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Muere el arquitecto Joan Margarit, bardo de la palabra y de los números

Arquitecto y catedrático de cálculo de estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, fue en 2019 merecedor del Premio Cervantes y también del Reina Sofía de Poesía

Joan Margarit.

Publicado por
José María Lozano

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Una década antes, en 2008, Premio Nacional de Poesía mientras se ocupaba de las obras de consolidación y terminación de la Sagrada Familia de Gaudí. Ha muerto, a los ochenta y dos años de edad, en su casa/remanso de Sant Just Desvern. Descanse en paz.

Joan Margarit fue siempre dueño y señor de su propia inteligencia emocional que desparramaba con generosidad entre amigos, colegas y estudiantes. Cercano a los prodigios de quienes a una cabeza completa unen una buena educación desde niño, a los treinta años alcanzó con honores la dificilísima cátedra de Cálculo de Estructuras de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, desde la que junto a Carles Buxadé con quien también se asoció profesionalmente, investigó e impartió docencia hasta su jubilación.

Cinco años antes sus primeros poemas, en español, vieron la luz. Los últimos, inéditos pero próximos, nacieron en el largo confinamiento que comenzó hace un año. El mismo que impidió la ceremonia académica de cada 23 de abril en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para la entrega oficial del Premio Cervantes. Hace apenas dos meses, el 21 de diciembre, los Reyes Felipe y Leticia, con especial sensibilidad se desplazaron a Barcelona para revertir la falta en la intimidad. Y acertaron plenamente. Joan era más de la casa que del palacio, del aula diaria que del Aula Magna, del trabajo riguroso que del oropel.

Se me agolpan las horas que disfruté a su lado al ritmo de sus versos desgarrados tras la muerte de Juana (¡cuánta tristeza y cuánto vigor a la vez!), y a la velocidad del “MÉTODO MARGABUX” para el cálculo de estructuras porticadas ortogonales (1969) que he ido encontrando en escuelas de arquitectura de todas partes.

La última vez en Valencia, en el IVAM, cuando le invité junto a nuestro Carlos Marzal, (también, como él, Premio Nacional de Poesía) a una lectura poética para acompañar al neozelandés Ron Ridell. En La Habana, con Fina García Marruz y Cintio Vitier (grandes poetas cubanos) y en devota visita a casa de Dulce María Loynaz. En el Centro de Estudio de Tecnologías Avanzadas (CETA) que fundó Justo Nieto en cooperación universitaria con la isla, junto a Mario Coyula, Emilio Escobar y Orestes del Castillo (importantes catedráticos de arquitectura) y a su hija Mónica, hoy

Directora General de la Fundación Princesa de Girona.

No olvidaré jamás su bonhomía y su gran sentido del humor. Con ello calmaba sus tristezas más profundas, mudándolas en alegrías para terceros. Apenas hace unos días nuestro poeta de números y letras aseguraba “La verdad no siempre es bella, este es el gran equívoco romántico” … y yo, atrevido como soy, glosaba … “ni la belleza siempre cierta, querido Joan”.

Hoy, al perder su vecindad terrenal, me quedan paseos del brazo juntos por aquí y por allá. Y una pena, que como él enseñó, guardo en lo más hondo de mi corazón. Y quedan también sus libros de poesía y arquitectura en mi biblioteca y sus obras, con el Estadio y el Anillo Olímpico de Montjuic entre las más representativas, en buen número de ciudades españolas.