Más listos que el hambre (Cuento corto por Navidad)
Este país de picaresca costumbrista que no puede -no debe- acostumbrarse a la picaresca institucional tiene en el Rey su mejor antídoto. VERDE.
La picaresca, la picaresca española, es tal vez uno de nuestros más históricos rasgos de identidad. Desde el anónimo Lazarillo de Tormes (1554), hasta el Diablo Cojuelo que, desde la tradición popular, llevó a la imprenta Vélez de Guevara (1641), pasando por el tan citado estos días -para bien y para mal- D. Miguel de Cervantes y sus Rinconete y Cortadillo (1613), todos esos pillos que prosperan en río revuelto suscitan más simpatía colectiva que rechazo, pese a su amoralidad manifiesta.
Así, ciego y muchacho, un diablillo travieso representando acertadamente la corte madrileña del Conde Duque de Olivares y Felipe IV, o los dos jóvenes aventureros que acabarán en el sevillano patio de Monipodio, son apenas algunas de tantas muestras representativas de tan inveterada tradición que tiene al hambre como leit motiv y excusable justificación. “Más listos que el hambre” es la constante que parecen compartir y, la que hace sonreír al pueblo perdonando los hechos que, a la postre, le divierten.
Políticos al mando y voceros han hecho de estas fechas entrañables un sudoku de cifras, horarios y fórmulas que es la mejor demostración de su incapacidad
“Más listos que la peste”, sentenció Albert Camus en su conocida obra rememorando el cólera en Orán, para referirse a políticos y periódicos que, no logrando atajar la tragedia, se emplearon en disfrazarla con palabrería inútil que tapara su ignorancia y su ineficiencia.
La Navidad de 2020, la fecha que conmemora el nacimiento de Jesús en todo el mundo, cursa en España con especial desazón y desconcierto. Más listos que la peste y más que el hambre -o al menos así ellos lo creen- los políticos al mando y sus voceros oficiales u oficiosos, instalados en la estulticia institucional, han hecho de estas fechas entrañables un sudoku de cifras, horarios, fórmulas y modos que es la mejor demostración de su incapacidad congénita para entender la realidad.
La picaresca elevada a la categoría de ideología, y la ideología así caracterizada como método de gobierno, han alcanzado lo que ni en las más imaginativas fantasías, ni en la más cruda objetividad, habíamos llegado a conocer: un gobierno de pillos.
Un gobierno de pillos y una política de pillerías que no eluden el esperpento. Tampoco el ridículo permanente llevado al limite … desde la mentira, hasta la traición.
Frente a ello, la que con acierto ha sido caracterizada de “serenísima actitud digna de valor y arrojo” del Rey Felipe VI, en su tradicional mensaje del Jefe de Estado a los españoles -visto, por cierto y mal que les pese a los enemigos de España por millones de ellos- cerrando filas en torno a la Constitución, la Unidad y la Compasión, trébedes donde seguir cocinando la libertad y el bienestar que tanto esfuerzo ha costado, que es -más que remedio- guía imprescindible.
La felicitación de la vicealcaldesa socialista Sandra Gómez podría ser más soez todavía
Las familias españolas, reunidas frente al televisor o la radio, aun estando en casas, ciudades y hasta países diferentes, escuchando -como siempre- al Rey, han recibido una excelente vacuna de razón y de optimismo que, ojalá, complemente la que hoy mismo empieza a distribuirse por razones médicas.
De manera que este país de picaresca costumbrista que no puede -no debe- acostumbrarse a la picaresca institucional tiene en el Rey su mejor antídoto. VERDE.
Este cuento navideño, valenciano, incluye la felicitación de la vicealcaldesa socialista Sandra Gómez que podría ser más soez todavía, mientras su gestión del urbanismo de la ciudad no admite mayor torpeza. Un botón de muestra de estos listos (¿más que el hambre?) que nos desgobiernan también, y aquí, en Navidad.