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Recordando a Joaquín Niñerola y los comercios de la Valencia Marinera

Repaso a locales básicos para la vida de un barrio y que en la situación actual de pandemia tienen graves problemas para subsistir

Recordando a Joaquín Niñerola y los comercios de la Valencia Marinera

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Hoy quiero homenajear a mi tío Joaquín Niñerola García, que partió hace una semana a la casa del Padre. Cuando alguien deja esta vida terrenal, parte de nuestra historia se va con él, y por eso es bonito recordar y sentir con el corazón los años compartidos en múltiples vivencias, y más aún cuando vives de cerca cómo a su esposa -mi madrina-, mi tía Maru, al igual que a mi padre, se les borran los recuerdos por esa enfermedad degenerativa que los va destruyendo.

Va por vosotros estos recuerdos de mi niñez y mi juventud cuando María Martínez Selva entró a trabajar en el Superette de la calle de la Reina a mediados de los años 60 gracias a Pepita Garijo, la madre de mi amiga María José Liñan, tal y como me contaba mi madre. Hasta la apertura de Superette lo normal era ir a la Mercado del Cabañal o del Grao a hacer la compra o a las tiendas de Ultramarinos con mostrador donde pedías y te lo daban. Con mi abuela Fermina iba a Casa Valmaña en el Grao, al final de la Avenida del Puerto, y con mi madre a muchos otros.

Superette, al igual que Jobac, y hoy Mercadona y Consum, algo normal para nuestros hijos, en aquella época era un nuevo concepto de relación entre vendedor y cliente, nacido muchos años antes en Estados Unidos. Nuestras mamás, a diferencia del ultramarinos, se movían por la tienda con entera libertad. Era un autoservicio. Tenías una extensa gama de productos al alcance de la mano y seleccionabas lo que necesitabas o lo que atraía más en aquel Superette que daba de calle a calle de Barraca a Reina.

Sampedro era compañera de mi tía, y estaba en la caja. El señor Cubero, con su guardapolvo, hacía las mesuritas de olivas en los salazones. Los empleados te ayudaban, te aconsejaban o respondían a nuestras preguntas cuando el cliente lo requería, y pagabas en caja antes de salir a la calle. Primero con las bolsas de papel con la ardilla característica, y luego las de plástico. ¡Cuántas procesiones hice con mis vecinos con aquellas bolsas diseñando estandartes y capirotes de periódicos!

Luego, cuando mi tía Maru se casó con mi tío Joaquín, dejó de trabajar y terminaron viviendo en su pueblo, Casinos, pero venía un día todas las semanas a comer con sus hermanas, y a comprarse ropa en la tienda de mi madre Modal Isabel.

Mi tío Joaquín, que fue jefe de administración de Superette, la cadena que fundó Abelardo Cervera, y llegó a tener 22 supermercados, estaba en las oficinas del Polígono de la Fuente del Jarro. Cuando yo ya tuve carnet en lugar de irse en taxi le llevaba al caer la tarde con mi dos caballos para que marcharan juntos a Casinos, a no ser que viniera mi tío a pagar con su bolsita de Superette a los empleados que cobraban en sobrecitos con dinero. Y luego nos íbamos a cenar al Bar Mabra, en la calle de la Barraca, con mis padres y mis tías desde aquella boutique en el 11 de la calle Padre Luis Navarro.

En estos tiempos de pandemia tan difíciles para el comercio en general y la hostelería en particular, con las restricciones que padecemos para combatir el Covid, quiero poner en valor el trabajo de los mismos a lo largo de los años, y que en aquella época eran muchos, algunos ya son historia otros siguen al pie del cañón tras décadas de servicio a los vecinos de los Poblados marítimos Cañamelar, Grao y Cabañal.

Cristalería, tejidos y muebles

En otra época, cuando su memoria funcionaba correctamente, tanto mi padre como mi tía Maru sabrían que en la calle Escalante 59 estaba la Cristalería Morata, o Tejidos Levante en el número 228 de dicha calle. Y ahí sigue vendiendo Muebles Salcedo en el 170 de la calle dedicada al ilustre sainetero verdad Rafa Montesinos, y que da hasta José Benlliure en el número 137. También tuvo tienda en Reina 166, y lo que hoy es el Polideportivo de la Pureza fue su almacén. O Muebles El Cubano que estaba en Reina 119-121 y tenía sucursales en Reina 10 y en la Avenida del puerto 56 y 44.

