Elecciones catalanas: ¿efecto Pigmalión o Golem en la política valenciana?
Lo que ocurra en Cataluña tendrá una influencia considerable en las tendencias de cara a las próximas elecciones en la Comunidad Valenciana
El mito de Pigmalión, dentro del contexto de dramas y tragedias en el que se desarrollan muchas de las historias de sus divinidades, constituye uno de los más idílicos y felices de la prolífica cantera de la Grecia clásica. Refleja la búsqueda de la belleza, de cómo un escultor se enamora de su obra, de Galatea, y de qué manera conmovió a la diosa Afrodita, que dio vida a su escultura, a la citada Galatea.Esa historia mitológica ha sembrado la semilla del denominado efecto Pigmalión, que se basa en impulsar a una persona, en generarle confianza, en destacar sus virtudes y habilidades para, con esta motivación, que esta confíe más en su capacidad y alcance metas importantes educativas o deportivas, por ejemplo. Como el enamoramiento de Pigmalión acabó convirtiendo a Galatea en persona.
Mientras, el Gólem o Golem, que proviene de la mitología judía, consiste en un ser animado fabricado con arcilla o barro. En su caso, no ejemplifica la belleza, sino el automatismo, el androide descerebrado, fabricado en masa. Posiblemente por ese motivo se denomina efecto Golem a la antítesis del Pigmalión, es decir, a cuando un superior demuestra muy poca confianza en el rendimiento de un subordinado o lo minusvalora y, como consecuencia, este último rinde por debajo de sus posibilidades.
Las elecciones catalanas pueden tener un efecto Pigmalión o Golem en la política valenciana, depende de cómo quede allí cada partido. Y esto puede suceder por diversas razones. La primera y evidente, por la proximidad geográfica. La segunda, porque ya estamos casi a mitad de esta legislatura en la Comunidad Valenciana, y Cataluña, con sus singularidades, también demuestra la fuerza de las formaciones políticas de ámbito nacional. Permite observar las tendencias positivas o negativas.
Y, tercera, porque, en principio, no habrá más comicios hasta finales de 2022, cuando tendrán lugar las elecciones autonómicas en Andalucía. Por tanto, las diferentes formaciones de ámbito nacional no dispondrán de más ocasión -salvo convocatoria anticipada- de medir fuerzas y de dejar, con sus resultados, mejor o peor sabor de boca en el conjunto del electorado.
Los partidos valencianos se juegan mucho. Para empezar, el más votado en los últimos comicios, el PSPV-PSOE. Si gana el PSC que ha situado de cartel el ex ministro Salvador Illa, confirmará que sigue siendo el partido vencedor de las dos últimas elecciones nacionales o de abril de 2019 en la Comunidad Valenciana y en otras autonomías. Mantendrá, en la mente del votante y en la estrategia del partido, es halo triunfador, de formación a batir. De Galatea para una parte del electorado.
Pero puede ocurrir lo contrario, que sea derrotado. Incluso que no quede ni segundo. Con lo que daría alas a sus rivales -efecto Pigmalión a la inversa- y aumentaría su euforia y energía de cara a la próxima contienda electoral. En la Comunidad Valenciana no será la misma sensación para el electorado si el PSOE (o PSC, en este caso) gana, queda segundo o pierde hasta caer a la tercera plaza. Más abajo ya sería una debacle.
Lo que ocurre también lo sigue con atención el PP, una formación que tocó no el suelo, sino las catacumbas, con los 66 escaños en las elecciones nacionales de abril de 2019 o con los cuatro de las últimas catalanas, y que ha ido remontando. Ahora aspira a mejorar ostensiblemente. Si lo logra, habrá cubierto las expectativas y demostrado que se ha vuelto a consolidar como el único rival, a escala nacional, del PSOE. Que viene con brío y que aspira a ganar allá donde se presente. Como sucedió en Galicia o como pretende en las próximas elecciones en la Comunidad Valenciana. Por el contrario, si sube únicamente un par de escaños, se estanca o, lo que puede resultar incluso peor, le supera Vox, la imagen de marca quedará ostensiblemente dañada. Y cargará con ese lastre durante año y medio largo.
