Qué es la normalidad democrática
La democracia es un sistema frágil e imperfecto, pero mucho mejor que las alternativas, y del que no se puede esperar siempre un funcionamiento ejemplar
Mucho se discute en los últimos tiempos sobre la normalidad democrática y no precisamente entre gobierno y oposición, sino entre los dos partidos parte del gobierno de coalición. La unión de fuerzas entre el Partido Socialista y Unidas Podemos fue producto de unas circunstancias muy específicas de imposibilidad de ninguna fuerza política para alcanzar la mayoría absoluta, amén de esfuerzo consciente para evitar unas nuevas elecciones; ninguna afinidad ideológica une a estas dos formaciones que establecieron una alianza contra natura y que no han parado de chocar entre sí desde el inicio de esta legislatura asombrosamente larga, pues nadie, ni el que suscribe estas líneas, daba un duro por ella.
Pablo Iglesias ha jugado a querer ser gobierno y oposición al mismo tiempo, con resultados surrealistas que al menos le garantizan la presencia constante en los medios de comunicación y la imagen ante sus fieles, de los que es sumo sacerdote de palabra infalible, que no se ha vendido al capital; cosa diferente es que ahora cuente con mucho más capital.
Pero no nos desviemos. Las declaraciones de Iglesias de las últimas semanas, comparando la situación de los políticos catalanes huidos después del referéndum fallido con la de los exiliados republicanos tras la Guerra Civil y entendiendo que los políticos presos del Procés son presos políticos, han levantado una gran polvareda dentro del gobierno y fuera de él.
Para comenzar, la vicepresidenta Carmen Calvo se ha apresurado a discrepar públicamente de su ilustre colega; la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha insistido igualmente en que España es una democracia plena; e incluso el ministro Ábalos ha terciado sentenciando que "la normalidad permite elementos de anormalidad".
Reconozco que me ha gustado la última frase, porque verdaderamente resume lo que la democracia es: un sistema frágil e imperfecto, pero mucho mejor que las alternativas, y del que no se puede esperar siempre un funcionamiento ejemplar. Dicho esto, lo que no se puede hacer tampoco es medir la calidad del sistema por las excepciones y no por el conjunto de cosas que sí se hacen bien.
Desde el PSOE se ha querido ver en las palabras de Iglesias un guiño electoral y electoralista hacia Cataluña (que ni se lo ha pedido, ni le importa un bledo), pero lamentablemente creo que Iglesias lo dice de verdadera buena fe, dentro del retorcido e instrumentalista concepto que tiene de la democracia y sin darse cuenta de las peligrosas consecuencias de sus palabras. De algún modo, no queda más remedio que compararle con Donald Trump, un presidente que se dedicó desde el principio de su mandato (y antes en realidad) a minar las bases de estado democrático, desacreditándolo en todos sus extremos y convenciendo a su masa de seguidores de que no funciona la democracia, puesto que no es él quien gana.
¿Qué piensan ustedes que constituye la normalidad democrática?
*Politólogo y abogado.