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La lección de la limpieza

La pandemia nos está dando lecciones importantes, una de ellas es la limpieza, sobre todo la de espacios públicos, salud y ocio, que debemos conservar a futuro.

La lección de la limpieza

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No tenemos que esperar a que se termine la pandemia para darnos cuenta si aprendimos lecciones. Por supuesto que ha habido aprendizaje desde el principio de esta y lo seguirá habiendo por mucho tiempo, porque este nuevo estilo de vida nos ha llevado a modificar pensamientos, actitudes, conductas, costumbres y sobre todo hábitos. Buenos o malos, eso ya depende de cada quien.

Del aprendizaje personal cada uno es responsable, pero del aprendizaje general somos y seremos responsables todos, pues lo que antes considerábamos competencia de unos cuantos – por ser su responsabilidad laboral – se ha ido convirtiendo en un acto de compromiso y conciencia general. O al menos eso parece y debe ser así.

Con esto me refiero a algo aparentemente simple, pero que es más importante de lo que imaginamos. Es el caso de la higiene, la limpieza, el aseo. Llámenle como gusten, pero hablamos de la salud física, visual y de tacto que ahora cuidamos como personas y que se aplica, se cuida y se exige en los sitios públicos. El cambio que han registrado las instalaciones de oficinas públicas, bares, restaurantes, tiendas, comercios, incluso centros de salud, con la llegada de la pandemia, ha sido favorable para todos.

En muchos de estos sitios, concretamente bares y probadores de tiendas, la limpieza brillaba por su ausencia la mayor parte del tiempo, incluidos los vestidores de tiendas de marcas de prestigio. Se hizo costumbre y dejadez en los responsables tener los suelos sucios con algo de basura y polvo ¡sobre todo mucho polvo y pelusa en los vestidores! Y no se diga los aseos. Es probable que el mantenimiento y servicio de limpieza se hiciera una vez al día y “quizá” se daba al final de la jornada laboral.

Recuerdo que la primera vez que vine a España como turista, hace unos veinte años, me sorprendió mucho entrar a un bar y a otro y otro y a primera vista encontrar lo mismo: suciedad y basura en la parte del suelo cercana a la barra, como servilletas usadas, colillas de cigarro (en aquel entonces se permitía fumar dentro de bares), pedacitos de comida y migas de pan. Era muy desagradable acercarse a pedir un bocadillo y de pronto mirar suciedad entre los pies, en un sitio de comida.

Cuando llega la normativa que prohíbe fumar en el interior de bares y restaurantes, se dejan de ver colillas en el suelo, pero la basura y la suciedad no dejan de estar presentes. Las colillas pasaron a acumularse, justo en el suelo de la entrada al local, donde los fumadores se “echaban su cigarrito” y lo apagaban ahí mismo.

Hoy en día no es que estos sitios brillen de limpieza, pero con tantas medidas y protocolo ya se observa más higiene, sobre todo en los vestidores de tiendas de marca en que, anteriormente, cuando uno se probaba ropa, el suelo estaba asqueroso – literalmente – al grado de que uno como mujer (no sé los hombres) se ponía los pantalones casi de puntitas, con tal de no poner la planta del pie en el suelo sucio.

Esto puede parecer una tontería o frivolidad, pero no lo es. Resulta desagradable probarse ropa nueva en un pequeño cubículo lleno de perchas colgadas y tiradas en el suelo, donde la pelusa, el polvo y cartoncillos de etiquetas rotas están por todos lados. ¡Y encima cerrar el espacio con unas cortinas llenas de suciedad, por tantas manos que las tocan!

Y si a esto agregamos que en el pasillo central de algunos vestidores se amontonaba gente que acompañaba a quien se probaba ropa, en espera de dar el visto bueno, aquello en verdad acababa siendo un mercadillo. ¡Y no se diga cuando era temporada de Rebajas, en que todo era desorden y caos, no sólo en vestidores, sino en las mismas tiendas!

Ahora, cuando en una tienda me acerco a un vestidor para probarme una prenda, reconozco que me sorprende lo limpio que están los cubículos y lo organizado que trabaja el personal en la atención y las indicaciones que nos dan a los clientes. Ya no hay gente en el pasillo obstruyendo el paso, lo cual se agradece, y los vestidores están aseados y desodorizados. Viendo esto es cuando uno dice “claro que podemos ser limpios hasta en sitios públicos”.

En los bares ya no se ve tanta basura en los suelos porque el control de personas tanto en su interior como exterior es máximo, así que no hay tiempo para que el cliente sea sucio ni para que el propietario lo permita. Se ha hecho costumbre que a la entrada de oficinas públicas, instalaciones de salud como de ocio o comercio, nos pongamos gel y seamos más precavidos con lo que tocamos. Que resulta cansado ponerse el líquido cada vez que se entra a un sitio, lo es, pero es una medida de higiene responsable que tenemos que acatar y que en un futuro debemos mantener por salud.

Siendo extranjera uno aprende a mirar todo con otros ojos. En mi caso soy demasiado observadora, así que aquellas primeras imágenes que fui recogiendo de los bares y probadores sucios, me dejaron muy mala impresión. Hoy recojo otra impresión y me doy cuenta de que si no aprendemos muchas lecciones en esta pandemia, al menos la de la limpieza será bien asimilada por muchas personas.