Para Ciudadanos sí que es cara o cruz o, incluso el "susto o muerte" de Todos los Santos. Porque pase lo que pase perderá. La cuestión es por cuánto. Y perderá porque ganó las pasadas elecciones en un hito histórico y con Inés Arrimadas como cabeza de lista, y parece muy improbable que este domingo repita esa gesta. Ahora, desarbolado tras la estrategia errática de su ex presidente, Albert Rivera, previsiblemente cederá un buen caudal del más del millón cien mil votos que logró en 2017 y que le permitió obtener 36 escaños.
Incluso quedarse con la mitad podría ser un éxito. Para un partido que nació en Cataluña, bajar, ahora, más de 18 parlamentarios podría marcar la senda de su defección y abrir la carrera de las deserciones. La de Lorena Roldán habría sido solo el anticipo. En la Comunidad Valenciana, donde Ciudadanos consiguió precisamente 18 escaños en abril de 2019, muchos cargos locales y algunos también autonómicos observan con atención qué pasará en Cataluña para ver cómo organizan su futuro político.
La herencia envenenada de Rivera puede provocar un efecto devastador para la ahora presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en cuanto a reclamación de responsabilidades. Y en la Comunidad Valenciana, donde el partido tiene profundas grietas que han distanciado mucho a sus principales referentes, un mal resultado constituiría una bomba de relojería. En cambio, de aguantar y superar los 18 escaños, Ciudadanos habrá salvado casi un ´match ball´. Podría ser el principio del resurgir.
Compromís es al único al que, aparentemente, ni la va ni le viene, aunque no le da igual. Su marca, al contrario que la de las tres formaciones que le preceden en representación en Les Corts, no compite, aunque sí que lo hacen otros partidos con los que se identifica. Tanto, que incluso ha confluido con ellos en candidaturas al Parlamento Europeo. Si gana ERC o incluso Junts, Compromís no dudará en subirse a ese carro triunfador y tratar de espolear, de esa forma, su coalición de cara a un electorado que le empezó a dar la espalda en abril y mayo de 2019, cuando la coalición que encabeza Mónica Oltra perdió dos diputados autonómicos, tres nacionales, un eurodiputado y un amplio elenco de cargos locales.
Y si Ciudadanos tiene bastante que perder, Vox supone la parte opuesta, la de quien posiblemente gane mucho. En la actualidad carece de representación, por lo que con entrar en el Parlament, algo que parecen refrendarle todas las encuestas, ya ha vencido en estas elecciones. Vox hace su camino, al margen del resto. Entrar en una cámara tan adversa como la catalana supondría toda una gesta para la formación que ayudará a salpimentar la épica con la que su presidente, Santiago Abascal, afronta los retos electorales. Sería una muesca más y un nuevo paso adelante de su partido. No entrar significaría quedarse como está, aunque truncaría la dinámica positiva que alcanzó uno de sus cénit con el escaño de Amaya Martínez en el País Vasco.
Unides Podem, la formación con menos escaños en Les Cortes Valencianes, también tiene un hito importante con lo que le ocurra a su partido hermano en Cataluña, En Comú Podem. Si el resultado final responde a la tendencia nacional, la marca seguirá con el declive que le ha llevado a contar en la actualidad con la mitad de lo que llegó a disponer en el Congreso o a la desaparición en Galicia. Aguantar con lo que tiene representaría casi un triunfo, invertir la tendencia de caída libre.
¿Sobre qué partidos las elecciones catalanas ejercerán efecto Pigmalión y sobre cuáles efecto Golem? Lo iremos viendo a partir de las semanas que seguirán a la noche de este domingo 14 de febrero.
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