Política de madrugada
Un tema arduo el de los indultos, pero de confrontación simple entre los polos. Es curioso cómo se convierten en una cuestión de soberanía nacional
Estas líneas han sido escritas de madrugada. Durante esa franja horaria en la que encender el interruptor no supone una conmoción económica. Una medida supuestamente enfocada al ahorro energético en la necesaria lucha climática. Comprensible desde el punto de vista ambiental. Inasumible para el bolsillo ciudadano, todavía exhausto por despidos y ERTE.
Esperable de la derecha; impensable para la izquierda defensora - al menos en su apelativo - de la clase obrera. Los fantasmas de Sánchez y Montero diciendo que Rajoy salía “muy caro” resurgen. Maldita hemeroteca. Y maldita política. Cenar a la luz de la luna, más que un privilegio, pasa a ser una necesidad.
La búsqueda de motivos de la izquierda para votar en 2023 continúa. La marcha de Iglesias supone una laxitud entre los socios de gobierno, pero no la solución. Sánchez colecciona crisis que, aunque muchas no le merman, tampoco le benefician. Grosso modo, solo le amparan los esperanzadores datos del paro y su aparente compromiso con la despoblación.
Viajó a Soria por la España Despoblada. Tras décadas de gritos sordos, esta conformaba un cartel repleto de “estrellas” en torno a su causa. Uno de ellos, Pablo Casado, quien toma el relevo de Ayuso en la carrera nacional. Emula el ataque incansable. La culpabilidad ancestral por encima de todas las cosas. Primero fue Iglesias y ahora Sánchez. Tanto es así que utilizó su intervención para acusarle de los indultos. Ni el momento, ni el lugar. Poco deben pensar en amnistías los rurales cuando solo el 10% de sus líderes cree que estamos mejor que hace dos años (Estudio Next Educación). Sobraba.
Un tema arduo el de los indultos, pero de confrontación simple entre los polos. Es curioso cómo se convierten en una cuestión de soberanía nacional cuando son, probablemente, los indultos más previsibles y presumibles de la historia española. El apoyo nacionalista a Sánchez en la moción de censura a Rajoy lo anunció.
La derecha reclama un arrepentimiento que no llega. Ni llegará. Sería de alta traición para las bases indepes. Tampoco lo mostró el coronel Tejero. Aunque comparar lo ocurrido en Cataluña con una sublevación a golpe de pistola quizá son palabras mayores. Mientras tanto, Puigdemont disfruta - por ahora - exento de pecados de sus vacaciones en Bruselas. Ya van tres veranos. Quizá ahí radique el problema. Por lo menos, el resto no huyó de la justicia. Y tenemos govern tras ocho meses en vilo. Consuelo de tontos.
El diálogo es necesario. No por los políticos, sino por la salud ciudadana. Hacer el mínimo ademán de pesar y sosiego ayudarían a rebajar la tensión y la crispación. Esa droga que da alas al independentismo. Y a los partidos radicales, menesteres de enfrentamiento.
Mientras tanto, se fragua la ya famosa foto de Colón. Tras un Ciudadanos que hace aguas, el foco se centra en el borde derecho del tablero. Casado no quiere darle los honores a Abascal. Inimaginable tal poder de convocatoria por la subida de la luz. Tengo la percepción de que somos el único país donde las crisis, más que unir, distancian. Marruecos tampoco fue una excepción. Un conflicto diplomático que se saldó con el uso político de las personas. Una vez más, los intereses a la cabeza; la ciudadanía a la cola.
Eso de que “todo es política” ya agota. Y esta sí pasa factura. La desconexión electrónica diurna acentuará el alejamiento político-ciudadano. A este paso tendrán que adaptarse también a la nueva tarifa de la luz para ser escuchados. Política de madrugada.
*Periodista. Responsable de Comunicación y Marca en Next Educación. Profesor de Marketing y Comunicación