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El Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar

"Trece hombres están secretamente reunidos en Valencia y, si no hay sobresaltos, lo seguirán haciendo durante una semana"

Imagen del Patronato de Pueblo Nuevo del Mar

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Es domingo, 10 de septiembre de 1871. Trece hombres están secretamente reunidos en Valencia y, si no hay sobresaltos, lo seguirán haciendo durante una semana. Son los delegados de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), más tarde conocida como la I Internacional.

Al final de dicho encuentro se adopta una resolución en la que afirman que “la República Democrática Federal es la propiedad colectiva, la anarquía y la federación económica, o sea, la libre federación universal de libres asociaciones obreras agrícolas e industriales” y se conjuran para materializarla.

Entre tanto, en la tranquila y confiada Valencia de la Restauración la salud era el tema de moda, pero para que su efecto fuera total debía abarcar cuerpo y espíritu. Para tratar al primero ya estaba preparándose un ejército de médicos, arquitectos e ingenieros; para velar por la salud del segundo no se dudó en reclamar la presencia de ciertas órdenes religiosas no existentes en nuestra ciudad, a la vez que se reforzaban los efectivos de las que ya había.

Así, en 1885 se instalaron los Hermanos Maristas, haciendo lo propio cuatro años más tarde los Salesianos, dedicándose ambas congregaciones a la enseñanza nocturna de obreros adultos aparte de la habitual diurna, dedicada a los niños.


No fueron estos religiosos los primeros en dedicar considerables esfuerzos a la atracción y retención del joven jornalero, atento siempre a las consignas emancipadoras que lanzaban las flamantes organizaciones obreras, pues ya en 1880 el jesuita valenciano Antonio Vicent creó la “Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer” así como una red de “Círculos de Obreros Católicos”. En 1883 se funda el “Patronato de la Juventud Obrera”, aduciendo como razón fundamental: “Si en Valencia se han fundado escuelas laicas para los obreros, el Patronato ha levantado enfrente de ellas las escuelas católicas para los mismos”.


Este no es un fenómeno exclusivamente valenciano sino común a toda la sociedad nominalmente católica, hasta el punto de que la Iglesia tiene que posicionarse ante la entonces llamada “cuestión social” con la encíclica “Rerum Novarum” de León XIII, publicada en 1891.


Iglesia y burguesía industrialista se disputan el dominio sobre un proletariado tan deseado como escurridizo. Para ayudar a ambos, el gobierno de la nación ya había declarado ilegal, por Real Decreto de 10 de enero de 1874, a la Sección Española de la Internacional “porque atenta contra la propiedad, contra la familia y demás bases sociales”.


Precisamente en 1874 se funda en Valencia el “Ateneo Científico, Literario y Artístico”. Era ésta una sociedad fundada por y para aristócratas y burgueses. La réplica obrera no tardó en llegar, fundándose en 1876 el “Ateneo Casino Obrero”. Es interesante notar que la entidad obrera incorpora a su nombre oficial el término casino. La Restauración es la época dorada de los casinos, surgidos en España durante el Sexenio Democrático y consistentes en locales en los que se sirven bebidas y café, se juega y se charla, pero, sobre todo, se hace política a nivel de barrio, educando en los principios del partido, o corriente que lo rige, a todo aquel que lo desee. Es el casino el lugar idóneo para el mítin y la confraternización.


En ese efervescente caldo de cultivo un puñado de músicos licenciados de sus regimientos crean en el Pueblo Nuevo del Mar, municipio que comprende las antiguas partidas del Canyamelar, el Cabanyal y el Cap de França, una charanga que, dirigida por el más puesto en el arte de Euterpe, José Castro Miralles, conocido en el pueblo como “el mestre Corbella” por su oficio de labrador, ameniza las veladas veraniegas y las fiestas locales de la población marinera. Estamos en 1880.


Pasan los años y, aunque la política pactista de conservadores y liberales ha hecho olvidar las guerras carlistas, la “cuestión social” sigue inquietando a unos e infundiendo esperanza revolucionaria a otros. Ha surgido además un joven y apasionado político llamado Vicente Blasco Ibáñez que le disputa el terreno en Valencia a la Iglesia y a la Internacional. A su verbo incendiario añade la letra impresa, fundando el 12 de noviembre de 1894 “El Pueblo”, diario republicano y anticlerical, azote de unos y otros.


