verá injusta y maliciosamente acusado. Y merece de todos nosotros un pensamiento amigo, o un avemaría de los creyentes. Todos con Francisco Camps el 12 del 12 a las 12. Este correo lo envío a todos los que estáis en mi agenda. Nadie debe sentirse molesto por ello. Pido disculpas a quien desagrade y que lo apoye y difunda quien lo comparta. Saludos afectuosos” y recibido numerosas muestras de solidaridad y simpatía. Sólo una protesta airada de un colega socialista que me pedía que le borrara de mi agenda.

Lo cierto es que, durante las largas y tediosas semanas que duró el esperpento, por lealtad ciudadana y por curiosidad científica, me tomé la tarea de asistir a diario a la Audiencia Provincial para obtener información de primera mano en vez de aceptar la machacona presunción de culpabilidad que tantas veces utilizó en portada El País. (Hasta tal punto de que dio origen al posterior trabajo de Arcadi Espada titulado Un buen tío, demostrando el sesgo y populismo de políticos adversos y sus medios afines).

Y lo cierto es también que allí estaban a diario -AVE desde Madrid mediante- las “fiscalas” de la causa, bien instruidas por su mentor Baltasar Garzón, alardeando de ordenadores portátiles y alta tecnología, mientras el fiscal Carrasco (¿debiera decir “fiscalo”?) dormitaba sin demasiado disimulo. Lo cierto es que el magistrado del cuarto turno que presidía la Sala todavía olía al gabinete de Lerma y a su cercanía con Puig, y así se evidenciaba sin disimulo en sus descaradas llamadas al orden al propio Camps o a cualquiera de los que -mayoría en la Sala y pese al férreo control de acceso- manifestaban su escándalo ante cada nueva andanada o cada nueva falsaria declaración testifical. Y lo cierto es que desde la entonces responsable de prensa - proveniente precisamente de la plantilla del periódico citado- hasta un fiscal más, el inefable Torres, y la práctica totalidad del personal administrativo mantuvieron una actitud hostil con el público asistente que contrastaba con la amable cercanía a los medios afines, puntualmente informados del desarrollo de las sesiones, a más de su permanente algarabía (comentarios agresivos en voz alta incluidos) en la anexa sala para la prensa.

Y lo bien cierto es que al final de tanto esperpento, el jurado popular cuidadosa y objetivamente elegido dictaminó inocencia, para monumental enfado deacusaciones y fiscalía, sorpresa de la presidencia de la Sala y eufemismo -ahora ya nada nos sorprende- jurídico: “no culpable”. “Camps inocente” titularon sin embargo en portada algunos medios menos tímidos al día siguiente.

Así que este preludio del que han pasado nueve años de permanente persecución, es tal vez la clave para entender -y por mi parte compartir- las duras palabras del presidente Camps acerca de ese acoso político al que se ha visto sometido mediante todo tipo de argucias y falsedades en el ámbito judicial.

*Este artículo no ha sido expresamente autorizado por su protagonista y el contenido es entera responsabilidad de este modesto testigo de su trayectoria.