La cumbre de la "germanor" que promete convertirse en costumbre
El primer encuentro valencianobalear deja una imagen de unidad institucional que, quizás, debió materializarse de otra forma
Resultaría aventurado atreverse a realizar una valoración sobre lo que ha supuesto la primera cumbre valencianobalear celebrada en Mallorca durante los días 5 y 6 de julio. A priori, el balance final dependerá de las expectativas fijadas por los miembros de ambas comitivas en una especie de "secreto de Palacio". Es decir, de aquellas conclusiones institucionales que no se han hecho públicas. El objetivo del encuentro pasaba por mantener una "toma de contacto" inicial que sirviera para estrechar vínculos sociales, económicos y culturales entre territorios en unas mesas redondas donde representantes políticos y de la sociedad civil se han sentado a debatir sobre diferentes asuntos.
Partiendo de esta propuesta, sólo el análisis dialéctico podría aclarar un poco más lo que ha dado de sí el encuentro bilateral. Si lo que realmente se planteaba era dar la imagen de cooperación gubernamental en la toma de decisiones frente a problemáticas comunes y compartidas, la sensación que dejan los debates es que podrían haberse planteado de forma distinta. De hecho, los delegados del ámbito social, económico, empresarial y cultural han sido los únicos que desde su área de especialización han logrado cumplir con la esencia de lo que constituye una cumbre propiamente dicha, intentando aportar soluciones a asuntos de especial importancia. Algunos de ellos basados en los compromisos de sostenibilidad ecológica, digitalización, formación e innovación en turismo, la defensa de la integración de ambos territorios al corredor mediterráneo o la promoción de las inversiones, entre otros.
Muy diferente ha sido lo que se ha podido ver desde el entorno político, con un trabajo de planificación exhaustivo que no ha dejado margen a la improvisación. Una especie de "obra cumbre" que ya venía escrita y cerrada de días anteriores, convirtiendo los encuentros en un mero escenario donde el contenido quedaba relegado al segundo plano. Prueba de ello ha sido la sintonía perfecta en los discursos del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y la presidenta del Gobierno balear, Francina Armengol, para no generar disonancias que pudiesen trastocar este primer acercamiento, en parte, además, porque constituyen dos gobiernos con similar afinidad política e ideológica.
No obstante, la contrariedad radica en que si no hay elementos de discusión donde cada gobierno pueda aportar opiniones distintas, tampoco hay debate de ideas y, en definitiva, desaparece el propósito de la cumbre. Se ha producido pues una “germanor” donde ambas Ejecutivas han ratificado la unidad de acción a la hora de contener la pandemia y promover una respuesta diferente a la crisis económica y social derivada de esta situación.
Quizás, lo más provechoso hubiera sido la celebración de más encuentros privados donde los responsables políticos deliberasen a puerta cerrada de los asuntos propuestos en la cumbre. Luego, eso sí, en la mesa redonda podrían haber presentado las conclusiones extraídas de dicha reunión. También es cierto que de los dos días de trabajo ha salido un documento de acuerdos que no deja de ser una declaración de intenciones, promesas conjuntas que permanecen por escrito bajo la amenaza de convertirse en “papel mojado”. Para que no ocurra, se han comprometido a constituir una comisión de seguimiento de los acuerdos, que también se encargará de detectar y proponer nuevos ámbitos de colaboración. Precisamente, una de las medidas acordadas en la cumbre es institucionalizar el encuentro con carácter anual, de forma que pueda volver a celebrarse el próximo verano 2022 en la Comunidad Valenciana. Convertir la primera cumbre en una costumbre.
Aún con todo, esta toma de contacto inicial ha dejado elementos interesantes en materia de reivindicaciones. Ambos gobiernos han pactado una declaración conjunta sobre la infrafinanciación de las autonomías en la que destacan que el nuevo sistema tenga en cuenta el incremento de población y garantice la suficiencia financiera, la equidad y la solidaridad. Durante la cumbre, el conseller de Hacienda y Modelo Económico, Vicent Soler, ha apostado por un reequilibrio horizontal de los recursos del contribuyente que acabe con la “anormalidad democrática” del modelo actual, el cual sitúa a la Comunidad Valenciana como la peor financiada de España. Como novedad, junto a la consellera de Hacienda de Baleares, Rosario Sánchez, han animado a todas las autonomías a abrir un debate de la reforma del modelo, “sin prejuicios y sin miedos”, con el objetivo de lograr el beneficio y la mejora de los recursos de todos los territorios.
Además, tanto Puig como Armengol, han reclamado a Madrid que tenga más en cuenta a la periferia en la toma de decisiones para aportar diversidad y poder entender España de una manera diferente. “Hoy empieza una nueva etapa de relaciones con Baleares que ayudará a una visión integradora de una España diferente. Es importante demostrar que hay vida más allá de Madrid, incluso vida inteligente”, manifestó Puig a su llegada.
La infrafinanciación, por un lado, y revertir los ejes de poder hacia la periferia, por el otro, han sido los únicos dos elementos destacables de un primer encuentro que, si bien no ha acabado siendo como se esperaba, ha permitido forjar alianzas de cara al futuro para que poco a poco estas expectativas iniciales puedan materializarse.