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Lacaton y Vassal, premio Pritzker 2021: El lujo del espacio

Sus proyectos han sido siempre un ejercicio de optimismo, aupados por la responsabilidad de gastar eficientemente los recursos.

Lacaton y Vassal, premio Pritzker 2021: El lujo del espacio

Publicado por
Ana Lozano Portillo*

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“El lujo es el espacio” sentenciaba Anne Lacaton cuando explicaba la maison Latapie (1993), una casa modesta en su aparato formal y en su paleta constructiva, pero ambiciosa en sus proporciones y riquísima en su catálogo ambiental. La estrategia fundamental se basaba en la transferencia inteligente de sistemas y materiales de bajo coste capaces de amaestrar el clima, contrastados y perfeccionados en sectores productivos menos autocomplacientes que la arquitectura del momento. Y en ese empeño por crear valor sin recurrir al oropel construyó junto a su compañero Philippe Vassal el ideario de una producción honesta y valiente.

Reivindican la belleza cuando es hija de la contención y madre de la felicidad de sus moradores

Una trayectoria consistente de más de treinta años ha sido reconocida con el premio Pritzker, aquel que el tópico asimila al más prestigioso de los galardones para dar cuenta de su importancia. El premio que otorga la Fundación Hyatt va siempre cargado de un mensaje. El jurado, hoy presidido por el también laureado Alejandro Aravena, distingue a aquellos arquitectos cuyo acervo ilustra mejor la expresión de su particular concepción de servicio a la sociedad. Las temáticas más candentes se leen entre las líneas de sus actas laudatorias. Y el legado del “menos es más” de nuestro admirado Mies van der Rohe parece encontrar en los últimos años declinaciones muy

diversas. Este año loco de pandemia global donde el mundo parece haber tomado nuevamente conciencia de la responsabilidad compartida de su deriva, el lema es “mucho con muy poco”.

Como pocas son las palabras que Anne necesita para enunciar las ideas que tantas veces he podido repetir a mis estudiantes. He tenido la suerte de coincidir con ella en diversos congresos y, con la cercanía que crea poder conversar en su misma lengua cuando lo hace en territorio extraño, conocer de primera mano muchas anécdotas.

Practican honestamente y desde hace más de treinta años la regeneración urbana, ese mantra del que se han querido apropiar los más oportunistas

Algunas de ellas han trascendido el ámbito de la conversación privada para expresar lo que sus silencios arquitectónicos nos susurran a voces: que el arquitecto sólo debe intervenir si es capaz de mejorar lo que ya existe. Que todos los lugares han sido habitados antes por gentes que los han cargado de valor y simbolismo. Que la tábula rasa sólo es un truco para desactivar las constricciones que retan la empatía y responsabilidad de un arquitecto atrapado en su propio relato onírico. Y que el motor último de la arquitectura es su vocación de servicio.

Anne y Philippe nunca se han dejado seducir por la oportunidad de usar un monto ingente para dejar una huella imborrable que les hiciera un sitio en la eternidad. Sus proyectos han sido siempre un ejercicio de optimismo, aupados por la responsabilidad de gastar eficientemente los recursos sin caer nunca en la tentación de excusar algún fallido por lo escaso de su presupuesto. Reivindican la belleza cuando es hija de la contención y madre de la felicidad de sus moradores. Elijen siempre reutilizar sobre demoler, y destinan el diferencial sobre el coste de oportunidad a ampliar o mejorar lo existente.

Practican honestamente y desde hace más de treinta años la regeneración urbana, ese mantra del que se han querido apropiar los más oportunistas para imponer los nuevos postulados del urbanismo contemporáneo. Su escucha atenta y su respuesta generosa y siempre pertinente les ha valido el reconocimiento de una forma de hacer tan auténtica en su factura formal como íntegra y veraz en su desempeño profesional, que el jurado del premio Pritzker ha querido señalar como la senda en la que orientar nuestros caminos y reflexiones en el año que más a prueba ha puesto a la humanidad. Yo ya tengo listas mis alforjas para recorrerlo con ellos.

Ana Lozano Portillo es arquitecto.