Las máquinas de oficina de Antonio Mata, en José Benlliure 93, tanto de calcular como de escribir, primero eran Hermes y luego Olivetti, con taller para reparaciones como bien sabe el hermano mayor del Cristo de los Afligidos. Muchos iban al Banesto de la Avenida del Mediterráneo a pedir consejo a Ricardo Brull, o a Ramón Guardino al Banco Coca en la calle de la Reina. Paco Serna tenía su comercio en Justo Vilar 24 con artículos de regalo, cerámicas, juguetería y artículos de primera comunión allí tuvo al Cristo del Salvador y del Amparo como cofrade agraciado.

Mármoles y lápidas

Los Mármoles y Lápidas en el Cabañal en Reina 232 son de José Sancho, que aún hoy puedes verlo portando al cristo del Perdón y en el Cañamelar era Sinisterra, el bueno de Juan Antonio, un histórico de la Santa Faz en el 51 de la calle José Benlliure, hoy todo derruido queda un solar. El Garaje Sanz en el número 36 de Mariano Cuber o los Recambios y Lubricantes Pamar de Paco Martínez en la calle de la Reina 18 y Dr. Lluch 19.La Ferreteria Limar en la calle de la Reina 5 y 8 uno de los dueños era devoto del Cristo del Salvador y el otro del Cristo del Grao. El Bar Paris en Reina 92 y Mediterráneo 27 con sus especiales pollos rellenos asados.

En el Cabañal las Motos de Bastida en el 16 de la Remonta, la Destilería de Soler Cantó el sobrino de Virgilio Cantó en el 34 de Pintor Ferrandis o el Casinet en el 25, donde Miguel Lacasta te ofrecía un buen café. ¿Verdad, Ramón Ramirez? Y en ese histórico local se celebraba todo tipo de banquetes de bodas y bautizos cabañaleros al igual que en Casa Julio en Progreso 266.La Pastelería de los Hermanos Piquer en la calle San Pedro 87.La Droguería Miralles en la calle de la Reina o la de Morales en la de Escalante mi amigo Juanvi sabe bien lo que curró allí su padre y su madre.

La Papelería Mijares en el 12 de la calle Luis Despuig donde el tío Jaime Portalés, histórico Pretoriano me hizo las invitaciones de las bodas de plata de mis padres. Si querías comprarte un bolso en José Benlliure tenías Bolsos Peiró o Corella, y en Mediterráneo 19 Bolsos Elvirín te ofrecía también artículos para fumador, viaje y regalo. Donde hoy está La Sastreria el restaurante de Sergio Giraldo en el 42 de José Benlliure estaba Tejidos y Confecciones Durá o la Camiseria de Cansino con su ropa selecta donde mi tía Maru le compraba la ropa a mi tío Joquín en el número 34 de esa antigua calle Mayor dedicada al ilustre pintor. Y en el 118 de Jose Benlliure la boutique infantil Pollyanna.

Discos, relojería y baloncesto

Si hubiera tenido que arreglar la máquina de coser hubiera ido a Alfa, en la calle de la Reina 90. Los discos y los casettes los comprábamos en Mataix, en el 7 de la misma calle, donde podía adquirir una aguja para el tocadiscos o un carrete para la cámara de fotos. Pero si había un comercio especial para mi tía y sus hermanas era la relojería Dimar pues sentían devoción por Maruja Santateresa y su esposo Juan, que el baloncesto fue su pasión. La Óptica Meseguer de tantos recuerdos para mi padre cuando vivió allí con sus padres y hermanos cuando la riada del 57.

La tienda vaquera Dawson, conocida como el imperio del pantalón en el 82 de Vicente Brull. Los regalos de Yedra donde Moe te aconsejaba en Mediterráneo 24 o Modagar en Barraca 99 con todo tipo de textil lencería y cortinas para el hogar.

Los ramos y plantas en Flors Sorolla donde Carmen les aconsejaba y luego fue su hijo Carlos todo un artista que sigue en el 65 de Mariano Cuber. También en Barraca 70 estaban Plantas y flores El jardí. Lina Peiro en Barraca 80 regentaba Peristilo donde la decoradora te aconsejaba y podían encargar allí su lista de boda si ibas a contraer matrimonio. Y en el 102 del antiguo carrer Capdepont estaba Musical Gaspar.

El imperio de la familia Carrascosa, con su Incoplast, la antigua Confitería Guinart, y tantos y tantos comercios que sería imposible enumerar pues no acabaríamos nunca. Valgan estas pinceladas para homenajear al comercio, al igual que a mis tíos y mis padres que me enseñaron a vivir y querer a estos lares marineros y sus gentes.

Ya saben que siempre les recomiendo escuchar a nuestro corazón, obrar el bien a los demás, y sentir estos lares marineros. Sean felices y nos vemos en la Valencia Marítima cuando se pueda. Recuerden: mascarilla, frecuente lavado de manos y distancia social. Siempre es mejor prevenir los riesgos. El COVID sigue ahí y nuestros hospitales están al borde del colapso.