Blasco Ibáñez gana pronto para su causa a un buen número de vecinos del Pueblo Nuevo del Mar. Frecuenta sus casinos republicanos, comparte las alegrías y las penas de estibadores y pescadores y hasta participa en una expedición contrabandística en una de sus barcas. De esa experiencia surgirá su novela “Flor de Mayo”.


Ante esa situación, en 1894 dos prohombres del lugar, el vicario a cargo de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario en el Canyamelar, Luis Navarro Oliver y el maestro de primeras letras Vicente Ballester Fandos, del Cabanyal hablan, consultan con ciertos vecinos influyentes y deciden crear una sociedad recreativa en la que los obreros puedan pasar sus ratos de ocio e instruirse a la vez, y, quizá recordando aquello de que “la música amansa a las fieras” acuerdan crear una sociedad musical con todas las de la ley. La charanga del “mestre Corbella” será su núcleo fundacional.


El 28 de mayo de 1894 se constituye el Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar, entidad puesta bajo la advocación de Ntra. Sra. del Rosario, cuya flamante banda de música estaba compuesta por veintinueve instrumentistas, dirigidos por José Borrero Pérez, joven músico procedente de la Banda de Alabarderos y ex director de la Banda Municipal de Vigo.


A partir de 1895, en que participa por primera vez en el Certamen de Bandas de la Feria de Julio de Valencia, comienza un brillante período de éxitos musicales, obteniendo varios primeros premios en dicho Certamen entre 1896 y 1932 y proporcionando una buena cantidad de excelentes instrumentistas a la Banda Municipal de Valencia, creada en 1903.


El Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar llegó a tener hasta mil quinientos socios, no habiendo evento cultural o festivo en el que no estuviera presente, siendo muy estimados sus conciertos dominicales en el Balneario Las Arenas.


Cumplió también sobradamente con la dimensión social que inspiró su creación, hasta el punto de recibir en 1923 la Medalla de Oro con distintivo rojo y blanco de la Cruz Roja Internacional por su contribución en los auxilios prestados a los soldados enfermos y heridos procedentes de Marruecos durante la guerra del Rif.


Todo iba bien, incluso demasiado bien y, a veces, hasta se puede morir de éxito. Eso es lo que le pasó a esta benemérita y laureada sociedad musical del Canyamelar, pues deseando tener un local social acorde con su importancia artística en 1923 deciden comprar el local junto a la iglesia del Rosario que durante cuarenta años habían estado usando en régimen de alquiler. Se adquiere por 55.000 pesetas, así como otras dos casas colindantes.


Se utiliza el nuevo espacio provisionalmente al mismo tiempo que se le encarga el proyecto al joven arquitecto del Cabanyal Víctor Gosálvez Gómez. El local resultante es un soberbio edificio de dos plantas inaugurado en 1929, el malhadado año del crack bursátil en Nueva York. La crisis mundial que ello desencadenó unido a problemas de gestión de la directiva de la entidad frustró lo que aquellos ilusionados vecinos del también fenecido Pueblo Nuevo del Mar, anexionado a Valencia en 1897, habían sembrado con anhelo, siendo el local embargado por impago y vendido en pública subasta en octubre de 1932.


Ese antiguo local es el actual Teatre el Musical en la Plaza del Rosario del Canyamelar.


El Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar fue disuelto legalmente el 27 de mayo de 1933 pero de sus cenizas surgió, sin solución de continuidad, el Ateneo Musical del Puerto, sin local propio pero musicalmente formidable, hasta el punto de que se presentó al Certamen de la Feria de Julio de Valencia ese mismo año, obteniendo el Segundo Premio en la Sección Especial, el primero de una larga serie hasta hoy.


Es un placer reconocer hoy que de aquel añoso y robusto árbol musical plantado hace más de un siglo por las manos amorosas de un cura y un maestro han surgido tres grandes sociedades musicales: el citado Ateneo Musical del Puerto en el Canyamelar; la Sociedad Musical Poblados Marítimos en el Cabanyal y la Sociedad Musical Unión de Pescadores en el Cap de França.






El reverendo Lluis Navarro y el mestre Vicente Ballester

El reverendo Lluis Navarro y el mestre Vicente Ballester

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